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EN BÚSQUEDA DE LOS MAESTROS MARCO VITRUVIO POLIÓN parte 7

#Arquitectura
La madera debe cortarse en el intervalo de tiempo que media entre el otoño y un poco antes de que empiece a soplar el Favonio. No es conveniente cortarla en primavera, pues todos los árboles están a punto de brotar…

 

 

Carlos Rosas C / @CarlosRosas_C
carlos.rc@inperfecto.com.mx

 

 

El Libro Segundo de los Diez Libros de Arquitectura que Vitruvio Polión en realidad es un documento corto, resulta una especie de recordatorio de conceptos muy básicos que se pueden ver en el Libro Primero –capítulos 2 y 3 también- que nos hablan sobre de que elementos consta la arquitectura y partes de la arquitectura (consultar “En búsqueda de los maestros  Marco Vitruvio Polión partes 3 y 4”) por lo cual no repetiremos esos capítulos, sino que, nos saltaremos hasta el capítulo 4 del Libro Segundo donde Vitruvio nos habla directamente de los materiales que se usan en la construcción, siendo el capítulo 8 “la madera” el más extenso y muy interesante, para con  con esto terminar con el libro segundo, aspecto que cada vez nos adentra más en esta muy interesante colección de libros sobre arquitectura que no deben perderse en el tiempo ni el olvido. Disfrútenlo.

 

LIBRO SEGUNDO

 

CAPITULO 4. “LA ARENA”

 

Lo primero de que debemos ocuparnos, en las obras de mampostería, es de la selección de una arena que sea adecuada para el mortero, esto es, que no tenga tierra mezclada.

 

Las clases de arena son: negra, blanca, roja y carboncillo. De estas cuatro clases, la mas idónea será la que, al frotarla fuertemente con las manos, produce un crujido; este efecto no se consigue con la arena mezclada con tierra, pues no tiene aspereza. De igual modo, la arena mas idónea es la que, envuelta en un vestido blanco, al sacudirla después, no mancha si ensucia, ni deja sedimento de tierra. Si no hay arenales de donde extraer la arena, deberá cribarse la de los ríos o bien la grava del litoral marino.

 

Pero esta clase de arena tiene el siguiente inconveniente: se seca con mucha dificultad y las paredes no soportan fácilmente grandes cargas, si no se dejan descansar con interrupciones y no se levantan bóvedas sobre ellas. La arena del mar tiene este mismo defecto pero aumentado, pues cuando se tiende el enlucido sobre las paredes, al eliminar el salitre, se va deshaciendo. La arena de cantera se seca con rapidez, se mantiene largo tiempo enlucido y permite sobreponer bóvedas, pero únicamente si son recién extraídas de los arenales. Si durante largo tiempo permanecen al aire libre, se ablandan por el sol, la luna y los hielos, se resquebrajan y se hacen terrosas. Y así, cuando se utilizan en mampostería, no pueden mantener unidas las piedras sino que se desmoronan y las paredes son incapaces de soportar la carga. Pero las arenas de cantera recientes presentan numerosas propiedades en la construcción; no obstante no son eficaces ni aprovechables en los enlucidos, pues al estar mezcladas con cal y con paja, debido a su resistencia, se secan dejando resquicios y terminan por deshacerse.

 

La arena fluvial, al ser muy fina, gana solidez en los enlucidos, como sucede con el llamado mortero de Signia (su nombre hace alusión a la ciudad de Signia, cerca de Roma. Se utilizaba para el suelo de depósitos de agua, cisternas, baños, etc.), siempre que se triture bien con la ayuda de pisones.

 

CAPITULO 5. “LA CAL”

 

Explicadas ya las diversas clases de arena, debemos ahora ocuparnos, con el mismo cuidado, sobre la cal que se obtiene por calcinación de piedra blanca o sílice; la cal que resulte de piedra dura y compacta será muy útil en la construcción y la que resulte de piedra mas porosa será mejor para los enlucidos. Cuando la cal queda apagada, se mezcla con arena de cantera, en proporción de tres cuartas partes de arena por una de cal; si se trata de arena de rio o de mar se mezclaran dos partes de arena por una de cal; así se hará una exacta y justa proporción de la mezcla. Se conseguirá una mezcla de mejor calidad para su uso, si se añade a la arena de rio o del mar una tercera parte de arcilla machacada y cribada. Por tanto, cuando se echa agua y arena a la cal, se consigue consolidar la obra y la razón parecer ser que, como todas las sustancias, las piedras tambien están compuestas por los cuatro elementos básicos: las que poseen mas aire, son blandas; las que poseen mas agua, resultan mas dúctiles por su humedad; las que tienen mas tierra son mas duras y las que tienen mas fuego son quebradizas.

