#Arquitectura
Debe ponerse sumo cuidado en aligerar la carga de las paredes mediante estructuras abovedadas y en que el trabazón de la bóveda se corresponda con el centro.
Carlos Rosas C / @CarlosRosas_c
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Termina el Libro Sexto, Vitruvio es muy preciso en la forma en que señala como deben levantarse los edificios, consejos y opiniones forman parte de este breve pero interesante capítulo. Sigan con nosotros en el especial de arquitectura “En búsqueda de los maestros” sobre los Diez Libros de Arquitectura de Marco Vitruvio Polión.
LIBRO SEXTO
CAPITULO OCTAVO
LA SOLIDEZ DE LOS EDIFICIOS
Si los cimientos de los edificios que se construyen a ras del suelo se han preparado tal como hemos expuesto en los libros anteriores, cuando nos referíamos a los muros de las ciudades y a los teatros, permanecerán perfectamente sólidos durante largos años, sin ninguna duda. Pero si se construyen sótanos y estancias abovedadas bajo tierra, sus cimientos deben ser más anchos que la estructura que vaya a levantarse sobre ellos.
Colóquense sus paredes, pilares y columnas en perpendicular al centro de sus correspondientes inferiores, con el fin de que se apoyen en la parte más sólida; si el peso de las paredes o de las columnas cayera sobre un espacio vacío, será imposible que adquieran una duradera solidez. Además, si se colocan debajo unas jambas, debajo de los pilares y pilastras entre las vigas, se mantendrán en pie sin ningún problema.
Tanto los dinteles como las vigas, al soportar la carga de la estructura se arquean por su parte central ocasionando la ruina de toda la construcción, pero si se han colocado debajo unas jambas, asegurándolas con cuñas, se evitará que las vigas que asientan sobre ellas sufran algún deterioro.
Debe ponerse sumo cuidado en aligerar la carga de las paredes mediante estructuras abovedadas y en que el trabazón de la bóveda se corresponda con el centro. Cuando los arcos con sus piedras en forma de cuña quedan fuera de las vigas y de los dinteles, se consigue -en primer lugar- que no se combe el maderaje, aligerado de peso; y en segundo lugar, si sufre algún daño por causa del tiempo transcurrido, con toda facilidad se reemplazará la parte afectada, sin necesidad de demoler los puntales.
Los edificios que se levantan sobre pilastras y sobre arcos se construirán con dovelas cuyas junturas se dirijan hacia el centro; los pilares extremos deben tener mayor anchura, con el fin de que puedan soportar el peso, al ser más resistentes, ya que las piedras en cuña que forman el arco, bajo la presión del empuje de las paredes al cargar el peso hacia el centro, podrían echar fuera las impostas. Por tanto, si los pilares angulares fueran de mayores proporciones, soportarán perfectamente su empuje y ofrecerán una gran solidez a las construcciones.
Debe prestarse gran cuidado y debe hacerse uso de una puntual diligencia en todo lo que acabo de decir; también debe ponerse la máxima atención en que los elementos de la construcción se mantengan perpendiculares, que no se dé la más mínima desviación en ninguna de sus partes. Pero la máxima solicitud debe aplicarse en la construcción de los cimientos, dado que la acumulación de tierra suele ocasionar multitud de problemas.
No es posible que la tierra mantenga la misma presión durante el verano que en invierno, ya que aumenta su volumen por causa de las lluvias invernales, llegando a reventar los cimientos al adquirir mayor peso y volumen, y a destrozar las cercas que forman sus muros. Con el fin de evitar este grave problema, se procederá de la siguiente manera: en primer lugar, la anchura de los muros será proporcional al volumen de tierra que hayan de soportar; posteriormente se colocarán unos estribos o contrafuertes en la parte frontal, al mismo tiempo que se construyan los muros; estos estribos guardarán entre sí una separación equivalente a la altura de los futuros cimientos y su anchura será la misma que la de los cimientos; irán progresando desde la parte más profunda según la anchura fijada para los cimientos e irán gradualmente disminuyendo, de modo que su parte superior sobresaliente sea igual a la anchura de los muros.
Por su parte interior se construirán unos muros con unos salientes en forma de sierra, unidos al terreno, donde cada uno de sus dientes guarde una distancia respecto al muro igual a la altura de los cimientos. La anchura de los dientes será como la del muro. En los ángulos extremos de los cimientos, tómese desde el ángulo interior una distancia igual a la altura de los cimientos y márquese una señal en cada uno de sus lados, desde donde se levantará una pared diagonal, y desde la parte central de ésta se levantará otra pared que quedará unida con el ángulo interior del muro. De esta forma, los dientes y la pared diagonal evitarán que la tierra ejerza toda su presión contra el muro; distribuirán y retendrán el empuje presionante de la tierra.
He explicado la manera más conveniente de construir edificios que no presenten defectos, así como las precauciones que han de tomarse al comenzar la construcción. No es lo mismo tener que cambiar unas tejas, unos maderos o unos tirantes que modificar los cimientos, pues reemplazar estos elementos cuando se estropeen, resulta bastante sencillo. También he explicado de qué manera pueden resultar sólidas las partes de los edificios que no son consideradas como tales.
No es competencia del arquitecto controlar la clase de material necesario para ser utilizado en la construcción, ya que no se producen los mismos materiales en los mismos lugares, tal como se ha dicho en el libro anterior; sí es competencia del propietario elegir un edificio de ladrillo, de piedra tosca o de piedra tallada. Así pues, el examen al que debe someterse toda clase de construcción debe realizarse bajo un triple punto de vista: bajo el punto de vista de su exacta hechura, de su magnificencia y de su disposición.
Cuando se contempla un edificio magníficamente concluido, los elogios recaen sobre los gastos efectuados por su dueño; si es un edificio terminado con gran pureza de estilo, se alaba el trabajo de los albañiles, y si alcanza una notable elegancia por la perfecta simetría de sus proporciones, sólo entonces la gloria recae sobre el arquitecto. Todos estos requisitos se darán a la vez, si el arquitecto acepta las sugerencias de los obreros y de los particulares. Todos los hombres, y no sólo los arquitectos, tienen capacidad para examinar y analizar la calidad de una obra, pero entre los hombres particulares y los arquitectos hay una clara diferencia: los particulares sólo saben apreciar el valor de una obra cuando ya está concluida, no antes de su terminación; el arquitecto tiene perfectamente claro en su mente, antes de empezar, cómo va a resultar la obra respecto a su belleza, a su utilidad, a su decoro.
He descrito lo más claramente que he podido todos los aspectos que he juzgado útiles en los edificios privados, así como la manera de construirlos; en el siguiente volumen pasaré a explicar lo relativo a los enlucidos, con el fin de que resulten correctos y sin defectos durante largo tiempo.