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Carter ha seguido vivo mucho más tiempo que su familia nuclear, incluida su madre, Lillian, y Billy, los cuales se destacaron mucho en su vida política.
Con información de EL UNIVERSAL
Cuando Jimmy Carter ingresó al escenario nacional, trajo consigo a los que le eran más cercanos, presentándoles a los estadounidenses a una colorida familia de Georgia que ayudó a darle forma a la vida pública del 39no presidente de Estados Unidos y ahora, generaciones después, está apoyándolo en el capítulo final privado de sus 98 años.
“La familia siempre ha sido importante para el tío Jimmy”, dijo Kim Fuller, cuyo padre, Billy Carter, era el hermano menor del expresidente y un tema favorito de los reporteros de la política nacional interesados en observar a esta familia de personas ajenas a Washington.
Carter ha seguido vivo mucho más tiempo que su familia nuclear, incluida su madre, Lillian, y Billy, los cuales se destacaron mucho en su vida política, trayendo consigo encanto, algún escándalo ocasional e incluso una marca olvidada de cerveza barata: “Billy Beer”. La compañera política más constante del expresidente, su esposa Rosalynn, de 95 años, sigue a su lado mientras él recibe cuidados paliativos en su vivienda en Plains, Georgia, el pequeño poblado en el que ambos nacieron.
Casados desde 1946 —más tiempo que cualquier otra pareja presidencial del país_, los Carter tienen cuatro hijos y más de 20 nietos y bisnietos. Junto con sus sobrinas, sobrinos y parientes políticos, es una familia extendida muy amplia que le ha dado a Jimmy Carter un flujo casi constante de visitantes desde que el 18 de febrero anunció que renunciaba a más intervenciones médicas y que recibiría cuidados paliativos en su casa.
“Esto es lo que he conocido toda mi vida, lo que la mayor parte de nosotros hemos conocido”, dijo Fuller, que estaba en edad escolar cuando Carter fue elegido gobernador en 1970, y luego presidente en 1976. “Recuerdo haber tomado el tren a Atlanta para verlos en la mansión del gobernador”.
Los Carter no son una dinastía del poder como los Bush del Partido Republicano o los Kennedy del demócrata, cuyo descendiente Ted Kennedy fue rival de Carter. Pero la familia es crucial para comprender al exmandatario, desde su estilo metódico hasta su fe bautista abiertamente declarada.
Cuando lanzó su campaña a nivel nacional en 1974, estaba formada principalmente por la “mafia de Georgia” —el nombre que Washington le daría a sus asesores provenientes del estado que llegaron a la capital en calidad de forasteros— y sus parientes. El granjero de maní convertido en político añadió a otros simpatizantes suyos de Georgia que viajaron por el país para hacer campaña.
En conjunto formaban “la Brigada de los Maníes”, y establecieron un nuevo estándar en la política presidencial en lo que respecta a la interacción con el público mientras hacían campaña en los estados donde se llevaban a cabo las primeras primarias.
“Los familiares se dispersaban a distintos estados y luego todos volvían el viernes, examinaban las preguntas que habían recibido”, le explicó la senadora Amy Klobuchar a The Associated Press en 2020, después de que visitó a Carter en un momento en que ella buscaba obtener la nominación a la candidatura demócrata a la presidencia.
Desde su posición de candidato, Carter “les hablaba sobre sobre cómo le respondería” a los electores, de forma que sus representantes estuvieran preparados para sus próximos viajes, agregó Klobuchar.
Los hijos mayores de Carter formaban parte del equipo. Su hija, Amy, tenía 7 años cuando la campaña comenzó; en general no participó en ésta salvo por su presencia en eventos públicos con sus padres. Fueron la madre de Carter y su “hermano pequeño”, 13 años menor que él, quienes aparecían en encabezados noticiosos.
Lillian era una viuda —el padre de Carter, “el señor Earl”, murió en 1953— que le había entregado la administración de la granja y del almacen de maníes de la familia a Jimmy y Rosalynn. Ya cerca de cumplir los 70 años, Lillian se inscribió al Cuerpo de Paz de Estados Unidos y pasó varios años en la India mientras su hijo ascendía hasta la mansión del gobernador. Después de que ella regresó, Carter le dijo que planeaba postularse a presidente.
“¿Presidente de qué?”, le respondió.
“Ella dirigía a la familia”, dijo Fuller. “Mi papá y el tío Jimmy podrían haber actuado como si ellos estuviesen a cargo, pero todos lo sabíamos”.
Eso no necesariamente se extendía a las campañas de Carter: él era famoso por ser un gerente que siempre estaba muy pendiente de las actividades de los empleados. Sin embargo, Fuller reflexionó que esa característica le vino de sus padres, personajes exigentes que le habían pedido mucho a Carter en sus labores en la granja de la familia.
