Sexualidad

Una Isla.

#Sexualidad
El viento te bese en mi nombre
El aire refresque tu sed….

 

 

Alba Luz Cano Zapata (Antel tejedora de palabras)
sexualidad@inperfecto.com.mx

UNA ISLA

Te escribo, no te escribo. No sé cómo empezar. He dado tantas vueltas como las que daba cuando era niña: con un pie, rotando sobre mí misma e impulsada por el otro. Siento como si estuviera andando de noche, en el campo no hay senderos, el pasto húmedo sube más arriba de mis tobillos, siento frío y luciérnagas por doquier. Nostalgia, risa.

Tengo una pila de recuerdos, fotografías en mi mente van pasando y quisiera agarrarlas, detenerme, pero se van unas y llegan otras; iluminan mi alma, fugaces pero espléndidas, diminutas, pequeñas llamitas, explosiones de dicha pasajera, efímeras. Luciérnagas en mi mente.

¿Recuerdas mi maleta gris café?…  Rectangular, con esquinas redondeadas. Cabíamos los dos: mi ropa y mi ilusionado amor y, una vez adentro, muy acurrucados, tomábamos la tiradera del cierre de cobre y lentamente la íbamos cerrando con nuestros dedos finos. Espacio compartido, sin temor a que uno se lo arrebatara al otro.

Sabor a yogur con pan, a café bebido desde un mismo mug.  Tal vez nunca supiste que le robábamos espacios a la vida para sorber para hacer aquel coctel embriagador. Embriaguez dulce, solo la risa y la ternura tenía lugar. He querido creer que tu alma y la mía han estado juntas desde entonces a pesar de esta distancia de ahora. Entre tantos recuerdos hay dos que me hacen creer en ello. Uno es imposible, lo imagino. Es dulce. Es algo de lo que no tengo memoria. Somos diminutos y flotamos, hay paz y silencio y estamos juntos allí, en el vientre  del amor. Cada uno en su espacio, en su bolsa, pero juntos, muy cerca el uno del otro. Podemos tocarnos a través de las finas paredes que nos separan y vamos hundiendo nuestras manos y nuestros pies, reconociendo nuevas formas. Podemos ser uno en vez de este par de seres mayores solitarios, sin sueños ni ilusiones.

Recuesto mi cuerpo y siento tu espalda. Llevas tus manos muy cerca de mi rostro y voy dibujando en mi mente otras formas sin lograr comprender aún tu proporción, tu existencia. Nos movemos, nos acomodamos, una danza de roces, de abrazos y de caricias llegan como ecos los sonidos de afuera;  rayos de luz que atraviesan el círculo amoroso, unas veces a mí, otras a ti: nunca nos incomodan. Puedo percibirte aunque estemos a oscuras, puedo sentir tu calor y tu compañía. A ti te gustan los latidos del corazón; para mí los tuyos son demasiado fuertes.

Creo entender que cada movimiento y cada sensación, cada mirada, cada palabra, cada beso, cada gesto eran la vida tomando forma, haciéndonos diferentes, enriqueciendo el universo; pero esa condición peculiar de haber estado juntos allí  por unos escasos días nos hace inseparables.

El otro recuerdo esta en mi imaginario, en mis sueños no soñados es más reciente y te dibuja tal como te veía y te veo; tiene algo que para mí es como un sueño: está lleno de significados. La habitación en la casa que habitamos. Pintaste las paredes, el piso, el techo, tablilla y alfardas, todo, en tonos de grises, impecablemente; los muebles, la cama, la mesa de dibujo eran blancos, grises o negros como tu ropa. Negro como el misterio, la noche, el invierno, la oscuridad, la negación, el infinito y la fuerza. Sobrio todo, pero triste. Así, ahora, lo veo yo. En ese mismo espacio, a la entrada, a mano derecha, contra la pared que daba al vacío del patio del primer piso, pusiste una ventanita redonda, como la escotilla de un barco.

Admiré todo. Cuando pude, se lo conté a mis versos. No solo eras aquel ser que en mi imaginación aparecía tan singular y tan perfecto que desde un comienzo arreglaba mis tristezas, mi soledad con sus manos, sino que tenías la capacidad de transformarlo todo, de construir fantasías. Esa ventanita perdura en mi recuerdo, sin esquinas, abierta hacia un patio donde no hay mar, pero sueña por donde se escapa el dolor y entra como una bocanada de aire la ilusión. Tan pequeña, pero tan… hermosa. Ese mismo cuarto donde te refugiabas como un gato a lamer tus dolores con la puerta cerrada. Nos fuimos separando y es como si viviéramos uno frente al otro con las ventanas cerradas, unidas por un sendero de vidrios rotos. Así se siente la distancia. Quizá te herí, o me impacienté con tus diferencias. Lo siento.

Ya no hay luciérnagas; todo parece pesado, más oscuro que lo oscuro. Te extraño. Si algún día quieres pasar por mi casa, esa casa que es mi desvencijada alma me avisas para guardarte unos de esos postres delicatesen que te gustaban.

Basta una palabra, quizás un gesto que espante los fantasmas de la imaginación que inventa el dolor, y podamos reconocer las cosas comunes y nos atrevamos a emprender unas nuevas. Aún nos queda tiempo para construir historias hoy; si no, no habrá nada para recordar mañana. Tal vez consigas un nuevo milagro para que el dolor que hace unos días clavaron en mí se escape por la puerta de ese cuarto de habitación donde te sueño, entonces quizás no sienta esta pena agobiante ni resuenen en mi mente esas palabras dichas por terceros recordando debo dejarte, alejarme porque soy un estorbo en sus vidas. 

Daria hasta mi vida por volver a esos días de unión contigo, sin nadie acosándome, sin críticas ni ponzoña nomas con esa hermosa seguridad sentida junto a ti y aquella dulce sensación de que me pertenecía el mundo porque tú me lo ofrecías. Me abruma ser esta isla en que me voy convirtiendo nada más para evitar que otros te falten alguna vez el respeto y se rompan relaciones o para tontamente impedir me tomen de nuevo como su juguete para depositar en mí su crueldad.

Es hora de guardar silencio sepulcral pues así me lo jure a mí misma.

Te abrazo con toda mi alma.


Alegría… Alegría…

El viento te bese en mi nombre

El aire refresque tu sed

El agua caliente calme la sed de tu fuego

Cuando tu llegada sientas mi dicha a tus pies

Mientras tanto nos vemos en el espejo.

 

#InPerfecto