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El Lazarillo de Tormes

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La infancia y las aventuras del pillo en el Lazarillo de Tormes son sólo una excusa del autor para exponer el determinismo social  y la falsa moral de la época.

 

Fernanda S. Weffru
fernanda.s.weffru@inperfecto.com.mx

 

Hablemos hoy de La vida del Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades (donde —poniéndonos realistas— fortunas hay muy pocas, adversidades las que quieras).

 Anticipándose a la novela moderna que inaugura Cervantes con su Quijote, nace el Lazarillo de Tormes en la transición española del Renacimiento al Barroco convirtiéndose en la primera novela picaresca, la cual adquiere este título al contar las peripecias vividas por un pícaro en primera persona. Con un formato epistolar muy innovador para la época, comienzan estas aventuras que el Lazarillo cuenta, tratado por tratado, a vuestra merced —de quien no sabemos ni sabremos casi nada— desde su infancia hasta su juventud entre dramas, enjundia y risas.

Por ahí del Siglo XVI, una España acostumbrada a las historias de caballeros centra entonces su atención en un pillo que madurará y se enfrentará a la vida que le tocó vivir por el simple hecho de haber nacido en el seno de una familia humilde. A estas alturas, nadie desconoce que en aquellos tiempos si nacías pobre, morías pobre, ¡bienaventurados los nacidos en cuna de oro! Nuestro protagonista vive de primera mano los problemas que conlleva nacer en una familia con poca suerte, es testigo de los empleos deplorables de su padre, su destierro y su pésimo sentido común al pensar que la guerra era una solución favorable. Por otro lado, su madre Antona, quien es cocinera y limpia casas —y prostituta, que aunque no se menciona textual, se insinúa—, después de enviudar termina por enamorarse del hombre equivocado que la involucra en situaciones que la sobrepasan obligándola a trabajar junto con Lázaro en una posada. Recordemos por favor que nuestro pillo es un niño que se ve obligado a trabajar para sobrevivir, siendo precisamente esto lo que inevitablemente lo hace madurar. 

Si bien el primer tratado es una introducción, también nos hace saber que algunas de las cosas narradas podrían herir susceptibilidades, casi casi advirtiéndonos que la lectura es bajo nuestro propio riesgo, pues seguramente repercutirá en nuestro pensar-sentir dependiendo del lector. Todo un chismorreo contado por un pícaro que nos muestra las cosas como son, no como las pintaban en las historias de batallas ganadas por caballeros gloriosos. Demuestra la existencia de personajes marginados, el desplazamiento que sufren dentro de la sociedad y la violencia con la que esta gente creció. Este determinismo social fue bien recibido en su momento por los de clase social baja porque ¡al fin alguien estaba hablando de ellos! De la crudeza con la que tenían que enfrentarse día con día.

El que sea un libro que narra la infancia de un pícaro resulta ser una mera excusa para exponer la decadencia de la realeza y la burguesía, la corrupción en el sistema judicial, los marginados, la hipocresía de la iglesia y los religiosos de falsa fe. Porque esta literatura no es para nada infantil, cuando uno es adulto y se topa de nuevo con este libro se da cuenta de lo morboso que puede llegar a ser y que quiere demostrar que la injusticia social es responsabilidad de la misma sociedad (ojo que no suena como un anacronismo, ¿no? ¡hay que vernos ahora!). 

Conforme uno avanza en la lectura se espera que la suerte de nuestro Lázaro mejore, pero desde el ciego hasta el Buldero, nos damos cuenta de que esto no pasará. La vida con cada uno de sus “amos” le deja enseñanzas de lo cruel y cruda que suele ser ésta, desde el que no tranza no avanza hasta no todo lo que brilla es oro, porque desgraciadamente nuestro Lázaro aprendió todo esto y más porque con quien lobos anda, a aullar aprende. 

Y usted, querido lector, me va a decir “oye, pero las risas no faltaron”, pues sí, muy divertido todo lo que el pobre vive, pero detenerse a ver que cuando no le llueve le llovizna y aún así le quedan bondad y algunas otras cualidades de infante uno se pone a reflexionar. Hay que saber leer entre líneas para descubrir el porqué no debería ser gracioso reírse cuando Lázaro rompe sus zapatos y no puede con el trote al fraile. Uy, si por eso la iglesia estaba tan molesta con El Lazarillo de Tormes, ¿¡cómo era posible que el pueblo leyera esto!? ¿No adivinas el porqué?, bueno, te invito a leer el libro para que descubras a lo que me refiero, dependerá de ti decidir si Lázaro tuvo su final feliz o no… ¿Moraleja de la novela? Por más dinero que tengas, si no tienes valores, no cambiará quién eres. Aunque viéndolo bien, esta novela no tiene moral, ¡en fin! …picaresca. 

Gracias a la naturaleza realista de la novela se nos permite identificarnos mejor con alguno de sus personajes o entenderlos, como dije antes, estos problemas no están nada alejados de nuestra propia situación actual. ¿Cuántos niños hoy en día no se ven obligados a trabajar para salir adelante, para estudiar, para ser alguien, ¡para sobrevivir!? Ya no hay escuderos, frailes o hidalgos que se aprovechen de las situaciones, pero los niños siguen enfrentándose —con toda la inocencia del mundo— a personas con las mismas características que la de los personajes de la novela. Por favor, no olvidemos que, aunque la literatura no sea más que ficción, sigue siendo un reflejo de la realidad.  

 

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