#Cultura
Jamás debemos olvidar de dónde venimos, porque si no
sabremos a donde vamos
Kixpatla es una palabra de origen nahua que quiere decir cambiar de vista y de rostro, es el concepto con el que se puede entender el poder de los adivinos o sabios de las comunidades masewuales del norte del estado de Puebla; también existe otra palabra nimixpatla que significa me cambia la vista, me cambia el rostro cuando las personas experimentan desde lo onírico o el inconsciente una interacción con las entidades no visibles.
Es sin duda, una invitación a adentrarse en la visión cosmopolítica y creación de artistas indígenas, desde la estética y la reflexión invitan a quien quiera a mirarlos, a ser vistos con otros ojos, con otras posibilidades, con otras narrativas y sin duda con otros lenguajes que la vía del arte otorga para ampliar una conversación que, a siglos de presencia en pie de lucha, de resistencia, que sigue viva y más presente que nunca.
Una palabra que reúne desde todos los rincones del continente americano ejemplos de la creación artística que inmersa en una realidad llena de contrastes y problemáticas reales se vuelven parte del dialogo que, desde el mes pasado en el Colegio de san Ildefonso de la Ciudad de México, se presentaron en una exposición presencial que hoy guarda su tránsito por el recinto en un micrositio que se puede visitar permanentemente.
Es el continente americano donde se concentra la mayor cantidad de pueblos originarios en el planeta, tan solo en México existen alrededor de 62 grupos étnicos distribuidos por todo el territorio nacional, principalmente en estados como Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Hidalgo, Puebla, Michoacán, Estado de México, Veracruz y Yucatán; además que se ha reconocido a los afrodescendientes como parte de las comunidades que forman parte de las amalgama cultural del país y es la Ciudad de México, donde mayormente se encuentra reunida la presencia de comunidades indígenas provenientes de casi todos los estados, resultado este desplazamiento interno causado por diversos motivos como la falta de oportunidades, violencia a causa del crimen organizado y la pobreza.
Desde el primer contacto que la cultura occidental tuvo con los pueblos originarios hace más de cuatrocientos años ha sido todo, menos una relación sana en todos los sentidos, los pueblos indígenas han padecido exterminio, persecución, sometimiento, imposición, todo tipo de vejaciones que, en aras de la civilidad, religión, progreso, desarrollo políticas paternalistas de gobiernos convenencieros y asfixiantes, hasta las del rechazo y exterminio masivo más deleznable.
Pueblos de indios, republicas, misiones, comunidades, reducciones, muchas han sido las formas y estructuras con las que se han pretendido reunir a los pueblos originarios, bajo una óptica obsesiva, que impone la necesidad de sustraerlos de su propia identidad y constructo cultural, a un modo de vida que no es correspondiente a su comisión y que se impuso bajo la visión eurocentrista con la que el mundo “civilizado” se construyó, como ideal civilizatorio no solo en el continente americano sino en todo el mundo desde el siglo XIX, generando idiosincrasias racistas y segregacionistas de total rechazo por lo indígena.
El caso de México, la narrativa del discurso nacionalista del siglo XX, tamizó desde el mestizaje a la raíz indígena, como una amalgama donde se trasminó la reminiscencia milenaria cultural del pasado indígena engrandeciéndolo, como sustento de una gran tradición base de la identidad cultural mexicana, más poco se ocupó de entender la complejidad y realidades de los pueblos indígenas, los cuales fueron vistos como artificio, paisaje de un mexican curious, más conveniente para las improntas del viajero y a profundizar el abismo de la desigualdad y fortalecimiento de estereotipos y clichés insultantes.
Los postulados de Tierra y Libertad, emergentes de la revolución mexicana de 1910, el reparto agrario, se convirtieron pronto en discurso más que en una realidad y el asistencialismo social de los gobiernos los hizo objeto y sujeto de políticas que durante las campañas electorales los tomaban como banderas de causas que jamás han sido resueltas.
La última década de la misma centuria sorprendió al mundo y al propio país con el estallido de un movimiento armado, en uno de los estados de mayor presencia indígena, con el EZLN, (Ejército Zapatista de Liberación Nacional), fue un movimiento que abrazó las causas de la lucha indígena como objetivos de su razón de ser, en el discurrir del tiempo vinieron encuentros, caminatas, gobiernos que apostaban a la solución del conflicto en quince minutos, hasta hubo firmas de moda que vinieron desde el viejo continente a enmarcar colecciones de moda urbana con un dejó de rebeldía autentica emergente en las entrañas de la selva.
