#Arquitectura
…La filosofía perfecciona al arquitecto, otorgándole un alma generosa, con el fin de no ser arrogante sino más bien condescendiente…
Carlos Rosas C.
carlos.rc@inperfecto.com.mx
A lo largo de estos especiales de arquitectura apenas hemos tocado una parte de lo que implica el conocimiento de la arquitectura, que, vista desde la óptica no de lo que hoy en día el mercado implica en el ejercicio de esta disciplina, nos podremos dar cuenta que tiene una cantidad impresionante de elementos dignos de retomar en la búsqueda de devolver a este noble oficio mucha de la dignidad perdida con el paso del tiempo.
Con todo y los cursos de historia que se imparten en las escuelas de arquitectura pocos voltean la mirada a elementos de composición que en otras épocas resultaron la piedra angular del diseño, la proporción humana, el entorno geográfico, la posición de los astros, y hasta algún rito mágico le otorgaban al objeto arquitectónico una mística en comunión con algo que la ligaba intrínsecamente con el espíritu de la humanidad.
La velocidad del internet, el bombardeo de tendencias estéticas que vienen una detrás de otra como avalancha sin que ninguna eche raíces dentro del ideario colectivo nos ha hecho apreciar cada vez menos la profundidad de aspectos del mensaje que un arquitecto debiera emplear cuando se enfrenta al papel en blanco del diseño.
Proporción, ritmo, escala, emplazamiento, concepto, y hasta ideología política forman parte del ejercicio del diseño, y el arquitecto parece condenado a la esclavitud del desarrollo a gran escala de edificios llenos de tecnología con prefabricados que lo supeditan a un modo de producción que ha desdeñado la belleza por el máximo de ganancia. A lo largo de la historia de la humanidad la presencia del arquitecto ha sido fundamental para expresar la grandeza de las civilizaciones, el conocimiento de la técnica constructiva, la mística que los representa como “entes” portadores de conocimiento los pone al nivel de los grandes galenos, o aquellos grandes estadistas que han contribuido a dejar una huella casi mítica de su quehacer.
Ésta serie “En búsqueda de los maestros”, que iremos alternando con otros temas, daremos un paseo por los planteamientos, teorías, obra y personalidad de algunos maestros de la arquitectura desde la antigüedad hasta nuestros días, de modo que no dejemos lo que históricamente debe estar siempre presente para el estudio de la arquitectura. Comenzaremos con Marco Vitruvio Polión y sus “Diez libros de Arquitectura”, un trabajo extraordinario que da cuenta de muchos elementos que el arquitecto debe considerar para ejercer la gran labor de la arquitectura.
DESENTERRANDO A MARCO VITRUVIO POLIÓN
Arquitecto romano, autor de tratado Sobre la arquitectura. Se desconoce el lugar y año de nacimiento, vivió durante la época de Julio César y Octavio Augusto. Se sabe, sin embargo, que su existencia fue larga y activa: fue soldado, con Julio César, en Hispania y Grecia, donde actuó como ingeniero militar. Luego residió en Roma, y allí trabajó en las construcciones imperiales. Julio Cesar primeramente, y Augusto después, le ayudaron en su ancianidad con una subvención vitalicia, lo cual es una prueba del reconocimiento de ambos. En Roma compuso, durante los últimos años de su vida, su famoso tratado.
Lo mismo que las huellas de su existencia, también los restos de su labor han sido borrados casi enteramente por el tiempo; sólo existen algunos en la población de Fano, para la cual construyó Vitruvio una famosa basílica y un arco de triunfo augustal aún visible, aunque modificado. En el campo de la técnica se le debe la invención del módulo quinario en la construcción de los acueductos. Proyectó también máquinas de guerra y edificó muchos monumentos.
La fama de Vitruvio se debe al tratado De architectura, la única obra de estas características que se conserva de la Antigüedad clásica. Conocido y empleado en la Edad Media, la edición del tratado de Vitruvio en Roma en 1486 ofreció a los artistas del Renacimiento, imbuidos de la admiración por las virtudes de la cultura clásica tan propio de la época, un canal privilegiado mediante el que reproducir sus formas arquitectónicas.
Dividido en diez libros y compuesto probablemente hacia el 27 a. de C., Sobre la arquitectura es el único tratado orgánico de su género que la antigüedad nos ha transmitido. El texto, que tiene el carácter de manual de resumen y divulgación, y que refleja los procedimientos de la arquitectura romana durante el último siglo de la república.
El libro I comienza por consideraciones acerca de las cualidades y de los deberes del arquitecto y sobre la naturaleza de la arquitectura, entendida como ciencia y como arte, y de sus varios aspectos. La “aedificatio” implica, en efecto, la construcción de edificios públicos (clasificados según su objeto sea la “defensio”, la “religio” o la “opportunitas”) y la construcción de edificios privados ( “gnomónica”, “machinatio”). Alude después al problema urbanístico: la elección de lugares propios para la fundación de ciudades, el trazado de las calles, la construcción del recinto de murallas defensivas y la distribución de los edificios dentro del recinto.
LOS DIEZ LIBROS DE ARQUITECTURA
LIBRO PRIMERO
CAPITULO 1
“De la arquitectura y los arquitectos”
La arquitectura es una ciencia adornada con numerosas enseñanzas teóricas y con diversas instrucciones, que sirven de dictamen para juzgar todas las obras que alcanzan su perfección mediante las demás artes. Este conocimiento surge de la practica y del razonamiento.
La práctica consiste en una consideración perseverante y frecuente de la obra que se lleva a término mediante las manos, a partir de una materia, de cualquier clase, hasta el ajuste final de su diseño. El razonamiento es una actividad intelectual que permite interpretar y descubrir las obras construidas, con relación a la habilidad y a la proporción de sus medidas.