 

Consecuentemente, si antes de someterlas al fuego colocamos alguna de estas piedras pulverizadas y mezcladas con arena, no adquirirán solidez ni podrán mantener en pie la construcción. Pero, puestas al fuego en el horno, van perdiendo la fuerza de su solidez originaria, prendidas por el calor intenso del fuego; abrasadas y agotadas sus virtualidades quedaran con sus poros patentes y acabaran siendo esponjosas. En conclusión, una vez consumidos y desaparecidos el agua y el aire, inherente en estas piedras, en su interior poseerán un calor latente y subsistente; mojándolas en aguas, antes de recibir la fuerza del fuego, al ir penetrando la humedad en la porosidad de sus pequeñas aberturas, comienzan a calentarse y, de este modo, al refrescarlas, sale el calor interior de la cal. Por ello, cuando las piedras se colocan en el horno, al cabo de un tiempo mantienen el mismo peso y cuando las volvemos a pesar, sacándolas del horno, aun manteniendo sus propias dimensiones, descubrimos que han perdido casi una tercera parte de su peso, pues su elemento liquido ha quedado depurado por el fuego. Por tanto, cuando la cal mantiene abiertos sus poros, se mezcla fácilmente con la arena, se une conjuntamente y, al secarse, logra la solidez de los edificios si la mezclamos con piedras de cimentar.

 

CAPITULO 6. “EL POLVO DE PUZOL”

 

Encontramos tambien una clase de polvo que encierra verdaderas maravillas, de un modo natural. Se da en la región de Bayas, en las comarcas de los municipios situados cerca del volcán Vesubio. Mezclado con cal y piedra tosca, ofrece una gran solidez a los edificios e incluso en las construcciones que se hacen bajo el mar, pues se consolida bajo el agua. Parece que esta particularidad se debe a que, bajo las montañas, hay tierras ardientes y abundante agua caliente, que no se darían si no hubiera en las profundidades magma en grandes cantidades, que arde o bien por el azufre, o bien por el alumbre, o por el betún. Así, al permanecer el fuego en la profundidad, el calor de sus llamas va abrasando los intersticios telúricos configurando una tierra ligera y la toba, que surge aquí, no contiene nada de agua.

 

Por tanto, como estos tres factores, originados por una causa similar como es la fuerza del fuego, coinciden en una sola mezcla, al absorber agua a la vez, se unen formando un todo compacto y endurecido, que adquiere mayor solidez por causa del agua, y ni las olas ni el ímpetu del mar pueden deshacerlos o disolverlos. Este hecho es indicativo de que en estos parajes hay tambien fuego, pues en los montes de Bayas y Cumas encontramos unos pozos excavados, que actúan como sudaderos (según Estrabon, precisamente de estos pozos tomo el nombre la ciudad de Puzol); el vapor hirviente que nace en la profundidad, por la fuerza del fuego va perforando esta parte de tierra y al manar surge en estos lugares logrando las extraordinarias ventajas que proporcionan los sudaderos. Se dice que antiguamente el fuego era mas abundante en el interior del Vesubio, que eruptaba unas llamas que llegaban hasta los campos limítrofes. Por ello, la esponja o piedra pómez pompeyana es una clase de piedra cocida que ha adquirido las cualidades propias de la piedra pómez. Esta clase de piedra esponja no se haya en cualquier lugar, sino en torno al Etna y en las colinas de Misia, que los griegos llaman Catacecaumene y posiblemente en otros lugares de similares características. Si pues se encuentran en estos lugares manantiales hirvientes y vapores calientes cuando se hacen excavaciones, y si los antiguos mencionan estos mismos lugares e indican que en estos mismos campos había llamas que se esparcían, parece cierto que la fuerza del fuego fue secando la toba y la tierra, como sucede en los hornos cuando se vierte cal.

 

Por consiguiente, a partir de elementos tan desiguales y distintos agrupados en una sola sustancia natural, al resolver el agua la ausencia calidad de humedad, se calienta en sus elementos comunes mediante un calor oculto y de forma violenta logra que se mezclen, adquiriendo una extraordinaria virtualidad de solidez. Sabemos que en Etruria se encuentran abundantes fuentes de agua caliente y nos queda la curiosidad de saber por que no surge allí tambien ese polvo que, por las mismas razones de antes, se solidifica en las obras construidas bajo el agua.

