Editorial

VALIDAR LA RABIA

#InPerfecciones
Nos enseñaron que la rabia destruye, nos envenena y se apodera de nuestra bondad. Pero les faltó decirnos que no venimos al mundo a ser buenas. 

 

Karla Soledad / @kasoledad
k28soledad@gmail.com

 

La rabia en mi cuerpo enraíza las plantas de mis pies y prensa mis puños. Se anuda y se endurece mi estómago. Me duele el pecho y escucho en mis oídos el palpitar de mi corazón. Siento piedras en la garganta, se quiebra mi voz. Me sube la sangre a la cabeza y puedo sentir la presión con la que corre por mi cuerpo. Puedo tocar el rojo de mis mejillas y la tensión en mi rostro. Me arden los ojos y me tiemblan los labios. ¡Siento que estallo! ¡Siento que lo rompo todo! 

 

Aún así, la impotencia de contener la rabia me consume más que la rabia misma. Me ahoga el grito que aprendí a tragarme, me queman las lágrimas que me enseñaron a contener. Crecí creyéndome la historia de que la ira no resuelve nada, que enojarme me provoca arrugas y que el que se enoja, pierde.

 

No te enojes, cálmate. No te enojes, no es para tanto. No te enojes, qué exagerada. No te enojes, no aguantas nada. No te enojes, ya vas a empezar. No te enojes, no son formas.

 

Aprendí a tragarme el enojo y respirar tres veces antes de hablar, pues para ganarme respeto debía adoptar las normas que la sociedad define como apropiadas y comportarme como una persona civilizada. No sería sino hasta mis veinticinco años que entendería que el respeto lo debería tener ganado por el simple hecho de existir, que esa sociedad en realidad se llama patriarcado, y que el comportamiento civilizado se me exige no por mi condición de ser humano, sino de ser mujer.

 

El patriarcado nos quiere políticamente correctas, burocráticas y zen. Al patriarcado no le gustamos molestas, le incomodamos cuando nos enojamos y le asusta tanto cuando decidimos expresarlo, que se empeña en ridiculizarnos y usarnos como ejemplo del daño que causa la ira. A su juicio, las mujeres enojadas somos las locas, las cavernícolas, las reprimidas y las villanas.

 

¿Y si resignificamos la rabia? ¿Y si dejamos de rechazarla? ¿Y si la dejamos fluir en nuestros cuerpos? ¿Y si la abrazamos? Nos enseñaron que la rabia destruye, nos dijeron que la rabia es como un ente ajeno a nosotras que nos carcome, nos envenena y se apodera de nuestra bondad. Pero les faltó decirnos que no venimos al mundo a ser buenas. Que la rabia no es ajena, es parte de nosotras, surge desde adentro y es otra cara de nuestro pleno ser. 

 

Validar la rabia es revolucionario. Validar la rabia es político. Validar la rabia es libertad. Abrazarla nos permite la catarsis de dolernos por los males que aquejan al mundo y al resignificarla tenemos la oportunidad de convertirla en una fuerza creadora y artística. Entendemos que la rabia no es el grito ahogado, sino la potencia para gritar nuestra verdad.

 

Crecí aprendiendo a estallar hacia adentro, pero decidí apropiarme de las llamas, no me quemo. Soy fuego.

 

#InPerfecta