Sexualidad

Diario de un incesto, la prohibición que envuelve un placer

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Leer a Anaïs Nin implica la aventura a través de las prohibiciones eróticas y la evidencia del placer en cada una de ellas. Diario de un incesto es una de sus obras explícita que permite degustar su atrevida feminidad.

 

Diana Villamarin P / @dianitavp_
dianitavp@outlook.com / sexualidad@inperfecto.com.mx

“Una vez nos sentamos bajo el sol llameante, solos en el jardín. Se sentó delante de mí. Observó que una de mis medias estaba arrugada. La estiré y me ajusté la liga. El espectáculo lo estremeció. Me mostró su pene, tenso. Me pidió que me levantara el vestido. Lo obedecí y empecé a ondularme, moviéndome como si esperara que me alanceara. Cuando ya no pudimos resistir más la excitación, fuimos a su habitación, me tiró sobre la cama y me tomó por detrás […] Empiezo a mirar con atrevimiento, cara a cara, mi amor incestuoso”
Leer sobre un incesto, no es una acción buscada ni frecuentemente aceptable para muchas personas, pero en las descripciones de Anaïs Nin, una escritora naturalmente erótica que se expresó sobre la sexualidad y vivió su libido del modo más libre posible, cada lector se pierde entre sus deseos, se despierta ante sus insinuaciones y sobre todo se derrite con tales confesiones. Son muy pocos los escritos que logran dejar en tal evidencia el pensamiento y proceso amatorio de una mujer, al exponer con precisión y muy abiertamente los aspectos físicos de las relaciones amorosas y todo el espectro de sus ramificaciones psicológicas pero es ella, quien buscó la libertad de actuar desde sus deseos sexuales y emocionales con la misma libertad y abandono que los hombres siempre han reclamado para ellos Lo que la hace digna de admiración y reconocimiento.

Cómo es bien sabido en las Reseñas biográficas de ella, cuando empezó a publicar fragmentos de su diario en 1966, los aspectos más excesivos de su vida fueron eliminados, aun cuando era evidente que podría haberse dicho más de lo que apareció entonces respecto a muchas de sus relaciones, con Henry Miller, su esposa June, Antonin Artaud, sus psicoanalistas René Allendy y Otto Rank o la más intensa de todas ellas: el incesto con su padre. Así en los diarios expone con la justa medida de quien vive al extremo y se concede sus gustos de fantasía, toda la parte omitida en publicaciones anteriores, desde esa decisiva y oscura transgresión que subyace en una mente tan aparentemente libre de ataduras y prejuicios hasta la culpabilidad, Incesto desvela a Anaïs Nin, sin máscaras ni secretos, aunque en el fondo permanezca misteriosa y quizá inexplicable.

Dicen que nada excita tanto como lo prohibido, y es que leer esta historia es un intenso viaje por la narración natural del derecho por satisfacer instintos y caprichos carnales. Anaïs Nin (Neuilly-sur-Seine, Francia, 21 de febrero de 1903 – Los Ángeles, 14 de enero de 1977) fue una mujer convencida de su libertad, de allí que se permitiera vivir un continuo escándalo amoroso, consciente de que: “En el momento de amar, la cara se exalta, se transforma completamente (…) por el erotismo”

Ahora bien, cabe destacar que diarios se iniciaron como una carta dirigida a su padre, con quien no tuvo contacto durante 20 años. Por aquellos tiempos Anaïs Nin, con 19 años, probaba suerte como modelo y como bailaora flamenca, en la Cuba donde se crió y donde contrajo matrimonio con el banquero Hugh Guiler, con el que se marchó a vivir a París y fue su marido oficial hasta su muerte, su sostén económico y su puerto seguro donde de cuando en cuando anclaba la errática nave de Anaïs. Con él, su alma intrépida se aburría pero a la vez le permitía saltos de vértigo como el que dio tras la lectura de D. H. Lawrence, que la convenció de hacerse escritora y así dejarnos al goce lector, los mejores relatos eróticos.

 

 

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