 

Me ha parecido bien ofrecer una explicación sobre estas fuentes, antes de que se me formule esta pregunta. Ni una misma tierra, ni unas mismas piedras surgen en cualquier lugar, sino que unas son de tierra, otras contienen raba o cascajo; sin embargo, en otros lugares son arenosas y en distintas regiones encontramos piedras con características completamente diversas. Podemos considerar esta diversidad atendiendo a un hecho muy claro: donde los Apeninos rodean las regiones de Italia y de Etruria, casi en cualquier parte encontramos arena de cantera; pero al otro lado de los Apeninos, exactamente en la región que queda junto al mar Adriático, no encontramos tal arena, e igualmente, ni siquiera se la conoce en Acaya, ni en Asia, ni al otro lado del mar. Por tanto, no en todos los lugares en los que brotan fuentes de agua hirviendo concurren las mismas propiedades y del mismo modo, sino que toda se va originando no por la voluntad del hombre sino por la propia naturaleza, que lo va diversificando de manera casual. Así pues, en los lugares donde los montes no son terrosos sino de abundante leña, la fuerza del fuego la va quemando, al salir a través de sus vetas.

 

Quema y destruye lo que es blando y flexible, pero no lo que es áspero y duro. Así como la tierra abrasada de Campania se convierte en cenizas, así en Etruria la madera calcinada se va transformando en carboncillo. Ambas son muy rentables y efectivas en la construcción: la ceniza resulta excelente en los edificios construidos en tierra firme y el carboncillo resulta tambien excelente en las construcciones marítimas.

 

La virtualidad o propiedad de la madera de Etruria es mas suave que la toba, pero mas consistente que la tierra. Esta clase de arena, que es el carboncillo, se da en muchos lugares al quemarse la tierra interiormente por la intensidad y la fuerza del vapor subterráneo.

 

CAPITULO 7. “LAS CANTERAS”

 

Bien, hemos hablado ya sobre la cal y la arena, sus variedades y sus propiedades. Siguiendo el orden, vamos a desarrollar ahora el terna sobre las canteras de las que se extraen piedras talladas y piedras toscas que utilizarnos para la edificación. Son piedras que poseen muy diversas y distintas propiedades. Unas, en efecto, son blandas, como la «piedra roja» que encontramos en las proximidades de Roma, las de Pallene, las de Fidenes y las de Alba; otras son templadas, corno las de Tívoli, Anriterno, Soracte y otras similares; otras piedras son duras corno es el pedernal.

 

 

En verdad hay otras muchas clases, como la toba roja y negra de Campania, la toba blanca de Umbría, Piceno y Venecia, que se puede cortar, como si fuera madera, con una sierra dentada. Las piedras blandas poseen la cualidad de que, después de extraerlas de las canteras, se manejan con toda facilidad. Si se colocan en lugares cubiertos, mantienen perfectamente el peso de la obra, pero si están en lugares abiertos al cielo, se desmenuzan y se deshacen debido a los hielos y a las escarchas; igualmente, junto a la costa del mar se disuelven carcomidas por el salitre y no resisten ni el oleaje ni las mareas. La piedra Tiburtina, y las que tienen similares características, soportan bien el detrimento ocasionado por las condiciones meteorológicas y por el peso, pero no resisten la fuerza del fuego y en cuanto les afecta se hacen añicos y quedan destruidas; se debe a que son mas bien piedras secas en su composición natural, poseen poca cantidad de tierra y una gran proporción de aire y de fuego. Por tanto, como contienen poca cantidad de agua y de tierra, al penetrar el fuego profundamente y llenar los espacios vacíos de los intersticios, comienza a calcinarías, pues desaparece el aire por la fuerza y el influjo del calor, consiguiendo unas sustancias ígneas parecidas a su natural y propia cualidad.

 

Encontramos abundantes canteras en los alrededores de Tarquinia, las llamadas «canteras ancianas», con un color parecido al de las canteras de Alba; e igualmente, junto al lago de Bolsena y también en la prefectura de Statonia Poseen innumerables propiedades: resisten magníficamente las heladas y la fuerza del fuego, se mantienen sólidamente durante largo tiempo, pues poseen poca cantidad de aire y de fuego, gran cantidad de tierra y algo de agua. Así, endurecidas por una solidez compacta, no sufren ninguna alteración ni por la intemperie ni por la violencia del fuego. Podemos concluir estas cualidades fijándonos en los monumentos que se encuentran cerca de Ferente, labrados con piedras de estas canteras Allí se levantan magníficas y excelentes estatuas y pequeñas figuritas, e incluso flores y acantos tallados primorosamente; aunque son antiguos, parecen realmente recientes, como si los acabaran de tallar Igualmente, los fundidores de bronce hacen sus moldes con piedras de estas canteras, pues poseen importantes propiedades para la fundición del bronce.

