#InPerfecciones
¿Y que sucede con los jóvenes?, sucede que el escenario económico, social y político en México resulta poco halagüeño
Carlos Rosas Cancino / @CarlosRosas_C
carlos.rc@inperfecto.com.mx
Esgrimir las frases “ya no es como antes” o “antes era mejor”, de inmediato nos remite a un estatus de “adultez” sin remedio en el que se opta por dar la razón a la vieja escuela con la que se creció en los ámbitos familiar y escolar, esa vieja escuela que se creía estaba mejor preparada para educar –o amansar- a jóvenes para que fueran útiles a una sociedad anquilosada en un discurso de buenas formas y costumbres en las que ser niño, adolecente o simplemente joven era causa de discriminación o descalificación.
Tenemos que aceptar que somos una sociedad sumamente disfuncional y tóxica que bajo la creencia del rigor posguerra normalizó la violencia, represión y el silencio obligado de las generaciones que por naturaleza impulsan el cambio en el pensamiento y las formas ultra conservadoras de lo políticamente correcto, y si bien es cierto que existen ejemplos de vida extraordinarios que sobrevivieron a esas épocas “victorianas” que se atrevieron a romper con el paradigma y fomentar el cambio de pensamiento, desafortunadamente la falacia “ad populum” se aferró a sostener que la letra –y las costumbres- con sangre entran.
El suicidio de la estudiante del ITAM Fernanda Michua debido a presión escolar ha puesto sobre la mesa elementos en los que se debe reflexionar a profundidad no solo por el estado emocional en el que se encuentra la juventud estudiantil en México, aspecto que si bien forma parte de los protocolos escolares, existe una continuidad en tratar de mantener en las sombras el hecho de asistir o buscar apoyo emocional para no parecer débil ante los demás. ¿Y que sucede con los jóvenes?, sucede que el escenario económico, social y político en México resulta poco halagüeño, aspectos como carencia, violencia, discriminación, descalificación y ausencia de respaldo emocional terminan por minar la expectativa de las generaciones a las que se les exige estar ultra preparadas para enfrentar los desafíos futuros, lo cual resulta cierto porque es un gran desafío y presión saber que se tendrán que enfrentarse a buscar soluciones a todo eso que simplemente las generaciones que una vez fuimos la esperanza nos dedicamos a descomponer.
La coyuntura generacional provocada por “demostrar” quien es moralmente superior en función de haber soportado mejor la violencia ejercida por un sistema social y educativo sumamente impositivo deja de manifiesto que es necesario revisar y reflexionar sobre las formas con las que se busca dotar de herramientas a las nuevas generaciones porque en definitiva el camino de la denostación a la exigencia del inalienable derecho a vivir en paz no es la solución. Ha quedado demostrado que detrás de esa supuesta fortaleza que tienen las generaciones que lograron llegar al sitio desde donde señalan a los débiles, existe un rencor muy profundo por lo que suponen es un privilegio de las “generaciones de cristal”, y la verdad es que la actuación de esa generación “emocionalmente superior” ha dejado mucho que desear pretendiendo que los jóvenes se desenvuelvan exitosamente en un mundo lleno de violencia y muy pobre económica y socialmente.