Editorial

Perspectiva de género: unas gafas para mirar mejor al mundo

#InPerfecciones
No se trata de protagonizar un movimiento que no nos corresponde, sino de entender y reconocer nuestro privilegio. Tanto, que estemos dispuestes a renunciar a él.

 

 

Karla Soledad / @kasoledad
k28soledad@gmail.com

 

“Por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres”. Rosa de Luxemburgo.

 

Ojalá frases así no tuvieran que existir. Ojalá los contextos de las mismas tampoco. Ojalá frases del pasado no tuvieran vigencia en el presente, sin embargo se mantienen vigentes porque las condiciones en que surgieron, a pesar que se han transformado, siguen aquí. 

 

La realidad es que empezamos un 2022 en donde las mujeres no somos socialmente iguales a nuestros compañeros varones, ni reconocidas en las distintas maneras en que existimos, ni mucho menos hemos llegado a un punto en el que todas las mujeres que caminamos el mundo seamos totalmente libres. Aún hay un gran camino que recorrer.

 

Si hablamos de las condiciones en las que se manifiesta la desigualdad de oportunidades entre hombres y mujeres y las dificultades que nos vemos forzadas a navegar en un sistema que nos pone en desventaja, podemos mencionar violencia, brecha salarial, carga desproporcionada de las labores domésticas, trabajo no remunerado, educación precaria, y más.

 

Para dar contexto de estas condiciones, la violencia contra las mujeres en México deja un saldo de 26 desapariciones y 10 feminicidios al día. En tan solo 3 años del sexenio actual la tasa de feminicidios ha incrementado en un 4%. Según datos del INEGI 40% de las mujeres mayores de 15 años en México han experimentado violencia por parte de su pareja. De igual manera, 21% ha vivido violencia económica y 18% violencia física también causadas por su pareja.

 

Las labores domésticas ejercen una presión, una carga y un mandato específico sobre las mujeres. Desde hace dos años que inició la pandemia de COVID hasta la fecha, hemos visto esta realidad en nuestros trabajos, escuelas e incluso en nuestras casas. Pensemos en nuestras mamás y el esfuerzo que han tenido que hacer en nuestros hogares con el encierro y las afectaciones que han padecido a partir de ello: cansancio, estrés, dolor físico, etc. El CONEVAL apunta que las mujeres dedican 2.5 más veces (o sea, más del doble) a las labores domésticas que los hombres, sumando un total de 40 días al año en comparación a los 16 días que dedican ellos.

 

La brecha salarial es uno de los temas que más ejemplifica la desigualdad de oportunidades que enfrentamos las mujeres. En México, las mujeres de entre 24 y 44 años viven una brecha salarial del 21%, es decir que nuestros compañeros varones ganan 21% más que nosotras, muchas veces haciendo el mismo -o incluso menos- trabajo, o teniendo el mismo -sino que un menor- rango de liderazgo. México ocupa el primer lugar de brecha salarial de género en una lista de 37 países adscritos a la OCDE.

 

Ante este contexto surge una pregunta polémica que suele detonar debates eternos ¿La lucha por la igualdad de género es una batalla que nos compete solo a nosotras? ¿De qué manera pueden involucrarse las demás personas en una lucha social milenaria y urgente? ¿Deberían involucrarse en lo absoluto? Y si sí, ¿hasta qué punto?

 

Uno de los retos que se presentan de manera constante y que debemos aprender a sobrellevar cada vez con mayor naturalidad, es normalizar la perspectiva de género como una necesidad al mirar el mundo. Unas gafas que todas las personas debemos traer con nosotres todo el tiempo.

 

El error común es creer que esas gafas son moradas, son feministas, y por lo tanto, solo les corresponde llevarlas en el bolso a las mujeres. De esta manera, la perspectiva de género se vuelve un término intimidante que preferimos dejar en manos de quienes creemos son dueñas del mismo.

 

La perspectiva de género no es una propiedad, ni un arma, ni un accesorio, ni mucho menos un juego. No hay que tenerle miedo, ni desconfianza, ni indiferencia. La perspectiva de género son esas gafas que nos ayudan a entender que la realidad de la vida de las mujeres es diferente, más difícil, más violenta y más injusta. 

 

La perspectiva de género es una herramienta que nos ayuda a entender que todas las personas tenemos un impacto directo en perpetuar o transformar esta realidad. Todas las personas tenemos un rol activo en la conversación de la lucha por la igualdad de género. No se trata de protagonizar los movimientos de una población a la que no pertenecemos, no se trata de colgarnos una medallita y auto llamarnos feministas. Se trata de entender y reconocer nuestro privilegio. Tanto, que estemos dispuestes a renunciar a él.

 

Hablar de perspectiva de género es incómodo. Y debe de serlo porque la incomodidad es un indicador que nos confirma si el mensaje que escuchamos resuena en nosotres lo suficiente para cuestionarnos la normalidad en la que vivimos. Si transformamos la incomodidad y entendemos el papel que todas las personas tenemos en la construcción de mejores oportunidades, podremos usar la perspectiva de género como una herramienta de transformación hacia una sociedad más humana, más justa, igualitaria, empática y solidaria.

 

#InPerfecta

 

Fotografía de Vivi Camacho,del archivo fotográfico 8M Latinoamérica