Sexualidad

En el octagésimo aniversario de la muerte de Sigmund Freud.

#Sexualidad
Sigmund Freud (Príbor, 6 de mayo de 1856 – Londres, 23 de septiembre de 1939), “Padre del psicoanálisis”, médico y neurólogo austríaco que revolucionó los métodos psicológicos de la época victoriana con conceptos como el Complejo de Edipo y La sexualidad infantil.

 

 

Cesar Valencia de la Fuente
cvalencia83@live.com.mx 

Blanca Sánchez Rangel
blancasanchezrangel@gmail.com 

 

 

rosario.aguilar@inperfecto.com.mx

 

Hace ochenta años, un 23 de septiembre falleció el llamado padre del Psicoanálisis Sigmund Freud en Londres Inglaterra. Sin lugar a dudas uno de los personajes más influyentes y controvertidos  de la era moderna, la cual se caracteriza por poner un énfasis en el progreso logrado vía la ciencia. Justo en esto último es que se da la controversia con respecto a sus aportes ya que se distanciaron de la visión del ser humano que hasta aquel momento se iba construyendo a partir de pensar a la razón como la principal y más importante característica con la que contamos.

En términos muy esquemáticos, existen dos cuestiones que guían y son constantemente elaboradas a lo largo de la obra freudiana, el primero tiene que ver con el inconsciente como una dimensión propia del ser humano pero más allá de su control, y por otro lado, el lugar que da a la sexualidad como motivación en las acciones que realizamos.  Es éste último punto, la sexualidad, lo que más controversia generó por ser una herida narcisista a la imagen del “hombre civilizado” que era tan admirada por la mayoría de los pensadores del s. XIX.

Para Freud la sexualidad no podía ser definida como un concepto, sino más bien quedaba englobada en lo que en la sociedad europea del s. XIX se entendía como sexualidad con respecto a cuatro nociones principales: la diferencia de los sexos (hombre y mujer), lo relacionado con la ganancia de placer,  la función de la reproducción, y a aquello que por indecoroso suele mantenerse en secreto, es a partir de esta combinatoria que Freud emprende su exploración por lo sexual. Queda claro entonces que al hablar de sexualidad el padre del Psicoanálisis no se refiere exclusivamente a la relación coital, muy por el contrario, quizás uno de los primeros planteamientos en su camino fue reconocer la amplia diversidad de prácticas sexuales que eran ejercidas por sus neuróticos. Además de esto, señaló de manera enfática que la satisfacción sexual podía procurarse en la fantasía, haciendo patente que lo placentero en el orden del sexo consiste en la variedad de objetos (partes del cuerpo) utilizados para el goce sexual, o incluso que el escenario de satisfacción fuera una fantasía.

Antes de seguir es necesario aclarar que la concepción que Freud tenía acerca de qué sería perversión y qué no dentro de las prácticas sexuales, sería una sola cosa: todo aquello que no tuviera la finalidad de coito-reproducción, caía dentro de las prácticas perversas, es decir, que la perversión en ese sentido englobaría prácticas tan inofensivas como los besos, hasta aquellas más controvertidas como el fetichismo.  Difícilmente se podría señalarse al vienés como un puritano por esta clasificación ya que reiteró en diversas ocasiones que esta categorización le permitía hacer más evidente lo proscritas que resultaban para el hombre común las prácticas sexuales.

El interés por teorizar las prácticas sexuales en un marco científico no surge con Freud, por ejemplo, en varias de sus elaboraciones se retoman los trabajos del dermatólogo y psiquiatra alemán Iwan Bloch a quien muchos consideran el padre de la sexología y más conocido por haber publicado de forma inédita y bajo un seudónimo “Los 120 días de Sodoma” del Marqués de Sade. Freud retomó de Bloch sus investigaciones en las cuales afirmaba que las prácticas perversas habían sido registradas en toda época y en toda clase de pueblos a lo largo de la historia; en muchas ocasiones con una aceptación general en el orden social de estos pueblos. Freud quería hacer notar que algo en el orden social de los vieneses del s. XIX participaba de la concepción de desviación que tenían ciertas prácticas sexuales.

Para llevar a cabo su trabajo, Freud tomó como tarea encontrar la relación que en la teoría psicoanalítica tendrían las perversiones con la sexualidad normal, encontrando el nodo en la sexualidad infantil, idea revolucionaria para su época y aún para la nuestra en donde solemos pensar la infancia libre de inquietudes sexuales o con una relación completamente inocente con respecto a su propio cuerpo. Al pensar en la sexualidad infantil, el psicoanalista pondera que al no tener la posibilidad de la reproducción, el niño tiene prácticas sexuales dirigidas a otras formas de obtención de placer que compartimos incluso en la vida adulta, como la satisfacción por medio de nuestros labios en diversas acciones. Lo que Freud encontró ahí fue la satisfacción que implica cumplir con las funciones corporales, la satisfacción que para nosotros los seres humanos implica hacer uso de nuestro cuerpo aunque parezcan cuestiones meramente fisiológicas. Lo que se recalca de la sexualidad infantil es que en muchos de los usos de nuestro cuerpo está presente la sensación de placer.

¿Qué fue lo que le indicó a Freud buscar en la sexualidad infantil? Los síntomas y memorias de sus histéricas y neuróticos, los cuales eran relatados como una experiencia de la vida infantil y que estaba cargada de una clara energía sexual. La siguiente observación que hizo Freud fue a partir de mirar directamente junto con sus colegas a los niños en su cotidianidad, de ahí elucidó lo que llamo la sexualidad infantil. Una vez más no fue el primero en señalar que los niños tenían sexualidad, sino fue el pediatra húngaro S. Lindner quien señalaba que las conductas de succión del dedo de los bebés guardaban una profunda semejanza, en contexto y acción, con una práctica sexual. Freud sabía del rechazo que provocaban sus ideas en pediatras y pedagogos, y de hecho hizo una de sus críticas más puntuales a la cultura, diciendo que la sociedad ha tomado como tarea “domeñar la pulsión sexual vía la pedagogía” teniendo como meta “hacer asexuada la vida del niño”, con lo que pone en el ojo de ésta crítica el papel represivo que la sociedad moderna ejerce sobre lo sexual y al mismo tiempo sin proponer una sociedad libertina como antes de él lo hizo el Marqués de Sade.

Una de las principales cuestiones por las que Freud se vuelve importante para nuestra cultura es lo crítico que resultan dos de sus afirmaciones que hace a partir de sus trabajos acerca de la sexualidad. Primero, que aquello que se llama educación no sólo tiene bondades, sino que lleva el germen civilizador de aquello que para la sociedad resulta inasimilable como lo es el amplio panorama de la diversidad sexual. Lo segundo,  es la extensión que hace de la sexualidad incluyendo a las perversiones y a la vida sexual del niño, recalcando que una visión que no incluya a estas dos sólo es una visión restrictiva y normalizadora de la sexualidad. Un interés por no saber acerca de ella.

Una vez más, y en el marco del octagésimo aniversario de la muerte de Freud, la lectura de sus textos nos invita a renovar el poderoso espíritu crítico que siempre tiene hablar de sexualidad.