Por tanto, aquellos arquitectos que han puesto todo su esfuerzo sin poseer una suficiente cultura literaria, aunque hubieran sido muy hábiles con sus manos, no han sido capaces de lograr su objetivo ni de adquirir prestigio por sus trabajos; por el contrario, los arquitectos que confiaron exclusivamente en sus propios razonamientos y en su cultura literaria, dan la impresión que persiguen más una sombra que la realidad.
Pero, los que aprendieron a fondo ambas, si lo han logrado, adquiriendo enorme consideración, pues se han equipado con todas las defensas, como así fue su objetivo. Ciertamente, a todas las actividades y artes, pero especialmente a la arquitectura, pertenecen «lo significado» y lo «significante». Lo «significado» es el tema que uno se propone, del que se habla; «significante» es una demostración desarrollada con argumentos teóricos y científicos. Por tanto, quien confiese ser arquitecto debe ser perito en ambas cuestiones. Así pues, es conveniente que sea ingenioso e inclinado al trabajo, pues no es posible llegar a ser un diestro arquitecto si posee talento pero carece de conocimientos teóricos, o viceversa.
Conviene que sea instruido, hábil en el dibujo, competente en geometría, lector atento de los filósofos, entendido en el arte de la música, documentado en medicina, ilustrado en jurisprudencia y perito en astrología y en los movimientos del cosmos.
He aquí las causas de estas exigencias: es conveniente que el arquitecto sea una persona culta y conozca la literatura para fortalecer su memoria con sus explicaciones; conviene que domine el arte del dibujo, con el fin de que, por medio de reproducciones gráficas, le sea posible formarse una imagen de la obra que quiere realizar; también la geometría ofrece múltiples ayudas a la arquitectura, pues facilita la práctica mediante el uso de la regla y del compás, con los que fácilmente se plasman los diseños de los edificios en los solares, mediante los trazados de sus líneas, sus niveles, sus escuadras; gracias a la óptica se sitúan correctamente los puntos de iluminación, según la disposición concreta del cielo; por medio de la aritmética se calculan los costes de los edificios, se hace ver el porqué de sus medidas y mediante el apoyo y el método de la geometría se descifran los difíciles problemas de la simetría; conviene que conozca a fondo la historia ya que, con frecuencia, se emplean abundantes adornos y debe contestar a quien pregunte las razones de sus obras, apoyándose en argumentos históricos.
Si, por ejemplo, en vez de columnas se colocan estatuas de mármol de mujeres vestidas con estola —que se llaman cariátides— y si superpone modillones y cornisas, deberá saber dar explicaciones a quienes pregunten; veamos: Caria, ciudad del Peloponeso, conspiró contra los griegos con ayuda de los persas, enemigos de los griegos. Posteriormente, al verse libres tras una gloriosa victoria, los griegos, de común acuerdo, declararon la guerra a los habitantes de Caria.
Una vez conquistada la ciudad y pasados a cuchillo sus habitantes, se llevaron como esclavas a sus matronas sin permitir que se desprendieran de sus estolas, ni de sus distintivos como arquitectos, diseñaron en los edificios públicos unas estatuas de matronas que soportaran todo el peso, con el fin de transmitir a la posteridad el castigo impuesto por las ofensas de las cariátides.
Igualmente los espartanos, bajo el mando de Pausanias, hijo de Argesilao, en la batalla de Platea superaron con un reducido número de soldados al muy numeroso ejército de los persas y, concluida la ceremonia triunfal, levantaron un pórtico Pérsico con los despojos y botines, como exponente de la gloria y valor de los ciudadanos y como trofeo de su victoria para sus descendientes. Allí mismo colocaron unas estatuas de los prisioneros sosteniendo el techo, vestidos con adornos de diversos colores, como castigo de su arrogancia, con el fin de que los enemigos se estremezcan ante el temor de la eficacia de su fortaleza; y así también, al contemplar los ciudadanos este paradigma de valentía, alentados por deseos de gloria, estuvieran dispuestos a defender su libertad. En consecuencia, a partir de este hecho, colocaron estatuas de persas sosteniendo sus arquitrabes y adornos y, de esta forma, desarrollaron sus obras con excelentes variaciones, a partir de este tema.
Por otra parte, la filosofía perfecciona al arquitecto, otorgándole un alma generosa, con el fin de no ser arrogante sino más bien condescendiente, justo, firme y generoso, que es lo principal; en efecto, resulta imposible levantar una obra sin honradez y sin honestidad. Es preciso que no sea avaro, que no esté siempre pensando en recibir regalos, sino que proteja con seriedad su propia dignidad, sembrando buena fama: precisamente esto es lo que concede la filosofía. Además, la filosofía dirige su estudio sobre la Naturaleza, en griego fisiología; es preciso que haya tenido profundos conocimientos, pues la filosofía incluye muchas y variadas investigaciones sobre la naturaleza como, por ejemplo, en la conducción de aguas: en las acometidas, en los rodeos y en las aguas a nivel se originan bolsas naturales de aire de muy diversa índole con la impulsión de las aguas a lo alto; nadie será capaz de solucionar estos obstáculos si no conoce los principios de la naturaleza, a partir de la filosofía.
Quien llegue a leer las normas pertinentes que redactaron Ctesibio, Arquímedes y otros autores, no podrá comprender tales normas si no ha sido instruido por los filósofos sobre este tema.
Estimado lector…
En nuestra siguiente entrega terminaremos el capitulo uno de este interesante libro Uno que sin duda nos deja elementos que vale la pena reflexionar si podrán tener vigencia o definitivamente deberán desecharse de la práctica de la arquitectura.
#InPerfecto