Cultura

Ensayo: el sueño de una generación inclusiva no inclusiva

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“Ya no hay sueños, solamente metas por cumplir, objetivos con pasos detallados”

 

 

Ricardo Sandoval / @LuisRSandoval5
luizandcar18@gmail.com 

 

Decirle a los niños que no imaginen, que no crean en cuentos de hadas, ni mucho menos en leyendas y cuentos en general es algo que va a afectar a las generaciones venideras. Porque desde que son pequeños, en lugar de enseñarles y que ellos disfruten su vida hasta que ya sean grandes y enfrenten las dificultades comunes que pasamos los adultos, se está acelerando innecesariamente el proceso. 

 

¿Por qué lo hacen?, supuestamente porque de esa manera el mundo va a mejorar y habrá una mayor aceptación entre los humanos. ¿Pero qué sucede cuando la inclusión es forzada?, ¿los pensamientos son únicos y no hay variabilidad de opiniones y todo se considera como un supuesto ataque?

 

Estoy escribiendo esto porque he visto el caos que ha causado la nueva película de Disney, La Sirenita, donde la actriz principal es una afrodescendiente. Muchos de mis contemporáneos crecimos viendo la película animada, de ahí saltaron a la versión escrita por Hans Christian Andersen. La atesoraron y se volvió una de esas historias icónicas de fantasía. Ojo con la palabra: fantasía, un mundo de ficción.

 

Se ve en casos como el de Netflix y cada uno de los memes que se crean para burlarse de que salió una determinada serie o película donde la protagonista es una mujer afrodescendiente, del género no binario, lesbiana y transgénero, o de un hombre homosexual, no binario, asiático y afrodescendiente nacido en Latinoamérica.

 

Mientras que ciertas personas quieran imponer a los niños a que no crean en esas historias por diversas razones que ni ellos mismos entienden. Los humanos somos complicados, demasiado. En cambio, los personajes son unidimensionales. 

 

Actualmente, gracias al internet, considero que deberíamos de ser más inteligentes, más observadores de lo que ocurre, pero por el contrario, somos más ignorantes. Ocultos tras una pantalla es que podemos insultar o desearle la muerte a una persona simplemente porque no nos gustó la manera en cómo actúa o si nos miró feo. Nos da el libertinaje de confundir situaciones que le pasan a terceros y hacerlos como si fueran para uno. 

 

Esa libertad mal utilizada para hacer lo que nos plazca sin saber o entender que hay consecuencias para nuestras acciones. Los medios se aprovechan de esto para engañar a las mentes débiles que se creen inteligentes. Como ahora en pandemia, muchos salieron a decir que el virus no existe y es invención de los gobiernos o que fueron los papás. 

 

¿Qué situación ocurrió en cada uno de nosotros para dejar de soñar? Yo sé que de sueños no viven las personas (y pongo personas porque si pongo solo hombre como medio para expresar mi idea u unión de hombres y mujeres, alguno de mis lectores se va a sentir ofendido por no poner el famoso “y mujeres”); de la misma manera, no utilizo el supuesto lenguaje inclusivo porque hace perder el peso de mi escrito.

 

Regresando al tema, dejar que los niños sueñen los convertirá en adultos que sepan lidiar con los problemas naturales de la vida. Los hace observadores y capaces de adaptarse a las situaciones más adversas. En cambio, si se les cortan las alas al estarlos bombardeando de inclusiones forzadas, los niños crecerán con un rechazo hacia dicha inclusión. No cuestionarán y crecerán frustrados porque no se supieron adaptar a la vida, a los cambios que pasamos todos nosotros.

 

Le tendrán miedo a la soledad, a conocerse a sí mismos y de lo que en realidad son capaces de hacer porque no tuvieron una guía, ya sea de los padres, de los abuelos, de las personas que los rodean. Por eso, últimamente he visto a niños berrinchudos y exigentes cuando voy al mercado. 

