Cultura

El Olimpo de la lectura

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“Estar dentro del canon, significa que te leerán”

 

 

Luis Ricardo Sandoval / @LuisRSandoval5
luizandcar18@gmail.com

Para empezar este texto, los libros, como arma de doble filo, pueden ayudar a construir un razonamiento que nos ayude en nuestro día con día o a destruir el de los demás. Todos, incluso los que dicen “no leer”, estamos educados no solo por el internet y la televisión, sino por los libros. Con la lectura se reproducen ideas.

 

El libro tiene que ser dinámico con el lector, envolverlo, hacerlo parte del mundo donde los personajes viven, se desarrollan, enfrentan situaciones que nosotros, como personas vivimos. 

 

Lo que se lee y la pregunta de textos anteriores, sobre si leer o no a los clásicos, ya había sido respondida, pero voy a plantear un nuevo problema al respecto. ¿Realmente se leen los libros llamados “clásicos” por obligación social, ya que si no los lees ya se te condena, similar a una inquisición literaria o solo porque representan una época anterior a la nuestra?

 

“No convierto al canon en el Olimpo irrefutable. En un criterio histórico sujeto a las infinitas variantes del gusto, la moda, las mutaciones en los criterios, interpretaciones”. Dice Carlos Monsiváis en su ensayo Crítica Literaria en México: invención, ampliación y el olvido del canon. 

 

La lucha por la parte individual y lo social es lo que hace al canon luchar por mantenerse vigente. Algunas personas, los que tienen más recursos, son los que dictaminan qué se vuelve canon y qué no lo es. Lo convierten en un estilo de vida y terminan dejando fuera a muchos escritores que, dependiendo la opinión de cada persona, puede ser mejor o peor que los que están dentro el movimiento.

 

Pero esto no tiene solamente que ver con si un escritor es amigo de Fulano o de Zutano, que tienen, casualmente, una posición en la cual ayudar a quien se le dé la gana. Son muchas variantes. Por ejemplo, si en vez de escritor, es escritora. Otro podría ser, incluso, el color de su piel. Son muchas variantes en las cuales el canon de unos es distinto al de los demás. Quienes sobreviven, suelen ser lo más aclamados por el público que simplemente escuchó que cierto autor es bueno y su contraparte no lo es.

 

Estar dentro del canon, significa que te leerán. También que pasarás a la historia como uno de los del movimiento. Lo vuelven la meta a la cual le dedican su vida. Pero muchas veces, no son tomados en cuenta. 

 

Pero también el sistema de las personas es lo que decide e impone ciertas recomendaciones al público en general. Los que tienen más recursos económicos, como se mencionó anteriormente o si son de piel más clara que sus “oponentes”, por llamarlos de alguna manera. Incluso, post mortem, como muchos autores, pasan al canon sin que estos puedan defender su posición al respecto. Casos como el de Cervantes, donde en un principio fue rechazado por su libro del Quijote y mucho tiempo después lo metieron al canon. 

 

Hay corrientes, como las creadas por Luis de Góngora (Culteranismo) y Francisco de Quevedo (Conceptismo), las cuales estaban enfrentadas por la antipatía de ambos hombres. Ellos crearon una gran complejidad en sus versos. Algo similar sucede con el canon. Se enfrentan los autores por estar a la cima de una pelea donde todo es subjetivo. 

 

Donde se cree que por un pequeño error o falsedad puedes quedar fuera de la historia. Que no seas reconocido sino años o siglos después. Peor aún, que ni siquiera tu nombre tenga buen reconocimiento.

 

Las vanguardias del siglo XX nacieron para contrarrestar la modernidad. El término “moderno” significa lo que es actual. Cabe recordar que “moderno” el siglo pasado, puede no serlo actualmente y tener un significado distinto al que se use el día de hoy. 

 

Retomando el tema de las vanguardias y su intento de luchar contra lo actual de su momento, les sucedió algo irónico, porque fueron absorbidas por la propia modernidad. Aunque dicho costo humano y de pensamiento desarrolló el pensamiento científico.

 

Por ejemplo, el Fausto de Goethe. Fausto representa al individuo inconforme con todo, hasta su propio ser y aunque critica lo moderno de su sociedad, termina siendo parte de la modernidad. Esta ironía lo termina alejando de todo para desarrollarse como filósofo, como persona y eventualmente para la sociedad. 

 

Solo que cuando se da cuenta de que tiene el conocimiento del mundo dentro de sí, su cuerpo ha envejecido. Es entonces que aparece un demonio, Mefistófeles, y le ofrece la juventud eterna. Fausto considera que puede usar su conocimiento para ayudar a la sociedad y acepta la oferta, sin saber que dicha decisión vendría con muchas consecuencias que lo terminan convirtiendo de un filósofo a un ser humano que se deja llevar por los placeres mundanos.

 

Goethe nos comenta con este libro, que para que la sociedad avance, para que haya un desarrollo, debe de haber sacrificios. Llega un momento del libro de Goethe en el que Dios y Mefistófeles charlan entre ellos, dando la impresión y la interpretación de que es la lucha entre el deseo y el raciocinio.

 

Fausto termina representando a la humanidad, hombres y mujeres desde la infancia hasta la madurez. Al destruir el desarrollo se destruye su propia forma y a la razón de ser. 

 

Para finalizar, los que dictaminan el canon se consideran, de cierta manera, como los científicos de la literatura. Esto es porque son quienes desintegran la cultura y la unen de acuerdo a sus intereses, al mismo tiempo que ignoran esa cultura del resto de la humanidad. Y lo hacen por medio, valga la expresión, de los medios de comunicación. Es decir, heredan algunos de los conocimientos al resto del pueblo, mientras los que están arriba se quedan con lo demás. Es una especie de memoria colectiva del grupo que dictamina el canon.

 

En Memoria a la compañera de InPerfecto, Martha Llanos.

 

¡Hasta la próxima!

 

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