 

 

Si estuvieran cerca de Roma, merecería nuestro elogio el que se concluyeran todos los edificios precisamente con piedras de estas canteras pero, debido a la proximidad, la necesidad nos impone usar las canteras de piedra roja, las de Palla y otras que encontramos cerca de aquí. Si queremos concluir las obras sin ningún defecto, deben prepararse las piedras de antemano de la siguiente manera: se extraerán las piedras en bruto con una antelación de dos años antes del momento de edificar; se extraerán en el verano y no durante el invierno. Y amontonadas en tierra se mantendrán a cielo raso Las que durante estos dos años queden dañadas por los temporales, colóquense en los cimientos; las restantes, que estén intactas, como probadas por la misma naturaleza, darán solidez y firmeza en las construcciones que se levanten a lo alto. Estas precauciones deben tenerse en cuenta también con las piedras para la mampostería.

 

CAPITULO 8. “LA MADERA”

 

La madera debe cortarse en el intervalo de tiempo que media entre el otoño y un poco antes de que empiece a soplar el Favonio. No es conveniente cortarla en primavera, pues todos los árboles están a punto de brotar y concentran su energía para hacer florecer su follaje y sus frutos de cada año. Cuando están sin bojas y húmedos, por motivo de la estación del ano, son inútiles y poco aptos, debido a su porosidad. Igual que las mujeres, cuando están en estado, no poseen un cuerpo sano ni vigoroso desde la concepción hasta el parto, ni tampoco se ofertan como sanas ni fuertes las embarazadas que son vendidas como esclavas; se debe a que, al desarrollarse el feto en el útero, toma para su propio provecho las propiedades y vitaminas del alimento y cuanto se va haciendo más desarrollado hasta madurar en el momento del parto, menos permite que sean fuertes y sólidos los cuerpos donde se va engendrando. Después del parto, dado que el alimento inicialmente era apartado hacia otro ser, se ve libre por la separación del feto ya nacido. Al recibir y absorber la Fuerza vital por sus venas vacías y abiertas, el cuerpo se va endureciendo y vuelve a su anterior solidez y firmeza natural.

 

 

Exactamente por la misma razón, en el otoño, al madurar sus frutos y en consecuencia marchitarse su follaje, reciben las raíces de los árboles toda su savia de la misma tierra, y vuelven a renovar su anterior robustez. La fuerza del frió invernal les da consistencia y los mantiene como comprimidos, durante esta estación, como he dicho anteriormente. Por tanto, si se tala su madera durante este tiempo, será una madera apropiada por las razones que he expuesto. Conviene que sea talado haciendo un corte en el tronco del árbol por la mitad hasta la medula y se deje así, con el fin de que se vaya secando y deje caer gota a gota su jugo. En consecuencia, el liquido perjudicial o nocivo, más próximo al tuétano de la madera, no se corromperá dentro ni corromperá tampoco la calidad de la madera. Cuando el árbol esté seco y sin gota de humedad, será el momento preciso para derribarlo, pues será magnífico para ser utilizado en la construcción. Exactamente lo mismo debe tenerse en cuenta sobre toda clase de arbustos.

 

En efecto, cuando éstos son atravesados de parte a parte en su zona mas baja y a su debido tiempo, derraman el líquido sobrante y nocivo de sus médulas a través de sus poros, y al irse secando adquieren una larga duración. Ahora bien, los que no posean poros por donde salgan sus líquidos, al desarrollarse éstos en su interior, se hacen putrefactos y se corrompen, haciéndolos inútiles y defectuosos. Por tanto, sí se mantienen en píe y con vida y al secarse no pierden su vigor, cuando sean abatidos para aprovechar su madera (si han sido saneados de esta forma), con toda seguridad ofrecerán importantes ventajas en los edificios, durante largo tiempo.

 

Comparados cinte sí los árboles ofrecen propiedades diferentes y variadas, como por ejemplo, el roble, el olmo, el álamo, el ciprés, el abeto…, que proporcionan una madera muy adecuada para la construcción. No tiene las mismas propiedades el roble que el abeto, ni el ciprés que el olmo; ningún árbol posee las mismas cualidades que otros debido a su propia naturaleza, sino que cada clase de árbol, en relación con los demás, sobresale por unas propiedades específicas de su clase.

