#InPerfecciones
La valentía está presente en las pequeñas victorias, como decidir meterte a la regadera cuando estás pasando por una depresión, o apartar un poquito para tu afore cada mes.
Karla Soledad / @kasoledad
k28soledad@gmail.com
¿Cuáles con los valores con los que te guías en el día a día? ¿Los tienes claros y podrías enlistarlos si te los preguntan? ¿De qué manera los integras en tu vida cotidiana?¿Son no-negociables, o son flexibles? ¿Eliges actuar respecto a ellos, aún cuando resultan incómodos?
Personalmente, tengo tres valores centrales con los que intento conducir mi vida; uno de ellos, y en el que me quiero centrar en este texto, es la valentía. Se trata de mi código de ética y mi brújula personal para tomar decisiones difíciles. Aunque en mi infancia no hacía consciente el significado de esa palabra, si me pienso a mí misma de pequeña podría describirme como una niña valiente.
Mirando hacia atrás, tengo un recuerdo muy vívido que considero fue el momento en el que entendí el significado de la valentía y la abracé como una parte importante de mi identidad. Tenía aproximadamente diez años y cursaba el cuarto año de primaria. A pesar de que siempre fui una estudiante dedicada, de esas que sacaba puro diez, había una materia en particular que nunca me gustó y en la que nunca fui buena – la única con un seis eterno en mi boleta de calificaciones: educación física.
Lo peor de la clase no eran los 60 minutos que duraba, ni los ejercicios que debíamos hacer, ni el olor a sudor que se quedaba cuando regresábamos al salón. Lo peor de la clase era el maestro. A todo mi grupo nos caía mal, pues era ese típico profe al que le gustaba hacerse el chistoso, pero nadie creía que lo fuera. Sin embargo, lo que más nos molestaba, era que nos hacía sufrir y sudar con ejercicios que él nunca hacía. Solo usaba su silbato una y otra vez para regañarnos y desde la comodidad de su banquita, cansarnos lo más posible.
Un día, después de una de sus clases, regresamos al salón y nos regañó por nuestra mala actitud. Nos preguntó qué estaba pasando y qué podíamos hacer para cambiar la situación del grupo. Recuerdo perfectamente esa sensación de adrenalina recorriéndome. Ese tipo de adrenalina que se siente cuando sabes que estás a punto de hacer algo que no deberías, esa adrenalina que sientes cuando tomas un riesgo, o cuando haces algo que podría cambiar las cosas como las conoces.
Pienso que esos segundos de adrenalina en los que el cuerpo se te electrifica y sientes que te desbordas, son los segundos decisivos que hacen la diferencia entre el tipo de decisión que puedes tomar. Es durante esos cortos segundos en los que decides si haces algo, o no haces nada. Si usas tu voz, o guardas silencio.
Mi maestro abrió la oportunidad y el espacio para que como grupo, manifestáramos nuestra opinión y propusiéramos un cambio. Y esa fue la primera vez que tomé la decisión de levantar mi mano y levantar mi voz. Enfrente de todo el grupo le dije lo que pensaba, le dije que no me parecía su manera de dar clase y que si quería que cambiáramos nuestra actitud, él debía empezar por cambiar la suya y poner el ejemplo.
En el momento en el que terminé mi discurso y me senté en mi lugar, la adrenalina se convirtió en terror. Temí que mi maestro respondiera de una mala manera, regañándome todavía peor, acusándome con mi mamá, y desquitándose en la próxima clase.
Y es que ese es el otro lado de la valentía. Es el lado para el que nadie nos prepara, el lado obscuro, el lado que no nos gusta, el que nos pone las cosas borrosas. Ese es el lado que nos hace pensar dos veces si realmente queremos ser valientes, o mejor lo dejamos pa’ la próxima.
En realidad, la valentía no es únicamente ese valor lindo y rosa que nos encanta romantizar. La valentía es compleja y es incómoda. Es difícil tomar la decisión de ser valientes porque en la mayoría de las veces, ser valiente implica dejar ir, ser vulnerable, quedar expueste, aceptar el cambio, admitir nuestros errores, hacernos responsables por nuestros actos, asumir las consecuencias, ir contra corriente, tomar un riesgo, salir de nuestra comodidad y estar dispuestes a perderlo todo.
La respuesta de mi maestro fue todo lo contrario a lo que temía. Me miró con orgullo, y sonriendo me dijo algo que hasta el día de hoy recuerdo bien: “Gracias por atreverte a decir lo que piensas, Daniela. Con esto me demuestras que eres una gran líder y estoy seguro que harás cosas grandes”.
La valentía tiene muchas caras y muchas expresiones. La valentía se ve en las acciones a las que no les damos suficiente crédito, como cada vez que decidimos aprender algo nuevo, cada vez que decidimos conocer nuevas personas, o cada vez que decimos “no sé”. La valentía está presente en las pequeñas victorias, como decidir meterte a la regadera cuando estás pasando por una depresión, o apartar un poquito para tu afore cada mes. La valentía está en las decisiones más difíciles, como cuando cometes un error y aprendes a admitir que te equivocaste, como cuando lastimas a un ser querido y aprendes a pedir perdón, como cuando decides soltar ese proyecto, ese trabajo, o a esa persona, o como cuando decides exponerte al abrir tu corazón y explorar nuevos afectos.
“Normalmente asociamos la valentía con actos heróicos. Pero en mi opinión, esta definición falla en reconocer la fortaleza y el compromiso que se requieren para que hablemos honesta y abiertamente de quiénes somos, y de nuestras experiencias – malas y buenas.” Brené Brown
Si bien la valentía es mi brújula personal desde pequeña, este año aprendí a integrarla de manera consciente en cada aspecto de mi vida y darle un significado propio: “La valentía es el valor de hacerme presente”. Aprendí que ser valiente va más allá de tomar acciones heróicas, obtener reconocimiento externo, y conseguir finales felices, pues aprendí que la valentía viene acompañada de vulnerabilidad. Una vulnerabilidad incómoda y temerosa que nos tienta a tomar la decisión más fácil, a no complicarnos, a irnos a la segura.
Si hoy tuviera la oportunidad de hablarle a mi niña interna para decirle lo que significa la valentía, le diría que preste atención a esos segunditos de adrenalina que electrifican su cuerpo cuando no sabe qué decisión tomar. Pues la decisión valiente está presente en esos segunditos donde la persona que ya es, tiene la oportunidad de crecer para convertirse en la persona que desea ser.
Ilustración de Giselle Dessavre