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Exceptuando los capiteles, las columnas corintias poseen las mismas proporciones que las columnas jónicas; pero la altura de sus capiteles consigue como resultado una mayor elevación y esbeltez de las columnas.
Carlos Rosas C / @CarlosRosas_C
carlos.rc@inperfecto.com.mx
Bienvenidos al Libro Cuarto del tratado de los Diez Libros de Arquitectura de Vitruvio Polión, donde explica el origen de los órdenes y el conjunto de reglas que siguen, definitivamente conocer estos detalles no solo nos transporta a ese lugar donde la elección de elementos y su construcción se llevan a cabo. Sigamos con mucha atención las palabras y recorrido que nos da el autor.
LIBRO CUARTO
INTRODUCCIÓN
Al haber observado, ¡oh Emperador!, que muchos autores nos han legado unas normas de arquitectura y unos volúmenes desordenados y apenas esbozados de comentarios, como si fueran partículas errantes, he pensado que era conveniente y muy práctico reconducir previamente todo el conjunto de estas enseñanzas a una regulación definitiva y, a la vez, desarrollar las propiedades formuladas de cada uno de los distintos órdenes, en un libro propio y diferente. Así pues, ¡oh César!, en el primer libro te puse de manifiesto lo referente a las dotes y funciones del arquitecto, así como la conveniencia de estar instruido en diversas ciencias.
En el libro segundo traté sobre la provisión de materiales aptos para la construcción de edificios, y en el tercer libro expuse la distribución de los templos sagrados, sus distintas clases, la estructura precisa y los diversos órdenes de los templos; de los tres órdenes he mostrado ya las exactísimas cantidades de módulos que posee, en sus proporciones y en sus normas, el orden jónico; pasaré ahora a tratar, en este libro, sobre el conjunto de las reglas de los órdenes dórico y corintio y expondré tanto las diferencias como las propiedades específicas de cada uno de ellos.
CAPÍTULO PRIMERO
EL CAPITEL CORINTIO
Exceptuando los capiteles, las columnas corintias poseen las mismas proporciones que las columnas jónicas; pero la altura de sus capiteles consigue como resultado una mayor elevación y esbeltez de las columnas, porque la altura del capitel jónico es una tercera parte del diámetro de la columna, mientras que la del capitel corintio es igual al diámetro del fuste de la columna. Como posee, en consecuencia, añadidas dos partes del diámetro de la columna, el capitel corintio consigue, con su mayor elevación, que la columna entera ofrezca un aspecto más esbelto y grácil.
Los restantes elementos, que se superponen sobre las columnas, quedan dispuestos en las columnas corintias o bien guardando la proporción de las columnas dóricas, o bien de las jónicas, debido a que el orden corintio no poseía una disposición propia y exclusiva de la cornisa y del resto de adornos, sino que los modillones quedaban colocados en las cornisas y las gotas en los arquitrabes como en el estilo dórico; o bien se reparten los frisos adornados con esculturas, molduras y cornisas siguiendo las normas del orden jónico.
De este modo, como resultante de los dos órdenes, se genera un tercer orden, interponiendo un nuevo capitel. La denominación de dórico, jónico, corintio surge precisamente a partir de la composición o estructura de sus columnas; la primera y más antigua de las tres es la columna dórica. En Acaya y en la totalidad del Peloponeso ocupó el trono Doro, hijo de Heleno y de la ninfa Phthia; el mismo Doro levantó en la antigua ciudad de Argos el templo de Juno; un templo que en su aspecto respondía casualmente a este orden. posteriormente, se levantaron más templos de este mismo orden en otras ciudades de Acaya, cuando aún no se habían fijado las medidas de sus proporciones.
