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Ensayo: ¿Culpar a Dios de nuestro raciocinio?

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me tomo ese momento para pensar en la inmortalidad del cangrejo

 

 

Ricardo Sandoval / @LuisRSandoval5
luizandcar18@gmail.com 

 

Para empezar con este ensayo, me gustaría hablarles de un texto titulado Diderot ataca a la religión católica. De esto tratará el siguiente escrito. Denis Diderot fue un escritor, filósofo y enciclopedista de origen francés, del muy lejano siglo 18. Fue gracias a él y a Jean-Baptiste le Rond d’Alember que tenemos la enciclopedia. La obra cumbre donde expone sus criticas al gobierno francés de aquel entonces, se titula La Religiosa, obra que no fue publicada en 1796, 16 años del fallecimiento de su autor.

En dicha trama, nos narra, a modo de broma muy tomada en serio, una serie de cartas escritas por Susana Simonin, una supuesta monja que busca ayuda del marqués de Croismare, para que este anule los votos de la monja dentro de un convento. Aunque fue escrito a modo de broma, como se acaba de mencionar, está basado en un hecho real: en 1758, el mismo marqués estuvo envuelto en el polémico caso de la monja real de nombre Marguerite Delamarre, quien buscaba justamente eso, vivir fuera del convento, cosa que no salió nada bien y fue enjuiciada y condenada a vivir el resto de su vida ahí adentro.

Y eso me hizo pensar y escribir que la naturaleza humana es rebelde. Se resiste a creer en un Ser superior, pero al mismo tiempo, esa creencia se convierte a lo opuesto de tal magnitud que al ver el comportamiento de los demás hombres y mujeres, se deja de creer y se cuestiona todo lo que las iglesias le llaman como “creación de Dios”.

Humanizar a Dios o a los Dioses, al buscar Su guía llega la duda. Somos inconformes de todo. Aunque tengamos una respuesta clara frente a nosotros, nuestra propia naturaleza es la de negar, ya no cuestionar como originalmente se planteaba. Si algunas personas creen en supersticiones, como la brujería o la iglesia en sí, en cualquiera de sus variantes católica o cristiana, las otras personas dicen que los creyentes son fácilmente manipulables por su fe. 

En cambio, si no creen en esas supersticiones, esa misma negación a la superstición se vuelve en su contra. Es decir, que mientras una parte intenta buscar a Dios, la otra parte lo quiere evitar y usan el raciocinio para ello. Pero, ¿acaso la búsqueda de un Ser superior no es también una parte de ese razonamiento pero aplicado de manera diferente al académico?, ¿los no creyentes, saben de manera inconsciente, que en el fondo están equivocados?, ¿sucede al revés? 

No es culpa de Dios lo que hagan los hombres y mujeres con su tiempo en la Tierra, por eso es que nos dio el famoso libre albedrío. Lo que hagamos con esa libertad de acción y las consecuencias de nuestros actos es cosa nuestra. Sin embargo, el mal uso de esa libertad y culpar a la Deidad que nos la dio es la salida más fácil y muchas veces, para no causar gran “controversia”, las preguntas hechas con anterioridad se suelen desprestigiar con dichos como es que no aparece cuando lo llamo o si es un ser omnipotente y vengativo, ya me las verá cuando lo vea en el otro mundo, si es que existe. Lo culpamos por esa libertad que nos dio. 

La culpa no es de Dios. La culpa la tienen las iglesias y los hombres que son los creadores de tales establecimientos. Nos limitan el contacto con Él. Nos imponen reglas para según encontrar la felicidad, pero en realidad, es un sistema de control de unos pocos hacia unos muchos. El miedo es un arma muy grande y de doble filo. Si se sabe utilizar, el control mental y de raciocinio a las demás personas pasa desapercibido. 

Hay que temer a Dios, porque si no, nos castigará y su castigo es muy severo. Recuerden que, según las escrituras, hechas por los propios hombres para guiar al rebaño perdido en pos de la salvación, hubo inundaciones que mataron a millones de inocentes. También hubo guerras en su nombre contra aquellos, que según la religión judeocristiana eran los no creyentes. Ha sometido a su pueblo judío a una esclavitud en Egipto y cuando fueron “libres”, vagaron por cuarenta años en el desierto a la tierra prometida.

El conflicto entre las religiones judeocristianas y la musulmana lleva desde hace mucho tiempo. El primero indica que Dios mandó a su hijo a expiar de los pecados del mundo a la humanidad, incluyendo el pecado original del saber y el conocimiento. En cambio, los musulmanes dicen que Jesucristo era un profeta, como lo fue el profeta Mahoma, salvo sea Su nombre (es una costumbre mía llamar así al profeta Mahoma, salvo sea Su nombre, aunque no sea en realidad musulmán, sino de una de las variantes judeocristiana y que viene de la parte reformada de la iglesia católica, la acortada iglesia mormona). 

En caso contrario y de manera irónica, tanto control sobre el pueblo y causarles miedo, los ha dejado con una especie de inmunidad. El descontrol crece y se empiezan a cuestionar del porqué deben de seguir las ordenes de padres y sacerdotes que, según, tienen más facultad de hablar con Dios. Todas las personas, en algún punto de su vida, buscan respuestas racionales y lógicas a lo que sucede. Incluso, tenemos esa necesidad, si se le puede llamar así, de acercarnos a Dios, pero no sabemos cómo hacerlo porque tenemos esa información de que Dios es enojón por naturaleza y me va a castigar por un pecado que cometa. 

En cambio, están los que se van a los extremos. Aquellos que dicen total, si Dios envió a su hijo a sacrificarse por nosotros, puedo hacer lo que quiera porque ya tengo la salvación eterna. ¡Divertíos, que la vida es única! Que ingenua me parece esa afirmación. Para dejar de creer en algo es porque primero debiste de creer mucho en ella. Son como los pseudo-ateos actuales, que dicen que no creen en Dios, solo porque el racionamiento es lo más importante y como no lo veo, no existe. Las pruebas científicas han hecho que se pueda comprobar su existencia, pero al mismo tiempo, que no se pueda comprobar. Y es ahí, en esta última parte donde muchas personas se enfocan, porque solo ven para creer.

Se puede hacer el contraargumento de pero si fuimos creados a imagen y semejanza de Él, entonces, también debe de tener todos los defectos que los humanos tenemos. Y admito que es un buen contraargumento.  Pero al final de cuentas, seremos nosotros mismos, con nuestro raciocinio, con nuestra lógica, con nuestros saberes lo que interpretemos y dictaminemos la manera de ver el mundo que nos rodea y eso incluye la frase de hace un momento. Aquí es donde entra en juego esa arma de doble filo que es el libre albedrio. 

Para terminar, estoy seguro que a Dios le molesta que echen la culpa por algo que es netamente humano. Le molesta que usen su nombre en falsos razonamientos y no me quiero ni imaginar si se llega a saber que Dios llegase a tener una esposa, porque si con el nombre de Él todo lo que no se ha hecho, ahora con el nombre de Ella, pues peor vendrían las cosas para los humanos. 

No le debe molestar a Él si lo cuestionamos, si lo retamos. Tampoco le molesta escucharnos, aunque debe ser difícil hacerlo por la cantidad de personas que habitamos el planeta en la actualidad. Mucho menos considera una carga contestar a todas nuestras preguntas. A diferencia de los hombres que se molestan si los cuestionan, si se les echa la culpa y la echan a los demás. Se enojan al responder dudas de sus compañeros hombres, dudas que consideran básicas para la existencia humana pero que aún se está en búsqueda de ella. 

 

#InPerfecto