Sin embargo, al dia de hoy poco o nada la situación ha cambiado, al contrario ahora los problemas de las comunidades indígenas han aumentado y se han agravado, ya no son sólo presa del crimen organizado, la trata de personas, la persecución por defender los recursos naturales donde se asientan sus comunidades, ahora también las grandes trasnacionales de la industria de la moda se apropian de su basta riqueza grafismo, cromática y estética sustentada en cosmovisiones completamente desconocidas por estos emporios que lo único que hacen es beneficiarse de riqueza cultural de pueblos que han mantenido en resistencia y lucha permanente por siglos.
Poco o nada ha sido el cambio en la relación que sostenemos con las personas de origen indígena, el prejuicio es lo que ha marcado la pauta de una compleja historia de discriminación, despojo y maltrato, tampoco es una responsabilidad genuina de autoridades o gobiernos y tampoco se pretende buscar culpables.
En las vías de que se pueda encontrar la respuesta a una nueva relación, el primero de los contactos es el que nosotros mismos tenemos respecto al tema, la sensibilidad y sentido común para entender nuestra esencia indígena tan presente y de que huimos constantemente, aún para cualquiera de nosotros es motivo de insulto que nos digan indio, ansiosamente buscamos el origen de abuelos y bisabuelos blancos anteponiendo ésta a nuestra presencia fisiológica de lo indígena.
No es extraño que exista un organismo dedicado a prevenir la discriminación (CONAPRED), en un país heredero de una gran riqueza cultural con la paradoja de una inmensa tradición de rechazo a lo indígena, moreno, prieto, indio y que actualmente haya una polarización al extremo en el que se entremezclan posturas políticas, preferencias sexuales, orígenes, estilos de vida, comportamientos, un caldo de cultivo en el que lo único que sea visible es la rampante discriminación, rechazo y odio a lo diverso con una reiterada negación a querer aprender al otro desde otra posibilidad de interacción.
Existen lógicas racistas que se aferran y justifican en la estética a ver a las comunidades indígenas como artificio, a usar el color de la piel como decoración para contextualizar realidades completamente alejadas, a seguir viéndolos como mexican curious, fotógrafos, diseñadores, hacedores de contenido en redes sociales, replican modelos de representación basados en el cliché y el estereotipo, usan al otro, asocian al pobre, al indígena, en una afanosa relación de volverlo parte de la decoración como si fuese esa la realidad que debe prevalecer para los pueblos originarios.
La realidad que sucede en México en torno al tema nos pone en una toma de decisiones respecto a esta situación, seguir la ruta crítica de la inconsistencia y la incongruencia de una sociedad que por un lado hace de la inclusión, los derechos de las minorías y el cambio en las relaciones entre personas una necesidad apremiante; o nos damos la real oportunidad de dejar de lado todos los prejuicios y preconcepciones e intentar tener una relación real con una realidad que es de todos.
Sustraernos de realidades carentes de humanidad y conocimiento no puede ser posible si aspiramos a ser una sociedad en transición hacia un proceso de cambio real y visible, es posible si desde la vía del respeto y el honesto interés de informarnos primero antes de emprender cualquier acción. Los pueblos originarios como todos los integrantes de la sociedad tienen sus problemáticas muy específicas en las que son ellos los únicos quienes deben tener que ver.
Nosotros tenemos la responsabilidad de estar atentos a que estas sean atendidas en la medida de lo posible, hacerlas nuestras causas enarbolando banderas que después de un par de horas de protesta bajaremos por sentirnos cansados de una lucha que lleva siglos, de nada sirve y mucho menos aporta, sí ese es el caso de un mal encaminado furor, entonces no seamos parte de una problemática, seamos parte de una nueva interrelación; el arte puede ser la vía, el canal con el que podemos comenzar a cambiar de vista y de rostro para entablar diálogos personales con la estética y la propuesta que nos proponen los jóvenes creadores de los pueblos originarios, repensar, comprender la complejidad de un lenguaje y proceso cultural que sigue vivo, evolucionado y que está dispuesto a ser escuchado.
Sí deseas saber más visita el sitio de Kixpatla en:
http://www.sanildefonso.org.mx/expos/kixpatla/exposicion-digital.html