#InPerfecciones
“El amor es la fuerza más humilde, pero la más poderosa de que dispone el mundo.” –Mahatma Gandhi.
Maikel Ansted Hoffmann / @AnstedM
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Después de los acontecimientos naturales de septiembre de hace 3 años (2017) y después, también, de los hechos sociales y políticos que han derivado después de las elecciones de 2018, y durante esta pandemia que está azotando al mundo, es justo plantearse un interrogante que ojalá nos llegase a inquietar y produjese en nosotros un cambio de actitud o una motivación suficiente como para seguir adelante. En efecto, me pregunto: ¿Cuál ha sido el papel que he jugado en relación a mí mismo y a mis semejantes desde hace 3 años? Siento que la vida nos ofrece de vez en cuando la oportunidad de reflexionar sobre asuntos que van un poco más allá de lo meramente cotidiano.
Por lo mismo, dudo que la gran mayoría de los habitantes de esta gran ciudad hayan pasado por alto la situación que hemos vivido todos desde el terremoto. Volviendo a la pregunta inicial, la respuesta que cada uno puede dar ante su conciencia debería ser suficiente como para transformar su vida, pues responde a una inquietud demasiado importante como para dejarla de lado. Se trata por una parte de responder ante la propia conciencia y, por la otra, se trata de analizar la relación existente entre cada uno de los habitantes de la Ciudad de México. Nos quejamos muy a menudo y con mucha razón de la pérdida cada vez más frecuente de valores y actitudes humanas, calificamos a nuestra capital de inhumana y nos deprime el hecho de perdernos dentro de una masa enorme y anónima. Sin embargo, la actitud que tomó la gran mayoría de los ciudadanos, hace 3 años en apoyo de rescate, centros de acopio, etc., mostró un elevado índice de solidaridad.
Durante los días que siguieron al terremoto pudo observarse que quien deseaba ayudar podía hacerlo. No importaba religión, condición social o profesión. El sexo y la edad no importaron tampoco y, mucho menos, el credo político. Ahora, durante la pandemia podemos apoyar a fundaciones y hospitales, con comida, juegos de mesa, donativos económicos, etc.
Así pues, si en esos días del terremoto la Ciudad de México parecía hermanada y de hecho así lo estaba, ¿por qué poco a poco parece ir perdiéndose esa solidaridad inicial? ¿Por qué esa fuerza que nos unió va desvaneciéndose hasta perderse y dar entrada nuevamente a sentimientos de competencia y hostilidad? Que somos egoístas es cierto, pero cada quien sabe en su conciencia, que la bondad y el amor aún existen, si no es así, ¿qué fueron entonces esos sentimientos mostrados en aquellos días?
Ahora bien, hay una parte de la pregunta inicial que hace alusión a la relación de la persona consigo misma. Quizá el terremoto, y ahora la pandemia, son las oportunidades para tomar conciencia del sentido que puede tener el propio existir, para sacarnos un poco de la rutina y hacernos ver una realidad un tanto olvidada. Es cierto que la vida es relación con los demás, pero también lo es que cada uno de nosotros posee una existencia a la cual necesita encontrarle un sentido, un objetivo. Cada quien debería aprovechar estos momentos para reconstruir su propia vida. En efecto, ¿qué importancia tiene volver a levantar lo caído si quienes vivimos no somos capaces de encontrar un significado a nuestra existencia?
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Saludos, un abrazo virtual.
#YoMeQuedoEnCasa