A diferencia de Earl Carter, Lillian era relativamente progresista incluso cuando Carter era niño. Ella era “inmune a las críticas debido a su espíritu independiente”, escribió Carter alrededor de su cumpleaños 90.
Calificada por algunos periodistas de ser “la mujer más liberal de Georgia”, prefería otros temas fuera de la política. Declaró que la vida en la Casa Blanca era “aburrida”, y hacía caso omiso de las ideas bautistas sobre la abstinencia de alcohol.
“Se que a la gente le da nerviosismo, pero me gusta un poco de whisky”, señaló. “Soy cristiana, pero eso no significa que soy una obtusa de cara larga”.
Billy Carter nunca pareció hallar un lugar cómodo en la operación política de su hermano.
“Mi papá era muy feliz en la gasolinera”, dijo Kim Fuller, haciendo un gesto hacia el otro lado de la calle desde su oficina “Amigos de Jimmy Carter”, adornada con afiches y recuerdos de 1976.
En un principio, eso significaba que Billy Carter presumía su camioneta “pickup del poder de los pueblerinos” a los reporteros que venían de fuera de Plains.
Amber Roessner, profesora de la Universidad de Tennessee y experta en las campañas de Carter, dijo que algunos medios de comunicación nacionales menospreciaban a los Carter, considerándolos estadounidenses rurales indignos de ocupar la Casa Blanca. Algunos reporteros dieron rienda suelta a su esnobismo al cubrir a Billy Carter mientras evitaban atacar directamente a su hermano, graduado de la Academia Naval e ingeniero de profesión.
El Carter más joven aprovechó la imagen que proyectaba y alcanzó un acuerdo para la cerveza “Billy Beer”. Fuentes noticiosas reportaron que una cervecería le otorgó un pago anual de 50.000 dólares por la licencia. En la actualidad esa cantidad sería de unos 240.000 dólares, con base en la inflación en el índice de los precios al consumidor. En esa época, el salario anual del presidente era de 200.000 dólares.
Sin embargo, un acuerdo de cerveza era en gran medida una excentricidad, al igual que las declaraciones agudas de Lillian Carter.
Algo más serio fue el hecho de que el hermano presidencial recibiera un préstamo de 220.000 dólares del gobierno libio, lo que derivó en una de varias pesquisas gubernamentales y del Servicio Interno de Impuestos en torno a las actividades de Billy Carter como un aparente intermediario entre intereses petroleros estadounidenses y libios. Una comisión del Senado halló que Billy Carter nunca influenció ninguna política estadounidense, lo que en la práctica absolvió al presidente de presuntas conductas ilegales. Pero el drama fue otro golpe antes de la derrota de Carter en 1980.
Las hermanas de Carter, Gloria Carter Spann y Ruth Carter Stapleton, agregaron colorido y peculiaridades, sin generar encabezados noticiosos perjudiciales. Gloria era una entusiasta del motociclismo que solía hacer viajes a campo traviesa en su Harley-Davidson. Ruth era una autora cristiana y evangelista que en una ocasión logró que el pornógrafo Larry Flynt se convirtiera, al menos durante algún tiempo.
Tras volver a Georgia, Jimmy y Rosalynn Carter fundaron el Centro Carter en Atlanta, el cual no estaba manejado por “la Brigada de los Maníes” sino por expertos en políticas que impulsaron su diplomacia internacional y misiones de salud pública. En Plains se convirtieron en los miembros más destacados de la iglesia bautista Maranatha, impartiendo clases dominicales a multitudes que la atestaban hasta que Carter presentó problemas de salud recientemente y se desató la pandemia de COVID-19.
Lillian Carter y su hija Ruth fallecieron en 1983, menos de tres años después de que Jimmy Carter dejó la presidencia. Billy Carter murió en 1988. El expresidente perdió a su última hermana, Gloria, en 1990.
Aunque han evitado las tendencias dinásticas, Carter sí ha sido emulado un poco por algunos familiares. Su hijo mayor Jack se postuló infructuosamente en Nevada al Senado federal en 2006. Su nieto Jason se desempeñó en el Senado estatal de Georgia, al igual que su abuelo, y perdió la contienda de 2014 a la gobernación.
Ahora Jason Carter preside la junta directiva del Centro Carter, pero sólo después de que sus abuelos finalmente se retiraron cuando tenían más de 90 años.
“Él quería poder ver y experimentar la transición para que el Centro Carter siguiera adelante sin él”, declaró Jason Carter en septiembre, y añadió: “él se sentiría impactado si yo volviera a postularme a un puesto político”.
Mientras tanto, la hija de Billy heredó la tribuna de la iglesia. Volvió a dar clases el domingo, haciendo énfasis en el recorrido individual de su tío en la fe.
“Cada inhalación que da, tenía que hacerla. Cada paso que da, tenía que darlo”, señaló. “Y un día… va a conocer a Cristo, y él lo sabe. Él lo sabe. Y nuestros corazones están tristes. Pero el suyo no. Su corazón no está triste”.