#InPerfecciones
La vida nos regala una mejor amiga desde que nacemos, o al menos, en el mejor de los casos.
Georgina Valez / @gini_friski
gvt3377@outlook.es
Hay un número considerable de personas que creen firmemente en el dicho “las amigas no existen”, ya sea porque tuvieron una experiencia decepcionante directa con la amistad de una mujer o porque en su entorno tienen a la suficiente cantidad de amistades femeninas falsas. Mucho tiempo pensé lo mismo, hasta que caí en cuenta de que la primer gran amistad verdadera, leal y amorosa que podemos tener la encontramos en casa, la llamamos “mamá”, solo “ma”, o quizás “jefa”, dependiendo que tan igualado seas. Como cualquier otra relación afectiva, nuestra relación con mamá es complicada, aunque esta sí tiene mucho más peso que cualquier otra, son el pilar más importante, me atrevo a decir, en toda nuestra vida. Tienen un poder total sobre nosotros, y viceversa.
No recuerdo algún momento de mi existencia en que no pensará en mi mamá como opción número uno de apoyo, hasta donde sé, ella siempre ha tratado de dar sus mejores respuestas a todas mis preguntas y encuentra soluciones donde yo no las veo, es como si esa señora que a veces veo tan vulnerable por su forma de entregarse enteramente a su familia también tuviera poderes, mágicos, psíquicos, curanderos, o todos juntos. Es la mujer más fuerte que tengo el placer de conocer, fue un momento muy fuerte y de mucha conexión emocional cuando mi mamá me contó su historia de vida en el momento en el que se encontraba dando vida, lo que me hace estar segura de que ninguna mamá debe tener una historia fácil, pues también conozco la historia de mis abuelas, de algunas tías, de mi hermana, de algunas amigas, y todas han sido algo complicado, pero afortunadamente con un buen resultado. Esto me regresa siempre a todas las veces que no logré ponerme en el lugar de mi mamá, que la juzgué, que le grité, que discutí con ella, que la alejé. Jamás voy a entender todo lo que una madre siente por sus hijos y todo lo que va enfrentando con ellos mientras crecen, a menos que yo también me convierta en madre, pero mientras eso sucede, me siento eternamente agradecida por la mamá que me tocó, es mi mejor amiga, mi cómplice, mi consejera de cajón, mi número de emergencias, mi segunda en todo y he logrado definirla por sobre todo como “mi mano derecha”. Ella siempre será la primera muestra que tuve de amor, así como también la más grande y real, la más desinteresada y la más importante que me va a acompañar toda mi vida, incluso cuando ella ya no esté en el mismo plano existencial que yo. Sé que hay casos que no se parecen en nada al mío con mi madre o que ni siquiera se le acercan y es de las cosas más tristes que existen, por eso si tienen un “mamá” en toda la extensión de la palabra, valórenla, y si todavía pueden, denle un abrazo. Ahora yo me encargaré de eso también con la mía.