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La tediosa, dolorosa y habitualmente larga labor que ejercen ellas, las madres que buscan a las más de 112.000 personas desaparecidas o no localizadas en México desde que hay registro, merece la pena, relata María.
EFE
El miedo que implican las amenazas, los disparos, las búsquedas en “zonas calientes”, las muertes de compañeras o los mensajes para que cesen en su empeño no es suficiente para que las madres que buscan a sus hijos desaparecidos en México dejen de buscar.
“Nos preguntan si tenemos miedo, y claro que tenemos miedo, temblamos de miedo, pero es más fuerte el amor, el deseo de buscar y encontrar a nuestros hijos”, dijo en una entrevista con EFE María Herrera, madre de cuatro hijos desaparecidos en México y reconocida recientemente como una de las 100 personas más influyentes del año por la revista TIME.
La tediosa, dolorosa y habitualmente larga labor que ejercen ellas, las madres que buscan a las más de 112.000 personas desaparecidas o no localizadas en México desde que hay registro, merece la pena, relata María, si logran darles a sus hijos una sepultura.
“Si ya permitieron que les dieran una muerte indigna, darles una sepultura digna es lo que buscamos”, dijo.
MADRES BUSCADORAS Y AMENAZADAS
Cinco madres buscadoras fueron asesinadas en México en 2022 y apenas este mes mataron a la primera de 2023, Teresa Magueyal.
“A pesar de que estas son las cifras que se ventilan públicamente la problemática es mucho mayor y estas madres buscadoras no tienen las medidas de protección necesarias por parte del Estado”, compartió en una entrevista con EFE César Contreras, abogado colaborador en el área de defensa integral del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez (Centro Prodh), que acompaña a víctimas.
Contreras explicó que la crisis de desapariciones no ha logrado erradicarse en este sexenio, sino que se ha mantenido como una tendencia.
Además, las madres y el resto de familiares buscadores afrontan lo que ellas denominan una “doble desaparición”, porque cuando van a denunciar, se encuentran con fiscalías que no se mueven y no actúan de manera temprana.
Esto sucede por dos motivos, consideró el abogado, por falta de capacidades al verse rebasadas por un gran número de casos y pocos ministerios públicos, y por falta de voluntad política por parte de fiscalías y autoridades.
Acudiendo a la Fiscalía, las madres esperan que al presentar una denuncia un ministerio público realizara “diligencias básicas”, tales como pedir grabaciones de cámaras de vigilancia, buscar vehículos o solicitar información a instituciones, pero no sucede.
“Al ver que no ocurre, toman en sus propias manos la búsqueda, y esto quiere decir que tienen que ir a los lugares donde sucedió la desaparición o donde dejan rastro, son lugares de alta peligrosidad”, explicó Contreras.
Y la protección que el Estado les concede es casi inexistente, en muchos casos a pesar de que haya habido amenazas anteriores.
LA ESPERANZA MATERNA
Aun con este panorama, las madres salen a buscar a sus hijos por todo el país con la esperanza de encontrar algo.
“Todas decimos que cualquier resto que se encuentre en cualquier parte es nuestro hijo, le llamamos tesoros (a los restos localizados) porque eso son. Sabemos de antemano que para las madres lo más sagrado que nos dio Dios en esta vida son nuestros hijos, y por ellos tenemos que luchar y aguantar”, explicó María.
María vivió las desapariciones primero de dos de sus hijos, Raúl y Jesús Salvador en 2008 en Guerrero.
Después, el resto de sus hijos (tiene ocho en total) salieron a otros estados a trabajar porque necesitaban dinero para sobrevivir y también para seguir buscando.
En 2010 Luis Armando y Gustavo salieron a Veracruz y tampoco regresaron.
“Lo primero que pensé fue dejarme morir, porque pensé que no iba a poder soportar más las ausencias”, relató María, quién tras la desaparición de sus otros dos hijos, sacó fuerzas para la búsqueda que dura hasta hoy, aunque entonces creyó no tenerlas.
Los cuatro hijos desaparecidos de María fueron detenidos por la Policía en el momento en el que se perdió su rastro.
Como ella, miles de mujeres buscan a sus familiares. Su vida es otra porque el Estado no evitó las desapariciones y tampoco logró encontrar a sus hijos, ni vivos, ni muertos.
Contreras recordó que todas ellas tendrían otro proyecto de vida con su familia y se vieron forzadas a cambiar el rumbo “para poder realizar la búsqueda en medio de todo el dolor que eso implica y lo han sabido hacer con mucha dignidad”.
María terminó recordando que “México entero es un panteón clandestino”.
“Yo creo que las madres a las que nos faltan nuestros hijos vamos a estar (en el lecho de muerte) con la mirada perdida. No creo que vayamos a tener esa paz que se siente cuando tienes a tus hijos a tu lado. Vamos a morir solas, sin ese calor y sin esa fuerza que dan los hijos”, sentenció.