Editorial

Desde la butaca: La sustancia

#InPerfecciones
La sustancia, aunque no es una película del todo lograda, es lo bastante provocadora como para que uno termine amándola u odiándola.

 

 

Alejandro Animas Vargas / @alexanimas
animasalejandro@gmail.com

Con un éxito mayor al esperado para este tipo de películas, después de algunas semanas se sigue presentando en cartelera y también en streaming, la cinta ganadora de la Palma de Oro al mejor guión en el festival de Cannes 2024, lo que en sí mismo es una invitación de que presenciaremos algo original. La guionista y directora, Coralie Fargeat, ha creado una gran obra que es al mismo tiempo, una profunda crítica a ciertos valores de nuestro tiempo, así como un homenaje a muchas peliculas y directores.

La película aborda un tema que a simple vista nos parece que es algo totalmente contemporáneo, pero que si lo reflexionamos un poco, sabemos que es tan antiguo como la humanidad misma: la búsqueda de la belleza. Poetas, novelistas, dramaturgos, cantantes, compositores, pintores, escultores, han tratado de representar la belleza. Sin embargo, cada época y cada civilización tiene sus propios conceptos, por lo que para una cultura es un referente de lo hermoso, puedes no serlo para otra.

El siempre maravilloso y extrañado Umberto Eco, lo ha retratado de la mejor manera en su Historia de la belleza: “bello, al igual que gracioso, bonito, sublime, maravilloso, soberbio y expresiones similares, es un adjetivo que utilizamos a menudo para calificar una cosa que nos gusta”. Esto nos permite apreciar la belleza en Nefertiti, la Venus de Milo, la Venus de Botticelli, las señoritas de Avignon de Picasso o el rostro de Ingrid Bergman en Casablanca (o en cualquier otra película), aunque tengan poco en común. Tenemos entonces que la belleza, o mejor dicho, la concepción que tenemos de la belleza va cambiando con el tiempo.

Eco señala que vivimos la época de la belleza de consumo, de aquella que nos es moldeada por los medios de comunicación y por sus máximos exponenetes del cine, la televisión, el modelaje y las redes sociales. Este ideal de belleza que es tan fugaz como un desfile de Victoria´s Secrets, es el que vive y sufre la protagonista de La Sustancia. El argumento (alerta de spoilers) es el de una mujer, ganadora de un Oscar, que tiene un programa matutino de fitness, en lo que es una descarada copia de la vida de Jane Fonda, con todo y los ejercicios de aerobics, bodies y calentadores. En vez de Jane Fonda, tenemos a Demi Moore, uno de los grandes sex symbols de los 90, interpretando a Elisabeth.

Cuando cumple 50 años, Elisabeth es despedida sin mayores consideraciones por el grotesco y vulgar productor Harvey (otra nada sutil referencia a otro personaje, el infausto Harvey Weinstein) solo por ser mayor de edad. Por alguna circunstancia, alguien le ofrece a Elisabeth el gran sueño de tener una versión más joven de sí misma, lo único que tiene que hacer es inyectarse la sustancia y seguir las instrucciones. Lo que sigue es que de su cuerpo (no del útero sino de su columna vertebral) nace una Elisabeth más joven, Sue (interpretada por Margaret Qualley). En la película, a diferencia del Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Robert Louis Stevenson, o de Gramo y Buono del Vizconde Desmediado de Italo Calvino, no hay una parte buena y una mala; lo que existe es una misma mujer con dos versiones, una de 50 años y otra de 25.

En ambas versiones (que al fin y al cabo es la misma persona) lo que las mueve es la obsesión por la belleza, que como nos dice el siempre incisivo y agudo sociólogo Gilles Lipovetsky en Gustar y emocionar se resume en “desear, gustar, atraer la atención sobre uno mismo, ponerse en valor y realizarse. ¿Hay algo más invariable en la conducta de los hombres y las mujeres?”. Elisabeth es una mujer hermosa que encuentra su imagen por todos lados, incluso en su casa (a donde solo se presenta algún amante ocasional) tiene un enorme retrato, que a diferencia del Dorian Grey de Oscar Wilde, no envejece y es un recordatorio de glorias pasadas y que para ver a la verdadera Elisabeth, tiene que enfrentarse a la tiranía del espejo, que junto con la báscula, conforman los villanos más grandes de nuestros tiempos. Mientras que los antiguos filósofos se planteaban que solo lo bueno puede ser bello y viceversa, La sustancia modfica este principio y se rige por el que solo una mujer joven puede ser bella por lo que la belleza solo se encuentra en la juventud.

La cineasta no da tregua con las imágenes y primeros planos en los que compara un cuerpo que poco a poco se va volviendo decrépito, con la firmeza del que tiene la joven Sue, quien se convierte en la nueva estrella del programa de fitness, confirmado la tesis de Lipovetsky de que “vivimos el tiempo de la sobreexposición mediática de las imágenes glamorosas que alimentan los sueños de todos nosotros… la belleza se compra en todas partes y a cualquier hora”.

Sin embargo la trampa no está en las cremas y maquillantes que por siglos se han usado para una mejor apariencia o para un mayor poder de seducción, sino en la creencia de que la belleza radica en la juventud y por lo tanto, hay que retardarla a toda cosa, ya sea con botox, cirugías plásticas o, como lo hace Elisabeth, inyectándose la sustancia. Mientras nos sigamos haciendo la pregunta que hacían en la serie Nip/Tuck ¿qué es lo que no te gusta de ti? y no nos guiemos por ¿qué es lo que más me gusta de mi?, seguiremos atrapados, como sociedad de consumo, en una red autodestructiva.

Por último, la película es una trivia abierta para encontrar referencias de otras cintas. Hay escenas de peliculas clásicas de terror, como la alfombra y los baños de El resplandor o los cuartos blancos de Odisea 2001 de Stanley Kubrick, el baño de sangre de Carrie de Brian de Palma, los personajes grotescos como La mosca o los gemelos de Inseparables de David Cronenberg, las obsesiones por los medicamentos de Requiem por un sueño de Darren Aronofsky, la regadera de Psicosis de Alfred Hitchcock, y la deformidad de El hombre elefante de David Lynch, tan solo por señalar algunos.

La sustancia, aunque no es una película del todo lograda, es lo bastante provocadora como para que uno termine amándola u odiándola, y que me atrevo a vaticinar, se volverá una cinta de culto.

#InPerfecto