#InPerfecciones
La negligencia se convierte en la causa de una tragedia en la que existen muchos cómplices, cómplices a los que el número de fallecidos no les duele ni les preocupa.
Carlos Rosas Cancino / @CarlosRosas_C
carlos.rc@inperfecto.com.mx
Si las cosas pueden salir mal, ¿por qué no “esforzarse” para que salgan peor?, la realidad resulta sumamente desgarradora ante los resultados que arroja la corrupción, la ineptitud, la indolencia y el “valemadrismo” con el que se resuelven gran cantidad de temas en los que los principales afectados son y serán siempre los ciudadanos, si, esos ciudadanos que se encuentran a merced de las decisiones de la clase política, decisiones que se ciñen a una serie de cálculos políticos que se encuentran totalmente alejados del pulso de las necesidades de la población.
Los “profesionales” de la política asumen únicamente la responsabilidad de sus actos y decisiones si los resultados representan una ganancia política o económica positiva para una campaña o para reforzar una imagen, es decir, si el índice de aprobación puede repercutir favorablemente en las urnas, lo demás no importa, de este modo es imposible no pensar, por ejemplo, en el tema de la gestión de la pandemia por COVID-19, donde sin duda el esfuerzo por apuntalar una narrativa en la que dicha gestión –incluidos los disparates, mentiras y manipulación- se venda como un rotundo éxito en el que los números rojos son responsabilidad únicamente de la ciudadanía que no siguió las recomendaciones sanitarias, fue el camino que el Gobierno Federal siguió para lavarse las manos.
Aunque en la práctica el desdén por la emergencia y la falta de previsión provocaran una tragedia en la que la falta de insumos, personal y espacios han sido la tónica de una pandemia en la que el esfuerzo de las autoridades de salud en México para que las cosas salieran mal tuvo un éxito indudable, esto, por poner un ejemplo –no menor- que resulta vigente y en el que podemos observar como las autoridades pretenden capitalizar más de 200,000 decesos en año electoral intercambiando vacunas por votos.
La tragedia ocurrida la noche de este lunes 3 de mayo al colapsarse un tramo de la estructura de la línea 12 del Metro –la línea dorada- es el ejemplo contundente del primer planteamiento escrito en esta columna, Si las cosas pueden salir mal, ¿por qué no “esforzarse” para que salgan peor?; una obra que en su momento se capitalizó políticamente para que la “izquierda” mantuviera el poder en la CDMX, a pesar de toda la nube de opacidad que caracterizó la ejecución de la línea 12 del Metro inaugurada el 30 de octubre de 2012.
Los señalamientos del sobre costo o la mala calidad en la ejecución de obra fueron solo parte de la “crónica de una tragedia anunciada”, pero ese episodio se hilvanó con otros episodios donde quedó de manifiesto la crisis que vive el Sistema de Transporte Colectivo Metro; accidentes, incendios, descomposturas, etc. se han convertido en el día a día para los usuarios que pagan un boleto que no les garantiza un viaje seguro de ninguna índole, no pueden viajar seguros por el deplorable estado de los trenes e instalaciones y mucho menos por el relajamiento en las medidas sanitarias que se siguen en ese sistema de transporte que ni Marcelo Ebrard, Mario Delgado, Claudia Sheinbaum o Miguel Ángel Mancera tienen que padecer.
La negligencia se convierte en la causa de una tragedia en la que existen muchos cómplices, cómplices a los que el número de fallecidos no les duele ni les preocupa, porque si en su momento no les interesó poner en riesgo la vida de los usuarios pues en este momento y a casi nueve años de su inauguración que les importa el tema si con seguridad el aparato político y técnico ya se encuentra elaborando discursos atiborrados de demagogia para lavarse las manos y culpar a un trabajador, hablar de sabotaje o simple politización del tema –pensando en el proceso electoral, claro esta-, ocupando el clásico “llevaremos las investigaciones hasta sus últimas consecuencias”.
La negligencia criminal de la que somos testigos afectó a gente trabajadora y a sus familias, gente que esperaba llegar sana y salva a sus hogares y por los cuales no veremos caer a ningún personaje de renombre que salió a tomarse la foto el día de la inauguración o personajes que gestionaron la obra; la insensibilidad en principio para politizar la tragedia abundará en las próximas horas y las investigaciones y reportes técnicos serán tan ininteligibles, qué, este triste episodio es muy probable que se sume a otros tantos episodios de rampante impunidad acostumbrada que se irá diluyendo entre justificaciones y paliativos discursivos.
Recordemos que estamos a casi un mes de las elecciones y en el caso de la CDMX capitalizar esta tragedia con discursos políticos no solo será mezquino, seguramente será la tónica que veremos de frente a la jornada electoral del próximo 6 de junio.
Desde esta columna mi solidaridad con todos los afectados por esta tragedia.