 

En primer lugar, el abeto contiene gran cantidad de aire y de fuego y apenas agua y tierra; pesa muy poco, pues posee los principios más ligeros de la naturaleza. Si se mantiene con su vigor natural, soporta sin doblarse el peso que se imponga y permanece totalmente recto en el entramado. Como contiene en su interior excesivo fuego, genera y alimenta la carcomía; además se inflama rápidamente, pues como posee poco aire y es excesivamente poroso, arde con facilidad, produciendo abundantes llamas. Antes de ser cortado, la parte del abeto que esta en contacto con la tierra es lisa y sin nudos, pues toma el agua de las proximidades por medio de las raíces. En la parte del abeto que está más elevada, por la fuerza del calor salen al exterior muchas ramas y es muy nudoso; al talarlo aproximadamente a 20 pies de altura y al cepillarlo bien, se dice que es un abeto «fusterno», debido a la dureza de sus nudos. La parte más baja, cuando al cortar el abeto queda separada en cuatro partes siguiendo sus vetas, eliminando la parte inmediata al tuétano de la madera, la madera restante se utiliza para obras de talla delicada e interior, y se denomina «sapínea». La encina posee en abundancia mucha tierra y escasos principios de agua, aire y fuego; cuando se soterra en excavaciones, adquiere una ilimitada duración. Debido a su densidad tío tiene poros y si se humedece, no puede recibir el líquido, resiste la humedad, se retuerce y acaba agrietando las obras en las que se utilice.

 

 

Por el contrario, la encina «aesculus» adquiere magníficas propiedades para la construcción, ya que posee una adecuada combinación de los cuatro principios; si se coloca en un sitio húmedo, al recibir el agua por sus poros y al despedir el aire y el fuego, queda dallada y se echa a perder por su excesiva humedad. El brezo, el alcornoque y el haya, puesto que poseen una mezcla equilibrada de agua, fuego y tierra y abundante cantidad de aire, se marchitan rápidamente al recibir agua de sus raíces a través de sus poros.

 

El álamo blanco y el álamo negro, así como el sauce, el tilo y el agnocasto poseen gran abundancia de friego y de aire, moderadamente agua y escasa tierra, con una composición mas ligera; por ello, ofrecen una excepcional firmeza en su uso. Por la mezcla de tierra que contienen, son más bien blandos y por su porosidad adquieren un color blanco, ofreciendo una apropiada manejabilidad para las tallas. El aliso (álamo negro), que crece junto a las orillas de los océanos, aparentemente su madera es escasamente aprovechable, pero sin embargo condene extraordinarias cualidades. En efecto, posee gran cantidad de aire y de fuego, relativamente poca tierra y menos todavía agua.

 

Enraizados en terrenos pantanosos, como cimientos, y clavándolos como estacas para edificar sobre ellos, recogen la humedad de la que están faltos, y se mantienen perennes durante larguísimo tiempo soportando el impresionante peso de todo el edificio, sin ocasionar ningún defecto. No sobreviven mucho tiempo fuera de la tierra, pero sí sumergidos en el agua. Es muy interesante observar este tipo de construcciones en Rávena, donde todos los edificios, tanto públicos como privados, se levantan sobre estacas que sirven de cimientos y son de esta clase de madera. El olmo y el fresno poseen gran proporción de agua, poquísimo aire y fuego y una cantidad relativa de tierra. En las construcciones son blandos y por su exceso de humedad no poseen rigidez y se curvan rápidamente; cuando con el paso de los meses se secan, o bien van muriendo por la pérdida de humedad, se endurecen y, por su ductilidad, actúan como firmes ataduras en las uniones y junturas. El carpe contiene muy escasa cantidad de fuego y de tierra y muchísimo aire y agua, es poco quebradizo y posee una manejabilidad francamente muy aprovechable. Los griegos, que fabrican los yugos de las caballerías con esta madera llamados ziga -, llaman también del mismo modo al carpe “zygian. Son muy admirables y llamativos el ciprés y el pino, pues contienen una composición equilibrada de fuego, aire y tierra y abundante agua; debido a la cantidad de agua, normalmente se curvan en las construcciones pero se conservan intactos durante largo tiempo, pues el liquido que constituye su naturaleza interior posee un sabor amargo que impide el que penetre la carcoma y los insectos que causan graves daños.