 

Porque al perder esa luz que los orienta y los dejan a su suerte, no saben de las consecuencias de sus actos o si lo llegan a saber, no les interesa. Se forma un desapego hacia todo y no valoran nada. Por eso vemos a muchos chicos y adolescentes (y uno que otro joven adulto), tomarse millones de selfies para subirlos ya sea a Instagram o Facebook, y así generar el falso amor que no pudieron obtener de sus padres. 

 

¿Quiénes son sus ídolos?: un pseudo cantante llamado el conejo malo, los youtuberos que, supuestamente, tienen vidas de lujo e incitan a que sigan sus pasos de irse únicamente por la vanidad. Enseñan a nuestros hijos, a nuestros jóvenes a no esforzarse a renunciar cuando a la primera de cambio no le sale algo o “se tardaron toda la tarde haciendo un dibujo”. Esos youtuberos que pueden hacer de las suyas, cometer crímenes y creerse impunes solo porque tienen miles o millones de seguidores. Te enseñan a que el pasado no importa, como aquel dicho popular que dice: “aquel que no conoce su historia, está condenado a repetirla”. 

 

Cabe aclarar, en el tema de los edificios y monumentos que suelen ser afectados por alguna causa noble como lo son las manifestaciones o en su defecto, por alguna guerra, ese monumento tiene una historia que contar para que tú estés ahí. Ahora entiendo la frase de que si destruyes la cultura de una sociedad, esta muere, porque no hay manera de ver hacia el pasado para ver el futuro. No queremos ver atrás porque entonces sabrán que eso es lo que les viene. Por eso destruyen y pintarrajean edificios y se justifican con que esos edificios no importan. Justamente por la imposición de ideas es que no se detienen a reflexionar: ¿así es como quiero vivir un momento que puede ser histórico?, ¿así es como hay que imponer ideas ante una sociedad que, por culpa de dejar de soñar, me dejo manipular por lo que dicen los medios?

 

Ya no hay sueños, solamente metas por cumplir, objetivos con pasos detallados. 

 

Quitarle los sueños a una generación es lo que ha provocado que ahora se les llame “generación de cristal”. Donde su máxima representante se llame Greta y sea pagada por las corporaciones para infundir un mensaje forzado donde la única retorica que tiene es el miedo. Esta generación que cree que un personaje ficticio, como es el caso de la personaje Uzaki-chan, de la serie de manga japonés, Uzaki chan wants to hang out, se sexualiza a menores, cuando, desde el inicio se menciona que dicha personaje tiene 19 años. Se quejan de que su cuerpo “no es humano, no es natural”, que “es pequeña y de grandes senos”. 

 

Gracias a que se dejó de soñar, no se suele diferenciar la realidad de la ficción, es que hay quejas tan intrascendentes, como la que acabo de mencionar en mis ejemplos anteriores. 

 

Es muy válido tener opiniones diferentes, porque uno termina aprendiendo a que el pensamiento del otro importa. Uno aprende de sí mismo al tener un debate, donde lo importante es justamente eso: ganar conocimiento. Solo que también se ha tergiversado y la palabra debate se volvió una palabra tabú donde el que tenga más argumentos gana; aunque ya el único argumento para dichos debates es quien aguanta más gritando e insultándose.

 

Decir a los niños y a las niñas qué está bien y qué está mal, pero a manera de imposición es algo que sí termina afectando a la larga. En cambio, si se les guía a las nuevas generaciones para que aprendan, en un inicio, las consecuencias de sus actos, los hará hombres y mujeres más libres, a pesar de la imposición de la sociedad. 

 

En cambio, la mal llamada generación de cristal, por los de la generación de cemento, dejó de lado lo más importante, lo mismo que ha logrado la humanidad para aún mantenerse aquí: se olvidó de soñar. Porque ya lo dijo un filósofo (creo que lo es y que “casualmente” no recuerdo su nombre): los sueños de un hombre, ¡jamás tendrán fin!

 

¡Hasta la próxima!

 

#InPerfecto