Luego, cuando los atenienses, obedeciendo los oráculos de Apolo en Delfos y de común acuerdo con la totalidad de Grecia, fundaron trece colonias, en Asia, a un mismo tiempo, se establecieron sus generales en cada una de las colonias concediendo la suprema autoridad y poder a Ion, hijo de Xutho y de Creusa, a quien precisamente Apolo reconoció como su propio hijo en sus oráculos, Ion llevó estas colonias hacia el interior de Asia, se apoderó del territorio de Caria y, en este mismo lugar, fundó magníficas ciudades como Éfeso, Mileto, Manto -ciudad que quedó destruida por el agua antiguamente y cuyos ritos y derechos fueron asignados a los milesíos-, Priene, Samos, Teos, Altabosco, Quío, Eritra, Focea, Clazomene, Lebedo y Melite; esta ciudad de Melite, debido a la arrogancia de sus ciudadanos fue sometida por las otras ciudades, tras declararle la guerra de común acuerdo; poco después, en su lugar fue aceptada entre las ciudades jónicas la ciudad de Esmirna, por un favor especial de los reyes Atalo y Arsínoe. Esta liga de ciudades expulsó a los habitantes de Carias y a los Leleges y denominaron Jonia a toda esta región, tomando el nombre de su propio general Ion; establecieron santuarios a los dioses inmortales, y empezaron a edificar templos.
En primer lugar, construyeron un templo a Apolo Panionio, tal como lo habían observado en Acaya; lo denominaron «templo dórico», pues cayeron en la cuenta de que el primer templo de este estilo había sido construido en las ciudades de los Dorios. Quisieron colocar unas columnas en este templo pero, al no dominar sus proporciones y pensando de qué medida las podrían lograr, con el fin de que fueran apropiadas para soportar todo el peso y que además ofrecieran en su aspecto una belleza contrastada, midieron la huella de la pisada del pie del hombre y lo aplicaron (como módulo) para levantar las columnas.
Descubrieron que un «pie» equivale a la sexta parte de la altura del hombre y, exactamente así, lo aplicaron a sus columnas, de manera que el imoscapo tuviera una anchura equivalente a la sexta parte de la altura de la columna, incluyendo el capitel. De esta manera, la columna dórica era una respuesta a la proporción del cuerpo humano y sobresalía, en los edificios, por su solidez y su belleza.
Posteriormente levantaron un templo a la diosa Diana, intentando buscar un aspecto nuevo, de un nuevo estilo; pero, teniendo en cuenta los mismos principios, los adecuaron a la esbeltez y delicadeza femeninas; en principio, levantaron las columnas con un diámetro que equivalía a una octava parte de su altura, para que tuviera un aspecto más elevado. Colocaron debajo de la columna una basa, como si fuera su calzado y colocaron en el capitel unas volutas colgantes a derecha y a izquierda, como los rizos ensortijados de su propia cabellera; adornaron sus frentes o fachadas con cimacios y festones, colocándolos como si fueran los cabellos y, a lo largo de todo el fuste, excavaron unas estrías, imitando los pliegues de las estolas que llevan las mujeres; así lograron una doble estructura en la columna, mediante dos claras diferencias: una, de aspecto viril y sin ninguna clase de adorno (dórica) y la otra imitando los adornos femeninos (jónica).
Prosiguiendo en la agudeza intuitiva de sus pensamientos y complaciéndose en unos módulos más sutiles, fijaron la altura de la columna dórica en siete veces su diámetro y la de la columna jónica, en nueve veces. Este orden que idearon los jonios por el tercer orden, llamado corintio, imita la delicadeza de una muchacha, pues las muchachas, debido a su juventud, poseen una configuración conformada por miembros delicados y mediante sus adornos logran efectos muy hermosos. Dicen que el descubrimiento del capitel corintio fue así: una muchacha de Corinto, ya de cierta edad para contraer matrimonio, falleció a causa de una enfermedad. Después de sus exequias, su nodriza recogió unas copas que le gustaban mucho a la muchacha cuando vivía y las puso todas juntas en un canastillo de mimbre, que llevó a su sepulcro; las colocó encima y con el fin de que se mantuvieran en buen estado durante mucho tiempo, las cubrió con unas tejas. Casualmente colocó el canastillo sobre la raíz de un acanto. Con el tiempo, las raíces del acanto, oprimidas por el peso, esparcieron en derredor sus hojas y sus pequeños tallos, al llegar la primavera; sus tallos crecían en torno al canastillo y por los lados salían al exterior bajo el peso de las tejas, lo que obligó a que fueran formando unas curvaturas o volutas en sus extremos.
