#Sexualidad
“Cierto es que hay padres de adopción o de corazón, que sin haber engendrado, dan mucho amor y fortaleza al hijo.”
Dr. Juan Manuel Carvajal Blancas
Juanmanuel.carvajal@inperfecto.com.mx
Cualquiera que haya sido el destino que el padre de tu hijo haya elegido: vivo, muerto, presente o ausente, necesario es para su sano desarrollo reconocerle y tomarle para bien de su existencia. Si, me refiero al padre biológico, al que engendró, en orden sistémico el único, el principal. Imposible es anularle sin que exista una consecuencia.
Cierto es que hay padres de adopción o de corazón, que sin haber engendrado, dan mucho amor y fortaleza al hijo, sin embargo, el papel del padre biológico, como también el de la madre, son insustituibles, por lo que pretender anularlo marca una huella dolorosa en su descendencia.
De forma equívoca, muchas personas tienen la creencia que al incluirle al padre, al reconocerle cuando está ausente, se le está haciendo a él un inmerecido favor. En realidad, el favor es para el hijo(a) que tiene derecho de conocer su origen y a tener un referente paterno al cual reconocer y agradecerle, aunque fuera únicamente la vida.
Así hayan sido 3 minutos los que duró el encuentro entre tu madre y padre, eso bastó para que tú estés aquí.
Mientras evites reconocer y tomar esa parte de vida, ese impulso, esa mitad de tu ser que de él llevas, estará en descontento o con proyectos truncos, pues la fuerza que viene del reconocimiento paterno, estará disminuida, mutilada, aunque fortuna económica tengas.
Y no, de ninguna manera es sustituible ya que nadie puede ser madre y padre a la vez, ni usurpar ese lugar. Podemos reconocer el amor recibido de abuelos, tíos, amigos, parejas posteriores de mamá, maestros, sin embargo, ninguno sustituye la necesidad de visibilizar a quien te dio la mitad de tu ser que, a donde se que vayas, contigo llevas. Para colmo y en ocasiones frente al espejo, con toda la pinta de él te miras.
Frecuentemente me preguntan: “Doctor, ¿entonces mi hijo tiene que convivir con su padre? ¿Y si el padre nada quiere saber ni asumir conmigo ni con su hijo(a)?”
De ninguna manera incluir significa convivir, menos cuando el hacerlo provoca más dolor que bondad. Sólo permite el acceso reconociendo su lugar de quien es el papá y deja que el hijo afronte su destino ¿le dolerá? Claro que si!! Pero el dolor que deriva de la verdad permite desarrollar resiliencia. En cambio el impedir el acceso, negarlo,.mentir al respecto o excluir la figura del padre, hace que la memoria biológica y psíquica del hijo le requiera: problemas emocionales graves incapacidad para emprender proyectos o disfrutarlos, experiencias adictivas, conductas antisociales, dificultades en las relaciones de pareja, son algunas de las formas en que la ausencia de la figura paterna, habla.
Acude a psicoterapia para tener una mejor claridad acerca de este tema, trabajar tus resentimientos y dificultades para así poder estar en paz contigo y permitir a tu bendición esa necesaria inclusión de quien la vida contigo le dio.
Y si eres hijo y lees esto y sientes que te hace falta revisar esa ausencia para sanar, resignificar y acomodar lo que sea necesario en ti, apóyate con un especialista en psicoterapia.
Incluir a un padre ausente, reconocerle y honrar la vida que de él viene, es una manera de sanar lo necesario para estar en paz y crecer. De ninguna manera excluye los procedimientos legales con los que una mujer decida proceder para demandar el cumplimiento de las responsabilidades de atención a su salud, educación y pensión, en bien del menor.
Les comparto estas palabras de Berth Hellinger, creador de la Terapia transgeneracional sistémica, al referirse en su experiencia a la importancia del padre.
“Querido papá:
Tanto tiempo no supe lo que me faltaba en lo más íntimo. Tanto tiempo estuviste tú, querido papá, desterrado de mi corazón. Tanto tiempo fuiste como un simpatizante más, que pasé por alto, porque mi mirada se mantenía dirigida hacia algo distinto, hacia algo Mayor, así es como me lo imaginaba. De pronto regresaste a mí desde la lejanía, porque mi mujer Sophie te llamó. Ella te vio y tú hablaste conmigo a través de ella. Cuando pienso lo mucho que, tantas veces, me consideré superior a ti, lo mucho que también te temí, porque a menudo me golpeaste dolorosamente; y lo mucho que te desterré de mi corazón. SÍ tuve que desterrarte, porque mi madre se interpuso, entonces siento hasta ahora, en lo vacío y lo solitario que me había convertido y que me encontraba, como apartado de la vida plena. Pero ahora regresaste a mí como de muy lejos, cariñosamente y a distancia, sin intervenir en mi vida. Hasta tan sólo ahora comienzo a captar, que fuiste tú, quien día a día aseguró nuestra supervivencia, sin que hayamos sentido en el fondo, cuánto amor se desbordó de ti hacia nosotros, siempre de la misma manera, siempre en vista de nuestro bienestar y no obstante, como excluido de nuestros corazones. ¿Alguna vez te hemos dicho lo fantástico que fuiste como nuestro padre? La soledad te rondó y como quiera permaneciste cuidadoso y cariñoso al servicio de nuestra vida y de nuestro futuro. Nosotros lo tomamos como natural, sin valorar jamás, lo que a ti te exigía. Ahora me brotan las lágrimas, querido papá. Me inclino ante tu grandeza y te tomo en mi corazón. Tanto tiempo estuviste como excluido de él. Tan vacío se encontraba sin ti. También ahora te mantienes a cierta distancia, en forma amable, sin esperar algo de mí que quite un tanto de tu grandeza y tu dignidad. Tú sigues siendo el grande como mi Padre, y yo te tomo y todo aquello que te debo, como el hijo por ti amado.
Querido papá, Tu Toni* (Así le llamaban a Bert Hellinger como niño en casa)“