#Sexualidad
“Al fin, cuando se ha precipitado fuera de los nervios la pasión acumulada [se refiere estrictamente al semen], se produce una pequeña pausa del violento ardor por poco tiempo.” Lucrecio.
Rosario Aguilar
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Lucrecio (Titus Lucretius Carus, c. 99 a C.-c. 55 a.C.) filósofo y poeta nacido en Pompeya, hay pocos datos de su vida, se sabe que pertenecía a una familia aristócrata, y que murió cerca de los 40 años, al parecer se suicidó, tenía la idea de que el ser humano solo es materia, pero nada lo hace sufrir tanto como el amor.
En el siglo XV fue redescubierto su escrito “De la Naturaleza de las cosas”
En una época en el que las fronteras conocidas hasta entonces comenzaban a ensancharse y las maravillas del mundo recién descubierto encajaban bien con la filosofía de un poema despojado de dioses y demonios: truenos y relámpagos, nubes, constelaciones trombas y terremotos eran prodigios explicables sin Júpiter. Un sin dios de fenómenos atribuibles sólo a la naturaleza. Sus versos nos dicen que tanto las criaturas humanas como las estrellas comparten el mismo material, un barro de partículas en un movimiento sin fin que determina su vida y su muerte.
Lucrecio, le dedica al amor físico en los versos de La naturaleza de las cosas en relación al coito: “Al fin, cuando se ha precipitado fuera de los nervios la pasión acumulada (habla del solo del semen) se produce una pequeña pausa del violento ardor por poco tiempo. Luego vuelve la misma locura y retorna aquel furor, cuando ellos mismos se preguntan qué desean alcanzar, y no pueden encontrar el medio que venza este mal: hasta tal punto inseguros se consumen en su herida oculta”.
“…. estriba, pues, toda naturaleza,
En dos principios: cuerpos y vacío
En donde aquellos nadan y se mueven”
“… Movidos en medio de vacío
Los principios es fuerza que obedezcan
O a su gravedad misma, o al impulso
Quizá de causa externa…”
Para Lucrecio existen dos clases distintas de amor, como una diosa con dos rostros, de un lado un amor furioso, apasionado de esos que arrebatan en pasión y la otra cara sólo la calma, solo el deseo de apagar el arrebato, sin una entrega completa.
En un lenguaje rebuscado, buscando comprender el amor en el sexo ante las necesidades de la misma naturaleza.