Calímaco, llamado catatechnos por los atenienses, gracias a la exquisitez y primor de sus tallas de arte marmóreas, al pasar delante de este sepulcro observó el canastillo y la delicadeza de las hojas que crecían a su alrededor. Quedó gratamente sorprendido por esta original forma de las hojas y levantó unas columnas en Corinto, imitando este modelo; fijó sus proporciones y dividió las medidas del orden corintio.
Así se consigue la proporción de su capitel: su altura, incluyendo el ábaco, ha de ser equivalente al diámetro del imoscapo; la anchura del ábaco debe calcularse de modo que midan dos veces la altura del capitel las dos diagonales desde un ángulo hasta el otro; de esta forma, su superficie poseerá unos frentes proporcionados, con la misma anchura. Su parte frontal quede aplastada hacia adentro desde los ángulos extremos del ábaco, en una novena parte de su longitud. La parte inferior del capitel tenga una anchura igual al diámetro del sumoscapo, sin contar con el anillo ni con el astrágalo.
La anchura del ábaco sea una séptima parte de la altura del capitel. Dejando a un lado la anchura del ábaco, divídase lo restante en tres partes: una parte será para las hojas inferiores; la segunda parte para las hojas intermedias y la tercera para los tallos, de una misma altura, de donde surgen las hojas que sobresalen con el fin de recibir las volutas que salen de los tallos hasta los ángulos extremos; y además, unas espirales más pequeñas, dentro de la parte intermedia del ábaco; escúlpanse unas flores por la parte de abajo. En los cuatro lados fórmense unas flores iguales a la anchura del ábaco. De esta forma con tales proporciones, los capiteles corintios poseerán una adecuada composición.
Distintos capiteles suelen colocarse sobre estas mismas columnas que se denominan con términos diferentes; somos incapaces de reconocer las propiedades de sus proporciones y de denominar de otra manera el orden de sus columnas, pues observamos que sus denominaciones han sido transferidas mediante cambios, a partir de los órdenes corintio, jónico y dórico, cuyas proporciones han sido adaptadas a la finura y a la delicadeza de estos capiteles.
CAPÍTULO SEGUNDO
ADORNOS DE LAS COLUMNAS
En las líneas precedentes hemos descrito los orígenes y el descubrimiento de los órdenes de columnas, por lo que me parece pertinente tratar ahora sobre sus adornos: de qué manera se originaron y cómo fueron descubiertos. En todos los edificios se coloca en la parte superior un maderaje, que recibe diversos nombres. Posee distintas denominaciones según sean sus ventajas y sus diferentes usos. Las vigas son las maderas colocadas sobre las columnas, pilastras y pilares; en los entramados se usan maderos y tablas; debajo de la techumbre, si queda un gran espacio, se colocan tirantes y cabríos; si el espacio que queda es mediano, simplemente se coloca una viga que soporte el techo (columen) y unos canterios que sobresalen hasta el límite del alero; sobre los canterios se apoyan unos maderos atravesados para soportar el tejado; en la parte superior y debajo de las tejas, hay unas pequeñas vigas que sobresalen y que cubren y protegen las paredes.
Así, cada uno de estos elementos posee su propio lugar, estilo y orden. A la vista de esto y del trabajo corriente de los carpinteros, en los templos de mármol y de piedra los artesanos han imitado esta disposición en sus esculturas y han pensado que se debían hacer según estos modelos o descubrimientos. Los antiguos obreros, en un determinado lugar llevaron a cabo sus construcciones colocando unas vigas que sobresalían desde las paredes interiores hacia el exterior, cerraron con obra de albañilería el espacio entre las vigas, y adornaron las cornisas y los frontispicios de doble pendiente con trabajos artesanales de aspecto muy hermoso; recortaron los salientes de las vigas en vertical y perpendicular a las paredes.
