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Karla Hoyos, la chef mexicana que alimenta a víctimas de desastres naturales y conflictos

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Karla Hoyos sabe que, en cualquier momento, puede recibir una llamada que la aleje por semanas de su taquería en la ciudad de Miami.

 

 

AFP

Karla Hoyos sabe que, en cualquier momento, puede recibir una llamada que la aleje por semanas de su taquería en la ciudad de Miami. Cuando la oenegé estadounidense World Central Kitchen (WCK) la contacta, la chef mexicana viaja donde la necesiten para alimentar a víctimas de desastres naturales o conflictos armados.

Hace unos días esta mujer de 35 años y originaria de Veracruz regresó a Florida desde Israel, donde estuvo dos semanas enseñando a voluntarios cómo hacer comida a gran escala para quienes tuvieron que evacuar sus hogares tras los ataques del grupo islamista palestino Hamás, el 7 de octubre, en los que murieron 1.200 personas.

Motivos de seguridad la obligaron a regresar a Florida, pero los equipos de WCK siguen en Israel y en el enclave de Gaza, donde entregan comida a afectados por el conflicto entre tropas israelíes y Hamás. Una guerra que ha dejado casi 15.000 muertos –en su mayoría civiles– en el territorio palestino, según el grupo islamista.

“Fue una nueva experiencia, nunca había visto explotar misiles ni había tenido que buscar refugio”, dice Hoyos, que antes estuvo en Ucrania alimentando a víctimas de la guerra con Rusia. “Pero los conflictos son así, gente inocente sufre todo el tiempo y nosotros estamos ahí para ayudar a quien tenga hambre”, añade.

WCK, fundada en 2010 por el chef español José Andrés, se moviliza con rapidez ante cualquier catástrofe y, con la ayuda de asociaciones y mercados locales, sirve comidas a los supervivientes. A veces hasta más de 100.000 al día.

En las últimas semanas, la organización ha estado, por ejemplo, en la ciudad mexicana de Acapulco tras el feroz paso del huracán Otis, además de en áreas de Oriente Medio y Ucrania.

Hoyos se dedica a poner en marcha las cocinas donde trabajan los voluntarios, gestionando desde los aspectos logísticos hasta las recetas utilizadas para preparar los platos. “No importa si es un garaje, un sótano o un almacén, si tiene agua corriente, electricidad y conductos de ventilación, haré una cocina”, resalta orgullosa.

– Sin distinciones –

La chef mexicana habla de su oficio con pasión desde Tacotomía, el pequeño restaurante que abrió hace cuatro meses en un mercado gastronómico de Miami. Para ella no hay diferencia entre su labor humanitaria y lo que hace en su negocio. Todo es parte de la misma vocación, nacida a los 12 años al cocinar su primera bandeja de galletas.

“Quiero poner el mismo cuidado y amor en ambas cosas”, asegura. “No importa si es un restaurante con estrella Michelín, si comes un taco o recibes un plato de arroz gratuito porque llevas días sin comer”, explica.

Inspirada por su abuela y pese a las dudas de su padre, que veía en ella a una futura abogada, estudió en una escuela culinaria en México antes de viajar a España –donde se formó un año en el restaurante de tres estrellas Michelín de Martín Berasategui, en Lasarte (Guipúzcoa)– y a Italia para especializarse.

A su regreso de Europa, se instaló en la ciudad estadounidense de Indianápolis, donde abrió un restaurante mexicano con su tía. Ahí empezó a ayudar a los demás, en una asociación de apoyo a inmigrantes.

Su colaboración con WCK comenzó en 2017, cuando el huracán María devastó Puerto Rico. La empresa de catering para la que trabajaba entonces, Bon Appetit, decidió enviar chefs a la isla caribeña para ayudar a José Andrés a alimentar a la población necesitada.

Hoyos, una de las elegidas, aceptó enseguida viajar a Puerto Rico, donde no había electricidad y apenas agua potable.

Al principio José Andrés, a quien no conocía, le pareció un “gruñón”, pero pronto empezó a admirar al chef español, con el que se quedó tres meses en la isla y para el que acabó trabajando en un restaurante de Miami.

Seis años después, Hoyos se pregunta a veces por qué viaja a lugares peligrosos como Ucrania o Israel, pero sus ganas de ayudar siempre se imponen.

Lo más complicado, asegura, es regresar a la normalidad de su hogar. “Cuando estás tratando de ayudar a la gente y te dicen que tienes que irte, es muy difícil aceptar volver a casa, con tu aire acondicionado, tu frigorífico lleno de comida, tu trabajo, tus comodidades. Eso provoca mucho sentimiento de culpa”, sentencia.