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La alineación de este año es más pequeña incluso que la de los 34 “mushers” —como se conoce a cada equipo—, que se alinearon para la primera carrera en 1973.
AP
El segundo medio siglo de la carrera de perros de trineo más famosa del mundo está por empezar, pero con grandes dificultades.
Apenas 33 trineos participarán el sábado en la salida de la competencia, el número más reducido de participantes que jamás haya cruzado los implacables parajes salvajes de Alaska con sus trineos tirados por perros a lo largo de casi 1.600 kilómetros (1.000 millas).
La alineación de este año es más pequeña incluso que la de los 34 “mushers” —como se conoce a cada equipo—, que se alinearon para la primera carrera en 1973.
La escasa participación hace temer por el futuro de una carrera emblemática que se ha visto sacudida por la pandemia, el cambio climático, la inflación y la pérdida de patrocinadores adinerados, justo cuando varios campeones de renombre se están jubilando y hay pocos que ocupen su lugar.
El número más grande de la historia fue de 96 mushers en 2008; el número promedio de equipos que comenzaron la carrera en los últimos 50 años fue de 63.
“Da un poco de miedo cuando lo ves de esa manera”, sostiene el cuatro veces ganador Martin Buser, de 64 años, quien se jubiló después de completar su carrera número 39 el año pasado. “Esperemos que no sea un estado permanente del evento y… que sea sólo una pausa temporal”.
La Iditarod es la carrera de trineos tirados por perros más prestigiosa del mundo, que lleva a los competidores a través de dos cadenas montañosas, el congelado río Yukón y el traicionero hielo del mar de Bering en medio de temperaturas gélidas antes de terminar en Nome, una antigua ciudad nacida de la fiebre del oro. El evento de aproximadamente 10 días comienza con una “salida ceremonial” en Anchorage el sábado próximo, seguido del inicio competitivo en Willow, a unos 113 kilómetros (70 millas) al norte, el domingo.
Y aunque la carrera de renombre mundial tiene la bolsa más alta para el ganador de cualquier competencia de trineos tirados por perros, el ganador apenas se embolsa alrededor de 50.000 dólares antes de impuestos, un pago que es menos atractivo en medio de la actual tasa de inflación y las persistentes secuelas de la pandemia.
Muchos mushers complementan sus ingresos ofreciendo a los pasajeros de cruceros experiencias únicas de Alaska, pero durante varios años la pandemia ha significado que menos visitantes de verano desembolsen dinero para un paseo en trineo tirado por perros en un glaciar.
“Hay muchos criaderos de perros y muchos mushers que dependen de eso para seguir adelante”, explica Aaron Burmeister, un nativo de Nome que no participará en la carrera de este año a fin de pasar más tiempo con su familia. Burmeister, que trabaja en la construcción, ha estado ocho veces entre los 10 primeros en la última década.
“Poder competir en la Iditarod y el gasto de armar un equipo para competir se convirtió en algo más de lo que podía soportarse para mantenerse”, explica al hablar de los mushers.
La tasa inflacionaria también ha pegado y varios mushers dijeron que les gustaría ver una bolsa de premios más alta para atraer a competidores más jóvenes.
El campeón defensor Brent Sass, que complementa sus ingresos como guía de naturaleza, no se sorprende de que algunos mushers se tomen un descanso para ahorrar.
Sass tiene 58 perros y pide 500 sacos de comida de alta calidad para perros al año. Cada bolsa costaba 55 dólares hace unos años, pero ha aumentado a 85 dólares por bolsa, algo que equivale a unos 42.500 dólares en total por año. Eso es aproximadamente lo que Sass se embolsó tras vencer en la Iditarod del año pasado.
“Tienes que estar totalmente preparado para correr en la Iditarod y tener suficiente dinero en el banco para hacerlo”, manifiesta Sass, quien vive en Eureka, a unas cuatro horas en auto al norte de Fairbanks.
Con otros costos relacionados con la competencia, Buser manifiesta que correr en la Iditarod actualmente puede significar gastar 250.000 dólares para ganar un campeonato que significa 40.000 dólares.
La carrera en sí ha sufrido por el aumento de la inflación, afirma el CEO de la Iditarod, Rob Urbach. Los costos de los suministros han subido un 30%, agrega, y el año pasado costó casi 30.000 dólares transportar paja especialmente certificada desde los 48 estados inferiores del país para que los perros puedan dormir en los puntos de control de la carrera.
