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Llora Totolapan a los Carranza

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La explosión de un taller de pirotecnia en la comunidad de Morelos cobró la vida de siete personas.

 

 

Con información de EL UNIVERSAL

En Totolapan, altos de Morelos, la tragedia inició el lunes y parecía no tener fin. Catorce horas después de la explosión de un taller de pirotecnia sus habitantes siguen encontrando fragmentos de cuerpos humanos, esparcidos en un radio de unos 250 metros.

Quienes caminan por la calle Santa Bárbara, en la carretera federal Totolapan-Xochimilco, y aquellos que cruzan los campos al pie del cerro, donde se localizaba el polvorín, van con la vista en el suelo para evitar pisar restos de piel expulsada por la fuerza de la onda expansiva; hay muros salpicados con sangre y huellas de restos humanos en interiores de negocios.

La intensidad de la explosión provocó la muerte de siete personas y 15 más resultaron heridos; sin embargo, las cifras pudieran modificarse, advirtió Protección Civil estatal.

La onda expansiva también causó daños en 20 hogares; algunos de ellos lucen con puertas y cortinas de hierro destruidas, así como techos de lámina de asbesto hechos pedazos.

El acordonamiento se hizo en un radio de casi 400 metros; desde la noche del lunes los vecinos reportaron restos humanos en sus propiedades.

Ayer, la Secretaría de Salud informó que un hombre 60 años estaba delicado, mientras que dos niñas de cinco años se reportaron como estables.

La tragedia de los Carranza

La mayoría de las víctimas pertenecían a la familia Carranza, conocidos en la región de los altos de Morelos como expertos en elaborar pirotecnia para las fiestas patronales.

Trabajaban sus productos ante la cercanía de las fiestas regionales del Quinto Viernes de Cuaresma. Vecinos y familiares aseguraron que en el taller estaba Demesio Carranza, dueño del negocio; Margarita Vergara, su esposa; Jorge Negrete, su cuñado; Paco Rosas, sobrino, y dos trabajadores conocidos como “El Patito” y “El Coyote”, así como una bebé de un año y medio. Todos murieron.

En esa casa, ubicada a mitad del cerro Santa Bárbara, priva un pesado ambiente de duelo y los ayes de dolor de los familiares y amigos de los Carranza se escuchan hasta la carretera federal. A las faldas del cerro se ve una docena de voluntarios escudriñando entre matorrales en busca de cualquier rastro de muerte.

La explosión

Pasaban de las 18:00 horas cuando Mario instalaba una mufa en su línea de electricidad. De pronto, vio una luz intensa y enseguida un tremendo estadillo. Por la cercanía con el poste de luz, dice, pensó que había explotado un transformador, pero al voltear la cara hacia el cerro de donde provino el estruendo vio la magnitud del siniestro.

A las faldas del cerro había ropas y artículos dispersados, escuchó enseguida llantos y gritos de auxilio. Luego ingresó a su negocio, situado a orillas de la carretera federal, y vio todo el techo de lámina de asbesto destruido. Lo mismo sucedió en el comercio de enfrente y la casa situada debajo del polvorín.

En un pedazo de lámina vio sangre y al acercarse descubrió que era un trozo de piel humana; no se atrevió a escudriñar más.