#InPerfecciones
La pregunta totalmente legítima ¿qué tipo de tragedias serán necesarias para que México salga del letargo? Debemos entenderla no solo como un reclamo al Gobierno.
Carlos Rosas Cancino / @CarlosRosas_C
carlos.rc@inperfecto.com.mx
El asesinato de integrantes de la familia LeBarón el pasado 4 de noviembre no solamente es causa de consternación y pena, el hecho se vuelve más complejo de digerir cuando se ven implicados menores de edad, pero tambien éste lamentable suceso ha puesto sobre la mesa elementos que deben de reflexionarse. El eterno pendiente de la seguridad en México y la penosa costumbre de revictimizar a los afectados por un hecho violento.
La trascendencia del caso LeBarón ha exigido especial atención de la Cancillería por la cercanía de una catalogación como grupos terroristas de los cárteles mexicanos de parte de Estados Unidos y que pone en la palestra aspectos más profundos de una relación que en la superficie parece muy tersa pero que en lo íntimo tiene una historia muy ríspida. Tráfico de armas, de drogas, espionaje, presión diplomática, amenazas, etc. han sido los ingredientes que componen el caldo de cultivo de las relaciones entre México y Estados Unidos.
En México, la construcción social del caso LeBarón tiene dos aristas muy marcadas, una que engrosa la exigencia de una eficaz estrategia de seguridad que abone reparar el sentimiento de temor que se ha hecho costumbre en el imaginario y que es tendiente a la normalización, sin embargo, no es admisible tener que aceptar cada día cifras que van robusteciendo los terribles números de muertos y desaparecidos. Por otro lado en una tendencia no menos terrible, el escarnio público de parte de un sector hacia la familia LeBarón acusándolos de traición a la patria, señalando y censurando su origen, costumbres y prácticas personales que se desvían del hecho que se visibilizó como una estampa dantesca de la falta de límites que no le ha impuesto el Gobierno Federal al crimen organizado.
El discurso que la familia LeBarón llevó al Senado de la República posee puntos muy sensibles que no deben ser ajenos para nadie, la pregunta totalmente legítima ¿qué tipo de tragedias serán necesarias para que México salga del letargo? Debemos entenderla no solo como un reclamo al Gobierno, también debemos entenderla como un reclamo hacia la sociedad civil que necesita agruparse en la exigencia de una estrategia de seguridad palpable, lejos de la demagogia, lejos de la simpatía por un proyecto de Gobierno que necesita urgentemente un ejercicio de autocrítica. Resulta inaceptable que se esté esperando el final del año para conocer las cifras de muertos y desaparecidos para saber si efectivamente fue el año más violento como si todo fuera tan normal como una simple estadística. Ese “humanismo” que se ciñe a los abrazos y a las estadísticas se suma a un nacionalismo mal entendido que se atreve a revictimizar a los afectados y diluir a la justica en procesos ineficientes que se rellenan con discursos ofensivamente optimistas.
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