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Premio Nobel de literatura, donde lo popular no siempre gana

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Premio Nobel de literatura, donde lo popular no siempre gana

 

 

Luis Ricardo Sandoval / @LuisRSandoval5
luizandcar18@gmail.com  

 

Annie Ernaux nacida en 1940 es la ganadora del premio Nobel de literatura de este año 2022. Esta escritora francesa se dedica a lo autobiográfico desde temprana edad. Esto se ve en todos los libros, escritos en primera persona, al contarnos la vida de su madre en Une femme (La Mujer, en su traducción literal), el ascenso y caída de sus padres en el extracto social en La placeLa honte (El lugar, La vergüenza), su adolescencia (Ce qu’ils disent ou rien), su matrimonio (La femme gelée), el cáncer de mama que padeció (L’usage de la photo)  y hasta del Alzheimer que padeció su madre (Je ne suis pas sortie de ma nuit). 

 

De acuerdo a la Academia Sueca, se le concedió dicho honor por: << por el coraje y la agudeza clínica con la que descubre las raíces, los extrañamientos y las trabas colectivas de la memoria persona>>. Desde este espacio la felicitamos por haber recibido dicho premio.

 

Solo que vamos a cambiar abruptamente de tema y nos enfocaremos en los escritores que no han sido o nunca fueron considerados, por decirlo de alguna manera, para dicho premio. La lista es larga e impresionante.

 

Para empezar, Haruki Murakami, el multipremiado escritor y traductor de origen japonés, considerado como el escritor más influyente e importante de la era posmoderna, simplemente se ha quedado en las nominaciones al Premio Nobel de Literatura. Pero, ¿por qué una figura tan importante, como las figuras que se dirán a continuación, no han ganado dicho premio? 

 

Se supone, que el propio Alfred Nobel, después de haber dejado toda su voluntad y el dinero de su creación la dinamita a un premio que realmente “beneficie a la humanidad”, termine siendo algo otorgado por un comité de, actualmente, diez personas. Estas diez personas, que tienen el cargo para toda su vida, cinco son dentro de la Academia Sueca de la Lengua y cinco ajenos a dicha Academia, son quienes dictaminan el canon literario.

 

De acuerdo a la lógica seguida en el testamento de Alfred Nobel, en este caso de la literatura es: “escribir en una dirección ideal”. Solo que esa dirección ideal lleva a muchas vertientes y no a una única como se creía en el pasado. Antes se consideraba dicho ideal a los estatutos de familia tradicional, iglesia y estado, hasta llegar a escritores exclusivamente europeos o estadounidenses. 

 

A partir de 1986 es cuando se amplía el horizonte literario a todo el mundo. Tenemos a Octavio Paz,  Wole Soyinka (Nigeria), Naguib Mahfouz (Egipto), Nadine Gordimer (Sudáfrica), Derek Walcott (Santa Lucía), Toni Morrison, la primera afroamericana de la lista, Kenzaburo Oe (Japón), y Gao Xingjian, el primer premio en escribir en chino, Mario Vargas Llosa antes de caer estrepitosamente por su apoyo a la extrema derecha.

 

Ahora bien, la lista de los no considerados es larga y está llena de nombres que realmente revolucionaron las letras desde el siglo XX.

 

Un claro ejemplo de esto es el escritor argentino Jorge Luis Borges. Una de las teorías de la conspiración que más se suelen aceptar es que no le fue otorgado el premio a Borges fue por su apoyo a la dictadura militar argentina, simplemente porque “el mundo estaba en contra de” (reitero, es una teoría que no se ha podido comprobar ni creo que se compruebe). 

 

Cabe aclarar que, de acuerdo a la propia página de cultura argentina, en su apartado ¿Por qué Borges nunca ganó el premio Nobel? Dice lo siguiente: << El motivo principal, que se creyó durante mucho tiempo, y que sostuvo el mismo escritor, fue el político. El escritor era de carácter conservador y muy crítico de la literatura comprometida de su época, y se menciona su antiperonismo, su acercamiento a Rafael Videla y la visita a Augusto Pinochet para recibir un doctorado honoris causa en la Universidad de Chile. Allí pronunció un discurso que fue muy cuestionado y del que años después se arrepintió públicamente, en el que elogiaba al dictador.>> (https://www.cultura.gob.ar/borges-y-el-nobel-que-no-fue-8117/)

 

Miguel Ángel Asturias, escritor guatemalteco, fue el ganador del premio en 1946, muy por encima de Borges. Como resultado de dicho premio, fue considerado parte del boom latinoamericano en la década de 1960, junto a García Márquez, Vargas Llosa, José Donoso, Carlos Fuentes, Julio Cortázar y un larguísimo pero larguísimo etcétera.

 

Para seguir, Rubén Darío, una de las máximas influencias del modernismo literario hispanohablante, además de ser uno de los escritores y poetas más leídos en toda Latinoamérica, pasó desapercibido por la Academia y su pensamiento eurocentrista. Marcel Proust, Vladimir Nabokov, Franz Kafka, Julio Cortázar, Miguel Delibes, Emilio Zolá, Henrik Ibsen, Benito Pérez Galdós o Rómulo Gallegos no fueron siquiera tomados en cuenta.

 

Esto hace pensar que, únicamente la élite literaria tiene lugar de honor para dicha distinción. Porque retomamos algo que se ha hablado en reiteradas ocasiones en este espacio y es esa eterna guerra entre la alta cultura y la baja cultura. 

 

Al ser algo del pueblo, del vulgo, no es del mismo nivel que una obra como la de la ganadora del premio de este año Annie Ernaux, que hasta el día de hoy, únicamente era conocida en Francia y algunas regiones francófonas de Europa. Aunque ya me imagino que alguno va a decir que ya la conocía de hace tiempo y merecía ser la ganadora desde que hizo su primer autobiografía 

 

A diferencia de un pueblo democrático, en la Academia Sueca, se sigue viendo un pensamiento conservador. No les importa la opinión del pueblo y hasta me atrevería a decir que hay cierto menosprecio al lector común y corriente, que es el destinatario final de los libros que los escritores hacen, ya sea o no, pensando en nosotros como lectores.

 

Los escritores mencionados en párrafos anteriores, tienen algo en común y es que intentaron cambiar al mundo con su prosa, con sus poesías, con su crítica a lo que estaba mal en sus alrededores. A algunos no se los dieron por cuestiones políticas, otros, porque no lo consideraban importante y podrían hasta perder su estatus de filosofo o quizá por ego (Jean Paul Sartre). 

 

A otros por la presión de sus gobiernos (Boris Pasternak, presionado por el gobierno soviético). O simplemente, porque es popular y vulgar, parte del marketing como Murakami. Pero eso sí, le dan el premio Nobel de la paz a Barak Obama, a pesar de su esfuerzo por acabar con los palestino y su interminable apoyo a Israel y todo lo ocurrido en oriente medio bajo su gestión o el intento actual de darle el premio al Eugenio Derbéz ucraniano.

 

¡Hasta la próxima!

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