Cultura

Ensayo: Vivir en el País de Nunca Jamás… de la inclusión.

#Cultura
Twitter, plataforma donde pueden ser los héroes del mundo detrás de sus Iphones

 

 

Ricardo Sandoval / @LuisRSandoval5
luizandcar18@gmail.com 

 

Todo nos oprime, desde las palabras hasta bañarnos. El problema mayor es el capitalismo y el patriarcado; yo, como hombre heterosexual, ya me encasillan en que fui criado por el heteropatriarcado opresor. Se quejan de que hay censura contra la generación “woke”, quien, de manera irónica, es la que está censurando todo lo que encuentran en su camino. Censuran a la niña que sueña con visitar otros mundos para ahora luchar contra esos mundos capitalistas o peor aún, la misma niña que sueña con ser cajera en un supermercado a cambiarla a que sea una ejecutiva exitosa que todo le sale a la primera y que no aprende de sus errores y por ende sin retroalimentación.

En un texto anterior escribí que <<Decirle a los niños que no imaginen, que no crean en cuentos de hadas, ni mucho menos en leyendas y cuentos en general es algo que va a afectar a las generaciones venideras>>. No significa que con esto soy de extrema derecha, porque, como se ve, la extrema izquierda se asemeja mucho a su contraparte ahora mencionada.

Se sobre-romantizan las situaciones, las acciones, se le trata de dar una explicación lógica a algo que, filosóficamente, le ha costado siglos a los expertos definir. René Descartes lo dijo muy bien con su frase: “Dudo de todo, pero al dudar estoy pensando, y si pienso, existo”, donde uno de los temas de estudio de esta frase es aprender a dudar de nuestro propio pensamiento, cosa que no veo se aplique a la llamada generación “woke”. “Esta frase oprime a la duda, ¿por qué la duda no puede responderse sola?, ¿por qué tengo que dudar de todo si lo vi en un Tik Tok que tiene millones de reproducciones y esa persona me dijo que esa frase la oprime solo porque sí?

¿Por qué las (para mí) mal llamadas minorías no se quejan tanto pero sí sus defensores, los “Social Justice Warriors”?, estos SJW –vale aclarar que son sus siglas en inglés y los llamaré así de ahora en adelante en el texto- son una parte de los grupos que se quejan, por Twitter, plataforma donde pueden ser los héroes y salvadores del mundo detrás de la pantalla de sus Iphones. Pero la pregunta es de dónde vienen estos SJW y la respuesta es de dos lugares: el primero es de los Estados Unidos (California y Nueva York, principalmente) y el segundo del Reino Unido, principalmente de Inglaterra (Londres), lugares conocidos por destruir la cultura y el pasado de las civilizaciones conquistadas por sus recursos naturales.

Queman libros y bibliotecas porque “una cultura que no recuerda su pasado está condenada a la destrucción”. 

Ejemplos de censuras hay muchos y en los últimos años se han disparado, en parte por el ocio que nos dejó el encierro de la pandemia y el otro, por la facilidad que la mayoría de las personas tenemos en acceso al internet. Vemos videos donde el influencer de moda nos narra cómo es la pobre vida de una persona en un poblado pobre, con la intención pura de ganar dinero y no dar un mensaje real sobre la diferencia en los estratos sociales. 

Pero mucho ojo, porque si este influencer hace o dice que dicha persona es transgénero, es gay, lesbiana, etc., va a ganar seguidores que van a apoyar a un movimiento que se ha desviado de su meta principal. Este nuevo rostro del movimiento LGBT solo va a ser eso, una muestra física de todo lo que está mal en el mundo, de la “imposición de ideas” de los heteropatriarcales (como su servidor), de los miles que apoyan el movimiento LGBT, que luchan contra el capitalismo salvaje, culpable de todos los males del mundo y que convirtieron al estudio de la biología en una lucha ideológica que solo provoca repulsión al ciudadano común.

Encabezados de los diarios digitales y en papel que tratan de llamar la atención con noticias tendenciosas, tergiversando palabras y hasta acciones de unos cuantos.

En la era de las redes sociales, donde se considera que la piel es muy delicada (de acuerdo a muchos usuarios de dichas redes), nos da la oportunidad de expones nuestras ideas, pero al mismo tiempo de censurarlas. 

Debemos ser inclusivos, separando a las mujeres (o como ahora quieren llamarles, “productoras de óvulos”) de los hombres (“productores de semen”). Imponer en los niños ideas que no son conservadoras, que vean el mundo cruel desde temprana edad. Inculcarles que hay segregación racial y social, que las luchas por los votos femeninos en la década de 1950 son un mito, que las personas de piel oscura son distintas a los de la piel blanca y hay una guerra entre ellos. Hay que indicarles que la diferencia entra la letra “A” y la letra “O” se puede cambiar por una “E” o por algo que parece una fórmula matemática (es decir, una “X”).

La inclusión forzada es un problema actual que ha dividido a la sociedad en aquellos que están a favor y los que están en contra. No hay puntos medios. El debate ya no se utiliza como manera de ganar conocimiento, sino simplemente en ver que mis argumentos, aunque sean totalmente falsos, sean mejores que las de la otra persona hasta que ya no le quede de otra forma que insultar o salirse por la tangente al decir “es que eres racista”. Un problema muy complejo, que ha llevado años combatir y que con una sola frase se pretende simplificar.

Por su parte, la sociedad, como tal, es muy compleja. Todo nos molesta, a todos queremos funar por no pensar igual a nosotros. Como se mencionó unos párrafos atrás, el mundo ideal de Twitter, que si piensas distinto ya te toman por ser de la extrema derecha, ya no hay raciocinio. ¿Será producto del fácil acceso que tenemos al internet, que ya no nos molestamos en investigar?, ¿hasta dónde llegan palabras como censura y libertad de expresión, sin que sean usadas como una salida fácil cuando no tenemos argumentos?, ¿será producto de la publicidad, que “ejecutivos lagartijos” solo usan a su favor para llevarse más dinero a sus cuentas bancarias?

Los libros suelen tratar, a manera de ficción, lo que sucede en determinada sociedad en un punto exacto de la compleja línea de tiempo. Muchas veces se romantiza, otras se critica, una que otra vez no aborda el tema a profundidad y muchas veces la ironiza. 

Quitar libros de cuentos clásicos como Caperucita Roja, La Cenicienta, Blanca nieves, La Sirenita para hacerlos más inclusivos para los niños, es considerar a ese público como que son idiotas sin comprensión. El no hacerlos pensar, dudar de todo, preguntar ¿Por qué?, ¿para qué?, ¿cómo funciona?, les está quitando una parte importante de la frase que mencioné al inicio de Descartes: “… si pienso, existo”. ¿Es acaso una especie de sobreprotección a los infantes, a los adolescentes o incluso a los adultos que no vivieron en determinada época y ahora ciertas palabras son consideradas como ofensivas?

Imponer ideas solo porque estamos en desacuerdo con los demás es crear una falsa bandera de inclusión cuando no es necesario, luchar contra molinos de viento pensando que son grandes monstruos como si fueran aquel Don Quijote de la Mancha, vuelto loco por tantas novelas de caballería que leyó en su momento.

#InPerfecto