El aspecto de estos salientes les pareció falto de belleza y de gracia, por lo que fijaron unas tablitas en los cortes de las vigas -como se hacen ahora los triglifos– que dan al frente y las pintaron con cera azulada, con el fin de que los cortes barnizados de las vigas no ofendieran la vista al contemplarlos; en el orden dórico, estos cortes recubiertos de las vigas propiciaron la ubicación de los triglifos y en medio de éstas situaron las metopas. Corriendo el tiempo, otros artesanos en otras construcciones distintas dejaron al aire los canterios que sobresalían en perpendicular a los triglifos y hendieron unas molduras en sus resaltos. Precisamente por esto, así como por una determinada ordenación de las vigas se descubrió la proporción de los triglifos, de igual modo la relación de los modillones bajo las cornisas surgió a partir de los resaltos de los canterios. Casi de igual forma se representan los modillones tanto en las construcciones de piedra como en las de mármol, mediante esculturas inclinadas, ya que se trata de una imitación de los canterios; en efecto, necesariamente se colocan inclinados hacia adelante para facilitar el desagüe de la lluvia; debido a esta imitación se descubrió la proporción y colocación de los triglifos y de los modillones en el estilo dórico.
Han sido muchos los que equivocadamente afirmaron que los triglifos representan ventanas. Pero no puede ser, ya que los triglifos se sitúan en las esquinas, frente a la parte central de las columnas, donde resulta completamente imposible abrir unas ventanas. En efecto, quedan anuladas las junturas de las esquinas si se dejan vanos para las ventanas y, más aún, si se considera que hubo ventanas donde están ubicados los triglifos, por la misma razón parecerá que las molduras han sustituido a las ventanas en las construcciones jónicas. El espacio que media entre las molduras y los triglifos se denomina «metopa». Los griegos denominan «opas» a las cavidades donde se apoyan las vigas y los cabrios para formar el tejado, Nosotros llamamos a estas mismas cavidades o asientos «cava columbaria». Por esto los griegos denominan «metopa» al espacio que media entre dos «opas».
Como en el orden dórico se descubrió la proporción de triglifos y metopas, igualmente en el orden jónico se descubrió la disposición y organización de los dentículos, que poseen su propia proporción; y así como los modillones evidencian los resaltos de los canterios, del mismo modo los dentellones, en el orden jónico, representan los resaltos de los cabrios.
Absolutamente nadie coloca dentículos bajo el modillón en ninguna construcción griega: en efecto, no puede haber cabrios bajo los canterios. Por tanto, si lo que en realidad debe situarse sobre los canterios y sobre los maderos atravesados que soportan el tejado fuera colocado por la parte de abajo en las representaciones, la obra resultará defectuosa y llena de inconveniencias. Los antiguos artesanos no aprobaron ni ordenaron los modillones o los dentículos en los frontones, sino única y simplemente cornisas, porque ni los canterios ni los cabrios pueden sobresalir en las fachadas de los frontones, sino que se colocan inclinados conforme a los canales del tejado.
Lo que de hecho y en realidad no puede hacerse, en su opinión, no puede tener una acertada valoración tampoco en las imitaciones. A partir de las leyes de la naturaleza y con una exacta propiedad fueron deduciendo todo y así lo trasladaron a la construcción de sus obras, aprobando únicamente lo que se basa en argumentos razonables y posee categoría de autenticidad. Nos han dejado fijadas la simetría y la proporción de cada uno de los tres órdenes, desde sus orígenes. Siendo fiel a sus iniciativas he tratado la disposición del orden jónico y del orden corintio desde sus comienzos; pasaré ahora a explicar el orden dórico y su extraordinario aspecto.