 

Por tanto, los que se llegan a usar en las construcciones intactos durante largo tiempo, pues el líquido tille constituye su naturaleza interior posee un sabor amargo que impide el que penetre la carcoma y los insectos se mantienen en inmejorables condiciones durante largo tiempo. El cedro y el enebro poseen las mismas propiedades y las mismas ventajas; pero mientras que del ciprés y del pino destila la resina, del cedro brota un aceite este aceite los libros, quedan protegidos contra la carcoma y las polillas; la disposición de sus hojas y ramas es parecida a la del ciprés; su madera es de veta recta. En el templo de Efeso hay una estatua de Diana de madera de cedro, así como un artesonado; también en otros nobles templos hay artesonados de la misma madera, precisamente porque dura una eternidad.

 

Los cedros nacen, sobre todo, en Creta, África y en algunas regiones de Siria. El alerce, que únicamente es conocido en los municipios que bordean el rio Po y las Costas del Adriático, no solo se mantiene a salvo de la carcoma y de la polilla, por poseer una savia nociva y fuerte, sino que además es incombustible, a no ser que se queme con otra clase de leña, como sucede con las piedras que se queman en el horno para producir cal; ni siquiera así se pueden prender ni se pueden reducir a carbón, sino que tras mucho tiempo, lentamente, se destruyen por el friego. Posee una composición mínima de friego y aire y una solidez compacta por el agua y por la tierra; no tiene poros por donde pueda penetrar el fuego, resiste su fuerza y taran mucho tiempo en quedar dañado; por causa de su peso no flota sobre el agua, por lo que debe ser transportado en naves o en balsas de madera de abeto.

 

Merece la pena conocer el hallazgo de esta. madera tan especial. Estaba acampado con su ejército el Divino César cerca de los Alpes y ordenó a los municipios que le abastecieran de víveres. Allí mismo había una fortaleza, llamada Larigno cuyos habitantes, confiados en su protección natural, desobedecieron sus órdenes. El emperador decidió acercar sus tropas. Ante el portalón de la fortaleza había una torre, construida con esta misma madera, mediante vigas transversales alternativamente, como se prepara una pira, con el fin de rechazar desde lo alto, poseían otro tipo de dardos y que no podían lanzarlos muy lejos de la muralla, con palos y piedras, a quienes intentaran acercarse. Mas al advertir César que no poseían otro tipo de dardos y que no podían lanzarlos muy lejos de la muralla, por resultar muy pesados, ordeno que, acercándose a la torre, arrojaran unos manojos de ramas y teas encendidas. Rápidamente los soldados prepararon montones de ramas y de teas y cuando las llamas prendieron las ramas en torno a la torre de madera, corrió el rumor por todas partes de que aquella inmensa mole había cedido en su totalidad. Se apago el fuego, se normalizo la situación y apareció la torre intacta e inmune.

 

Cesar, lleno de admiración, mandó que fuera rodea da de nuevo y que se colocaran mas allá del alcance de los dardos. Los habitantes de la fortaleza, llenos de temor, se rindieron; César preguntó de dónde  procedía aquella madera que resultaba incombustible. Le mostraron unos árboles que eran muy abundantes en aquellos parajes. Así, del nombre de la fortaleza «Larignum» tomó su nombre esta madera que se llama «larigna». Se transporta a Rávena por el cauce del río Po y se suministra a las colonias de Fano, Pésaro, Ancona y otras colonias que pueblan esta. región. Si fuera posible transportarla a Roma, proporcionaría grandes beneficios para las edificaciones, si no para todo el edificio, ciertamente sí para los tablones que se colocan en los aleros bordeando las casas de alquiler; de esta manera, los edificios quedarían libres del peligro de los incendios, ya que esta madera resiste eficazmente el fuego y no se deshace en cenizas.

 

Los alerces poseen hojas parecidas a las del pino; su espléndida madera es tan manejable para obras de talla delicada como la del abeto y posee una resina líquida, del color de la miel de Ática, que tiene propiedades curativas, sobre todo para los tísicos. He ido explicando cada una de las maderas, así como las propiedades que la naturaleza les ha concedido y las condiciones en las que se producen. Paso a explicar ahora por qué el abeto que en Roma se llama «abeto del Adriático» es de peor calidad que el abeto «del Tirreno», que presenta una extraordinaria utilidad por su larga duración; pues bien, paso a explicar estos tenias, los defectos o cualidades que poseen según las particularidades del terreno, con el fin de clarificar a quienes consideren estas palabras con atención.

 

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