Editorial

CALLES VACÍAS

#InPerfecciones
“La apatía del pueblo, es y será, el peor enemigo para la prosperidad de la democracia.”

 

 

 

Pablo Ricardo Rivera Tejeda / @PabloRiveraRT
pricardo.rivera@gmail.com

No era fácil pensar que Morena fracasaría en su propuesta de reforma sobre Fuerzas Armadas, aún así, lo hizo.

 

En mi columna pasada escribía sobre la situación que envolvía a este tema. La confusión política era –y sigue siendo– evidente. Los intereses egocéntricos e injustificados de los legisladores salieron a relucir en épocas oscuras. El PRI tendría una vez más en la historia de México la última palabra.

 

¿Y qué paso?

 

La semana pasada, en la Cámara Alta del Congreso de la Unión, se debatió la ampliación de la intervención de las Fuerzas Armadas. El partido que porta los colores de nuestra bandera parecía tener máxima secrecía en lo que sería el sentido de su voto. No obstante, las cosas no les salieron del todo bien al partido en el poder. Antes de que aconteciera la votación en el pleno del recinto, se rumoraba que los senadores del PRI podrían votar a favor del cambio en el transitorio y lo que quedaba de la oposición sería derrotado. Se decía tras bambalinas que el Adán Augusto habría negociado con los legisladores para que todo saliera como había sido planeado.

 

El día de la sesión, Morena, el partido dominante, al ver que no contaba con la cantidad de votos necesarios para que la reforma pasara, decidió regresar la propuesta a comisiones. Para alguno esto fue trampa, para otros, una estrategia política justificada.

 

Desde mi punto de vista, lo sucedido es la muestra clara de que los legisladores, hoy en México, no representan a los ciudadanos ni cumplen con los principios de la democracia directa. Por el contrario, creo que los miembros del Congreso hacen lo que hacen, en gran parte por conveniencia.

 

Un argumento común que se ha dado a raíz de la discusión de este asunto es la fiabilidad o incorruptibilidad del Ejército. Morena y sus integrantes afirman, casi de manera ilógica e irracional, que aquellos en las Fuerzas Armadas son incorruptibles. Qué curioso. No creo que hubiesen dicho lo mismo cuando criticaron al ex presidente Calderón al militarizar el territorio nacional. ¿Pero esto qué quiere decir? Primero, que no hay congruencia. Segundo, que todo para los actores políticos es un juego en el que buscan que la suerte y las circunstancias estén de su lado.

 

Lo lamentable es que no sólo Morena es ejemplo de lo antes mencionado. Partidos como el PAN que se han comprometido supuestamente con el pueblo para erradicar problemas como el racismo, el clasismo o la desigualdad, han fallado en su cometido. Se me viene a la mente un caso concreto: la senadora Lily Téllez –miembro de este partido–, supuestamente busca cumplir con ideales nobles y solidarios, empero, siempre hay una gran diferencia entre la realidad y la ficción. Téllez ha dejado en claro que poco le importa ser clasista o racista, por ejemplo cuando usó como argumento para atacar al Dip. Gerardo Fernández Noroña –quien también es cuestionable– su similitud con la imagen del “Changoleón”. No puede haber actitud más fanática y odiosa que esa. Yo, por cierto, sigo sin comprender cómo podrían apoyar a una senadora para ser presidente si lo único que sabe hacer es utilizar el escándalo. Alito, quien es parte de la oposición, tampoco ha demostrado ser congruente o interesarse por el bien de los mexicanos. Le preocupa más el retrete de su mansión que la falta de agua del que no tiene tan siquiera techo.

 

Aun así, yo veo un gran problema: la apatía de los ciudadanos. Créanme que otra cosa sería si la participación ciudadana incrementara y se les demandara a los funcionarios que cumplieran con la labor que juraron al ser electos.

 

El pasado domingo, se realizó una marcha en la CDMX para protestar a causa de la inseguridad y la inconcebible cantidad de muertes y víctimas del país. Cabe aclarar que no era un movimiento político, ni tampoco una crítica al tan afamado “lopezobradorismo”, simplemente se buscaba hacer presión sobre el Estado y mostrar el descontento de la ciudadanía. Sin embargo, ese día, cuando el sol se asomaba por lo alto de los edificios e impregnaba con su color las calles de Reforma, pocas eran las personas que caminaban sobre las avenidas pidiendo justicia por aquellos que ya no pueden hacerlo.

 

Lo anterior no demuestra otra cosa más que desinterés y hartazgo. No lo niego, es normal. Sería inhumano no sentir hastío de los gobernantes y de las supuestas acciones políticas para resolver las problemáticas de México. Pero, ¿qué pasará si no actuamos? Hoy, los ciudadanos deben estar más activos que nunca, deben velar porque sus derechos se respeten y deben, bajo cualquier circunstancia hacer valer los principios que rigen nuestra patria. De no actuar, tendremos terribles consecuencias como que una persona –vomitiva en su totalidad– que ocupa la Secretaría de Educación Pública, no sepa responder algo a lo que está obligada. Si nos quedamos inmersos en la ilusión de que alguien más hará lo que nosotros debemos realizar por obligación, veremos cómo nos “representan” personas con delirios de grandeza y muestras de clasismo y discriminación, verdaderamente enfermizas.

 

La apatía del pueblo, es y será, el peor enemigo para la prosperidad de la democracia. Actuemos, investiguemos y defendamos los ideales de nación que con el paso del tiempo, por partido y colores, hemos perdido en México.

 

#InPerfecto