La Iditarod también sigue siendo criticada por la organización animalista Personas por la Ética en el Trato de los Animales (PETA, por sus siglas en inglés), que se ha enfocado en los patrocinadores más importantes de la carrera. Durante la última década, Alaska Airlines, ExxonMobil, Coca-Cola y Wells Fargo cancelaron sus patrocinios a la competencia luego de que PETA los fustigó.
PETA publicó en febrero anuncios de toda una página en periódicos de Anchorage y Fairbanks con un husky —la raza predominante de perros de trineo— destacado junto al titular: “No queremos ir a la Iditarod. Sólo queremos que la Iditarod se vaya”.
No obstante, Urbach asegura que la salud financiera de la carrera es buena y que los premios deberían ser un poco más altos este año. Los 20 primeros clasificados reciben pagos en una escala móvil, y todos los demás clasificados obtienen 1.049 dólares, reflejando el millaje indicado de la carrera, aunque la distancia real es menor.
Urbach señaló que están pagando “el premio en metálico más alto” entre las carreras de trineos de perros y calificó la campaña de PETA como “muy ofensiva, yo creo, para la mayoría de los habitantes de Alaska”.
También existe preocupación por el futuro de la carrera debido al cambio climático.
El aumento del calor obligó a los organizadores a trasladar la línea de salida 467 kilómetros (290 millas) al norte de Willow a Fairbanks en 2003, 2015 y 2017 debido a la falta de nieve en la Cordillera de Alaska. Las malas condiciones invernales y el crecimiento urbano también llevaron a la Iditarod a trasladar oficialmente la salida en 2008 desde Wasilla a Willow, unos 48 kilómetros (unas 30 millas) al norte, a pesar de que Wasilla fue el sitio de salida por última vez en 2002.
Según Rick Thoman, especialista en clima del Centro Internacional de Investigación Ártica de la Universidad de Alaska en Fairbanks, es probable que el desplazamiento de la salida de la competición hacia el norte sea cada vez más frecuente a medida que aumente el calentamiento global. El hielo de la costa occidental de Alaska, advierte, también podría volverse más delgado y peligroso.
“No tienen por qué ser olas rompiendo en la playa”, añade Thoman al aludir al impacto del derretimiento del hielo. “Simplemente, se trata del punto donde el hielo ya no es estable”.
A medida que se acumulan los desafíos, varios mushers veteranos con múltiples campeonatos se han retirado este año después de décadas de hacerle frente a las condiciones gélidas y ventosas a fin de entrenar para el Iditarod, en pleno invierno de Alaska. Están descubriendo que pocos están dispuestos a relevarlos, al menos este año.
“Acabo de volver de Cancún para ver tocar a Grateful Dead en las playas de México”, declara el tetracampeón Jeff King, que ahora tiene 67 años. “Dije al principio que me retiraría a los 40, y ya he disputado la carrera a los 66, así que no siento que esté abandonando a nadie”.
El cinco veces campeón Dallas Seavey dijo que la carrera del año pasado sería su última, al menos por un tiempo, para estar con su hija. Otros campeones anteriores que dejaron de competir son el padre de Dallas, el tres veces campeón Mitch Seavey, y Joar Leifseth Ulsom y Thomas Waerner, quienes tienen un título cada uno.
Waerner dijo que los patrocinadores se están refrenando y que es demasiado caro pagar 60.000 dólares para llevar a su equipo de Noruega a Alaska.
Lance Mackey, otro tetracampeón, murió el año pasado de cáncer. Él será el musher honorario de la carrera de este año, y sus hijos, Atigun y Lozen, viajarán en el primer trineo que saldrá de la línea de salida ceremonial en Anchorage y durante la salida real de la competencia del domingo.
Eso deja en la prueba de este año a sólo dos exganadores: Sass y Pete Kaiser.
Sass dijo confiar en que la Iditarod sobrevivirá a este bache.
“Si conseguimos que el tren siga avanzando, creo que volverá y, con un poco de suerte, nuestro mundo podrá controlar la situación y las cosas serán un poco menos costosas”, afirma Sass. “Creo que eso ayudará a que nuestras cifras vuelvan a repuntar”.