#Cultura
“el lector rechaza cualquier intento de ser educado por miedo a ser adoctrinado”
Ricardo Sandoval / @LuisRSandoval5
luizandcar18@gmail.com
Uno como lector es el verdadero y último receptor de los textos, sin importar cuál sea (y lo que cueste). Muchas veces se habla del autor como aquella figura mitificada y la intención que mete hacia sus escritos. Claro, al leer los textos, incluyendo los científicos, los especializados, se considera lógico que, como objetivo principal, los leamos. Solo que dichos autores consideran que el lector ya sabe de lo que se escribe.
No es necesario que se estudie a profundidad la lectura y la escritura porque cada época cambia y con ella las personas. Al evolucionar la lengua se vuelve una especie de rebelión contra dicha sociedad. Si bien, el lenguaje y la evolución humana van de la mano y cada uno de esos aspectos van de la mano, es muy simplista decir o afirmar que, como el lenguaje está en cambio, podemos hacer lo que queramos con ella. Ahora se usa la vocal “e” o la letra “x” para expresar una supuesta neutralidad, cuando en el último de los casos se asemeja a una fórmula matemática. En la parte de lo “neutral”, ya tenemos la letra O.
Cada uno de nosotros tenemos una interacción con nuestra sociedad, los que condicionan incluso visión cultural. La lectura no es una actividad pasiva como se hace ver, porque muchas condiciones interiores y exteriores son las que afectan.
En el caso del lector-lectura es algo que se puede considerar obvio pero dicha relación muchas veces nos hace reflexionar, tanto lo que estamos leyendo como el propio acto de la lectura. A su vez, un término como la alfabetización no es únicamente aprender a leer y a escribir, pero en otra ocasión hablaré un poco más sobre esta palabra.
Los libros nos ayudan a responder las preguntas que tengamos de nosotros mismos. Aquí se podría decir que por eso se ha atacado mucho a la lectura, ya que conocernos a nosotros nos hace más críticos y menos impulsivos; incluso a quienes están en contra del mismo acto de la lectura, “afirman” sus ataques. Suena contradictorio, pero así es como se ve.
Claro que eso no demerita que las obras literarias importantes de la historia de la humanidad, desde el Gilgamesh, el Decamerón, las obras de Shakespeare, hasta los libros y sagas juveniles más contemporáneas y actuales; que para actualidad vendrían siendo de unos cinco años a la fecha, aquellas obras de moda que aparecen como generación espontánea y después desaparecen porque el público cambia.
Por otra parte, los libros de autoayuda se basan en esto para dar una respuesta que va mucho más allá de un “échale ganas y verás cómo tus sueños se hacen realidad”. Es algo más profundo que no influyen y solo dan una sensación de bienestar que termina muy rápido y no hacen reflexionar.
La lectura es una relación fenomenológica entre la estructura y el receptor. Cuando digo “fenomenología” no me refiero al estudio de fenómenos sobrenaturales, (que bien puede ser un significado no oficial) sino que es un término filosófico que se dedica a estudiar el mundo que se manifiesta en la consciencia de cada uno de nosotros; y la fenomenología estudia también las obras literarias no solamente por medio del texto sino a su vez la comprensión del mismo. Es decir, estudian tanto la parte escrita como lo que uno, como receptor del mensaje, entiende.
Voy a dar (a propósito) un par de pistas a considerar. La intención del autor es la misma que le queramos dar, pero al mismo tiempo hay que ver de dónde viene escrito, porque sino, le estamos imponiendo a dicho texto y al autor un juicio innecesario. Es una revolución lectora que no se hubiera dado si no se crea la imprenta y a su vez la tan adorada censura, lectura de masas, la visión romántica de una persona o genio incomprendido en un momento determinado y con fecha, hora y minutos específicos hasta llegar a la era digital.
La lectura y su relación libro/revista, etc., con el lector conlleva mucho más, como es el caso de desmitificar a la figura de los autores como simples creadores/productores de textos. Hay una división entre lectura-lector.
Algo similar ocurre con la idea de la auto inserción, muy de moda en programas de televisión de estos últimos tres años. Los creadores de dichas series se meten y cuentan las experiencias que vivieron. Es natural dejar algo de nosotros al escribir, pero hacerlo de manera forzada, cambiando de género o, como se dijo en el especial de South Park “Joining the Panderverse”: <<le faltan más mujeres lesbianas y aburridas>>. El asunto de la auto inserción lo voy a dejar para otra ocasión.
Las condiciones favorecen a que los nuevos lectores del siglo XXI, tomen como base a las mujeres y a los trabajadores, no solo por las revoluciones sociales, sino educativas, políticas y económicas. Por otra parte, se encuentra el conservacionismo que enfocan todos sus esfuerzos orientada a la contra lectura. No hay que olvidar que en generaciones y sociedades anteriores se buscaba limitar el acceso a la lectura por parte de los gobiernos y la iglesia, todo para evitar la influencia revolucionaria.
A su vez, el fácil acceso a los libros hizo que esta alfabetización se acelerara, todo por los costos de producción más bajos, tapas menos duras. Solo que esta misma expansión de la lectura entre los ciudadanos comunes, fue lo que provocó muchas revoluciones y a la entonces llamada burguesía le molestaba eso, porque consideraban que los libros perdían el valor por no ser bien aprovechados en las manos del pueblo.
Pero un gran problema actual es que el lector rechaza cualquier intento de ser educado por miedo a ser adoctrinado. Por su parte, presumimos, a esa misma sociedad que dice que esa actividad no vale mucho la pena dedicarle algo de nuestras horas al día, que nuestro hijo o hija lea cierta cantidad de palabras y hojas en un determinado tiempo. Que es un gran lector, pero que justamente por ese motivo es que se aleja más y más de la lectura. Cuando crecemos, con las responsabilidades diarias, se llega también el punto de que no hay tiempo para leer.
Este es uno de los motivos de querer la lectura consumista por ser “fácil de digerir”: tramas sencillas, lenguaje coloquial, personajes que no suelen tener muchos conflictos y un grandísimo etcétera. No importa la literatura clásica, la historia, los libros de ciencias como los de matemáticas, biología o geografía. Pero al mismo tiempo, es esa misma amenidad y sencillez que se puede considerar como cultura popular a dichos textos.
La lectura, de por sí dividida, termina seccionada más de la cuenta para ser atractiva a los lectores, especializándose en más campos alrededor del mundo. Es más, la crisis lectora ha sido porque la industria no se supo adaptar a la globalización y a los tiempos actuales y nos hacen ver a nosotros como el problema.
Es más fácil buscar culpables que no seamos nosotros, de nuestra incapacidad de aprender cosas nuevas, de querer un cambio, de quejarnos de ser de extrema izquierda o extrema derecha. Los de la generación woke: “si no piensas o actúas como nosotros, que estamos a favor de unas minorías que, por cierto, nosotros decidimos cuáles son, eres seguidor de Donald Trump y de Javier Milei”. Y los otros, los de la extrema derecha: “si no estás como nosotros, eres un socialista, que piensa que los programas sociales, como las becas o el apoyo a las personas de la tercera edad, son para huevones”.
Es un mundo utópico que ambas partes buscan hacer realidad, sin darse cuenta, ni ver más allá de sus narices, que, irónicamente, la diversidad de pensamiento es lo que hace un poco interesante a este mundo rutinario. Claro, a menos que sean feministas extremas, pagadas con los impuestos de los contribuyentes para destruir cosas y cantar y bailar a favor de Palestina y contra el heteropatriarcado opresor.
¡Hasta la próxima!