#InPerfecciones
“La victoria de los imbéciles de la narrativa simplista ha sido posible gracias a la negligencia de los indolentes miopes a los que les acomoda criminalizar a las víctimas.”
Carlos Rosas Cancino / @CarlosRosas_C
carlos.rc@inperfecto.com.mx
Resulta irónico que la narrativa tenga más peso que la ley, de entrada porque la narrativa se construye a partir de un simplismo que entrega de manera digerida y a conveniencia un mensaje, esa es la naturaleza de la narrativa que construye la clase política, un mensaje digerido que va encaminado a generar una opinión que a “botepronto” se mantenga amarrada y sin escarbar entre líneas, porque es lo fácil, porque el interés por documentarse y confirmar los dichos de los “profesionales de la política” requiere no solo un poco más de tiempo, requiere echarse un clavado en todos esos documentos ininteligibles que solo los especialistas manejan; lo mejor es acudir a la versión simplificada de los discursos qué los políticos elaboran para “informar” sobre todo lo que proponen e implementan para beneficiar a los que han depositado toda su confianza en sus manos aunque no se encuentre apegado a la ley.
Sin embargo, el cliché que discursivamente ocupa la clase política cuando se refiere al pensamiento crítico no incluye al pensamiento critico que cuestiona sus procedimientos, ellos hablan del pensamiento crítico como parte de un ejercicio que los lleve a reflexionar tibiamente sobre lo que hacen dentro de sus exclusivos grupos de poder donde todo son palmaditas en la espalda, apretones de manos y sonrisas.
La exclusión del pensamiento crítico que cuestiona a la clase política con datos y realidades se combate con la narrativa de la negación y la descalificación señalando airadamente que quién los cuestiona no es especialista y obviamente no sabe se leyes, se alude a la mayoría que los ha legitimado en las urnas para minimizar las exigencias que por ley se encuentran obligados a cumplir pero que por “mandato del pueblo” están dispuestos a evadir, un político que promete respetar y hacer cumplir la ley se muerde la lengua porque prometer lo que está obligado a respetar representa una falacia que se escucha muy bien en el discurso pero que solo engaña a su audiencia, por eso la narrativa se convierte en parte de ese arsenal demagógico con el que tanto se adorna la clase política, recordemos que nadie ofrece más como el que no va a cumplir.
Pero esa narrativa ha permeado de tan mala forma en el pensamiento generalizado, qué, ha derivado en la propagación de un pensamiento simplista tan perezoso que desdeña todo lo que represente esforzarse un poco más para acercarse a la verdad, se repite tanto aquella frase de “no creas en todo lo que ves y escuchas” que podríamos suponer que todo el mundo posee el criterio y el ánimo para buscar de manera por demás acuciosa confirmar todo lo que ve y escucha; sin embargo, no es así.
Desafortunadamente se prefiere aplaudir al más popular porque si es muy popular debe tener la razón, por eso es muy fácil caer en la espiral destructiva de una narrativa radical que acude al clásico “sin no estás conmigo, estás en mi contra”, por eso es muy sencillo para los merolicos demagogos adoctrinar a los anémicos intelectuales, esos anémicos a los que les encanta todo peladito y a la boca, esos anémicos a los que les encanta la cómoda sumisión a la trabajosa libertad del pensamiento.
La victoria de los imbéciles de la narrativa simplista ha sido posible gracias a la negligencia de los indolentes miopes a los que les acomoda criminalizar a las víctimas porque es lo normal en un país donde siempre ha existido la violencia, en un país donde lo normal es decir que las víctimas de cualquier tipo de violencia se lo han buscado, ya sea porque se van de fiesta, porque salen muy tarde de su vivienda, porque se visten de alguna manera, porque son homosexuales, porque andan en malos pasos, porque salen muy tarde del trabajo o simplemente porque son mujeres.
Esa narrativa es la narrativa fácil, la narrativa que justifica al violento, la narrativa que lo cobija, la narrativa que le permite al agresor serlo por la simpleza de que lo puede hacer porque no habrá una consecuencia, es decir, porque no habrá justicia; y nos encanta la revictimización porque provoca morbo, porque cataloga, porque es más fácil decir que una mujer muere violada y desmembrada porque no se da a respetar, o porque provoca al agresor, eso es más fácil que exigir que el sistema de justicia persiga y castigue al o a los agresores, es más fácil justificar que la violencia viene de otros tiempos a responsabilizarse por la violencia que sigue sin castigarse en este momento.
Por eso los imbéciles retrógradas gustan de exhibir su miserable forma de concebir la violencia porque todo es justificación, nada es responsabilidad, y si alguien ha sido responsable de la violencia en este país ha sido la clase política, la de hoy, la de ayer y la de siempre, la que ha fomentado el status quo del agresor, del delincuente, la que ha pactado con el crimen organizado, la que antepone un interés político a la seguridad de la población, la que se traiciona su discurso, pero tampoco olvidemos que la violencia también la han fomentado todos los que de manera simplista señalan que si siempre ha habido violencia es natural que la sigamos viendo, son los estúpidos que de manera laxa dicen que no hay que exagerar, los que dicen que no hay que ser amarillistas, los que dicen que todo se trata de una campaña de desprestigio en contra del Gobierno.
Por eso cualquier engañabobos se para frente a un atril a escupir que la violencia ha disminuido aunque sea un poco; que mediocre debe ser el político que así justifica su falta de capacidad para dar buenos resultados, solo un cobarde inepto se atreve a tal nivel de cinismo, esa es la narrativa que fomentan las fiscalías, la narrativa de la criminalización de la víctimas, la narrativa de la indolencia, la narrativa de la burla.
En fin, los que hoy dicen que la violencia de género es una exageración solo son el reflejo de la indolencia generalizada, la falta de empatía, la falta de valor para exigir menos discursos y más resultados, son los ineptos que abundan, los mediocres que justifican y los que aplauden al político indolente convirtiéndose en cómplices de todos esos asesinos que reciben indulgencia de parte de toda la clase política que ha implementado la narrativa del terror.