Editorial

Inseguridad y la olvidada prevención del delito.

#InPerfecciones
Por enfocarnos en los delitos más graves y escandalosos, hemos dejado en el olvido aquello que está más a la mano de los gobiernos y sociedad: la prevención del delito.

 

Alejandro Animas Vargas / @alexanimas
animasalejandro@gmail.com 

 

Recién acaba de publicar el INEGI la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) del cuarto trimestre de 2023, y sobre ella han salido ya muchos y valiosos análisis, especialmente enfocados en la percepción de inseguridad en lo general, y en las ciudades donde este sentir es más grande.

Sin embargo, existen otros conceptos que no debemos hacer menos. Por ejemplo, los 3 sitios donde se sienten más inseguros los ciudadanos son: cajero automático (70.6%), transporte público (64.1%) y bancos (55%), mismos espacios y orden que en 2017, aunque con unos 10 puntos porcentuales menos. En el apartado “Atestiguación de incivilidades”, se observa lo siguiente: consumo de alcohol en la calles (60%), robos o asaltos (50.2%) y venta o consumo de drogas (39.1%). Desde 2013, los primeros dos conceptos han disminuído el porcentaje entre 10 y 15%, mientras que el tercero se mantiene estable en el tiempo (39.3% en diciembre 2013).

Por lo que respecta al “Cambio de hábitos por temor a la delincuencia”, en orden decrecente: llevar cosas de valor (48.1%), permitir que menores salgan de su vivienda (42.5%) y caminar de noche en alrededores de la vivienda (42.1%). Igualmente, mismos rubros con números a la baja, aunque con picos muy altos en el tiempo. Un apartado interesante es el correspondiente al de “confictos o enfrentamientos” los cuales se deben principalmente a ruido (15.2%), basura tirada (13.8%) y problemas de estacionamiento (13%). Mismos conflictos que en 2017, con aumentos porcentuales mínimos, y con otra característica en común: los enfrentamientos han sido con los vecinos (74.7%).

Las principales problemáticas identificadas en la ciudad son baches en las calles (81.1%), fallas y fugas de agua (60.2%), alumbrado público insuficiente (59%). Aquí hubo un cambio en el segundo lugar, que en 2017 era la delincuencia con 50.9% en 2017 en comparación con el 70.1% de 2023.

Uno de los grandes desafíos de nuestro tiempo, qué duda cabe, es el de la seguridad, siendo el homicidio el más doloroso de los delitos, y su vertiente de asesinatos a grupos de personas, la faceta más escandalosa y terrible que no se borra tan fácilmente de la mente de las personas, por más que se diga que nos estamos habituando a vivir en el terror. El gobierno señala el descenso en el registro (Informe de Seguridad, Gobierno de México,16 de enero de 2024), mientras que analistas como Eduardo Guerrero (El Financiero, 22 de enero de 2024) resalta que los homicidios han bajado, sobre todo en enfrentamientos armados, lo que deja que en aquellos homicidios productos de violencia pasional o en contexto de robo, no se registran cambios, algo que llama la atención.

Cuando se trata de delincuencia organizada, el gobierno federal es el responsable de su persecución; a los gobiernos estatales y municipales les tocan los robos y la violencia. A mi parecer, por enfocarnos en los delitos más graves y escandalosos, hemos dejado en el olvido aquello que está más a la mano de los gobiernos y sociedad: la prevención del delito.

Dice Nadyra Rodríguez-Arias en su artículo Modelo estructural de incidencia delictiva y entorno social en México (Revista Legislativa de Estudios Sociales y de Opinión Pública, vol. 15, núm. 32, enero-junio de 2022, pp. 119-137) los factores de incidencia delictiva como la delincuencia y la inseguridad son resultado de la ruptura del tejido social, la violencia estructural, la impunidad y la corrupción. Los dos últimos factores son de la esfera gubernamental, mientras que los otros competen a instancias más cercanas, incluyendo a la sociedad misma. Especialmente en la que respecta al tejido social, que es el “entorno social favorable o desfavorable, y (que) genera determinado desarrollo en los grupos sociales”. Ahí, donde los conflictos entre vecinos siguen creciendo, las condiciones desfavorables se multiplican y le abren el camino a la delincuencia, porque “si la violencia fragmenta el tejido social y se genera un entorno social desfavorable, entonces la criminalidad y la violencia son factores que perpetúan ese entorno que impide mejorar el desarrollo de los grupos sociales”, nos dice Rodríguez-Arias.

La propia ENSU, nos muestra que hay constantes a lo largo del tiempo, pero que se mantienen en el mismo orden, aunque los porcentajes vayan subiendo o bajando. Es decir, ya sea en 2013, 2017 o 2023 hay cosas que no cambian, como el sentirse inseguro en un cajero, que el principal problema en la ciudad es la presencia de baches, la gente se molesta por el ruido de los vecinos, o incivilidades como beber alcohol en la vía pública. 

Cómo pretendemos que se reduzcan los índices de criminalidad si la sociedad y las autoridades no hacen su parte. Tampoco es que se tenga que inventar algo nuevo, simplemente implementar políticas de prevención del delito o de prevención social de la violencia y la delincuencia, como lo marca la ley en México. 

Por ejemplo, si tenemos identificados lugares y horas donde se da mayor prevalencia del delito, ahí entra la “teoría de la prevención situacional del delito”, donde se pondrá énfasis en reconocer lugares, personas y objetos en riesgo de sufrir un delito: aumentar la iluminación en donde existan cajeros, y tapar los baches son medidas básicas que no se toman.

Siguiendo nuestros ejemplos, el que se tolere la ingesta de bebidas embriagantes en las calles, nos habla de una falta de “prevención comunitaria del delito”, aquella que involucra la participación de los habitantes de colonias o barrios para reducir el riesgo de que tras alcoholizarse se pase a conductas violentas o delictivas. 

Evidentemente, lo anterior es un esbozo superficial y solamente abarca dos tipos de prevención, de las múltiples variantes que presentan Mariano Tenca y Emiliano Méndez Ortíz, en la “Introducción” del libro Manual de prevención del delito y seguridad ciudadana. Si nos mantenemos en la tesitura de que los índices delictivos y la inseguridad se reducirán por la intervención de la policía (necesaria, sin duda, pero insuficiente para revertir las fallas de décadas) y enfocar el problema en el delincuente, sin entender su entorno social inmediato, seguiremos teniendo un país que festeja que ahora “solo” 6 de 10 personas se sientan inseguras.

#InPerfecto