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Isaac Hernández, de 34 años, se incorpora a la compañía como bailarín principal en su temporada de otoño, que comienza el miércoles en el David H. Koch Theater del Lincoln Center.
Con información de THE NEW YORK TIMES
Hernández, de 34 años, se incorpora a la compañía como bailarín principal en su temporada de otoño, que comienza el miércoles en el David H. Koch Theater del Lincoln Center.
Era la segunda semana de Isaac Hernández en el American Ballet Theater, y estaba adolorido por los ensayos. Sin embargo, en cuanto la persona a cargo del piano comenzó a tocar, su cuerpo y sus ojos se activaron de inmediato. Era su gran entrada. Cruzó el estudio con una serie de saltos rápidos. Sus piernas chocaban con fuerza en el aire. Giró con una pierna extendida hacia un lado. Hizo un círculo de saltos que casi rozaban las paredes. Logró que el espacio pareciera pequeño.
“Increíble”, exclamó la entrenadora de ballet Irina Kolpakova, en un inglés con acento ruso, con los brazos y los ojos muy abiertos. “Me alegras mucho”. Mientras Hernández jadeaba frente a ella, esbozó una amplia sonrisa. “Mi estado de ánimo está mejorando”, dijo.
Desde septiembre, Hernández, de 34 años, se ha estado preparando para su debut en el Ballet Theater durante su temporada de otoño, que comienza el miércoles y se extenderá hasta el 3 de noviembre en el Teatro David H. Koch del Lincoln Center. Para eso ha trabajado de manera cercana con Kolpakova, de 91 años, una antigua estrella del Ballet Kirov, en ensayos enfocados en la intención y la calidad del movimiento. En un momento determinado, ella le puso su mano en la caja torácica para mostrarle exactamente cómo debía sentirse una posición; él inmediatamente recreó la forma con su propio cuerpo.
Hernández es un bailarín inteligente que asimila la información con rapidez. Pero su confianza en sí mismo, su hábil trabajo de pareja y su aspecto de ídolo de matiné, también es un retorno a una generación previa de bailarines masculinos del Ballet Theater, muchos de ellos de origen latinoamericano o español, cuya histriónica presencia en escena solía ser tan célebre como su baile (la lista incluye a José Manuel Carreño, Ángel Corella y Fernando Bujones).
Hernández, quien es de Guadalajara, México, ya es un veterano de las mejores compañías, entre ellas el English National Ballet y el San Francisco Ballet, que dejó en mayo. Por eso, cuando este verano buscó a Susan Jaffe, directora artística del Ballet Theater, para hablarle sobre la posibilidad de unirse a la compañía, ella no dudó ni un instante.
“Pensé: ‘Esto es milagrosamente perfecto’”, dijo Jaffe. “Su estilo, su energía, su técnica, su dominio de la teatralidad. Ahí está; lo tiene todo”. Empezará como invitado en la temporada de otoño, bailando en Études y como Solor en un fragmento de La Bayadère, antes de unirse a la compañía a tiempo completo en enero.
Jaffe explicó que Hernández cubría una necesidad en el Ballet Theater. “Tenemos muchos bailarines principales brillantes”, dijo, “pero no todos van a bailar papeles como Solor”, uno de los más difíciles del repertorio, desde un punto de vista técnico. “También tenemos bailarines más jóvenes, que aún no están preparados”.
La compañía presentará la secuencia onírica de Bayadère, El reino de las sombras, un pasaje de danza pura considerado la cumbre del clasicismo ruso del siglo XIX, que requiere un estilo elegante pero muy virtuoso. También exige un trabajo de pareja impecable.
Hernández perfeccionó su técnica de pareja trabajando con bailarinas experimentadas como Alina Cojocaru y Tamara Rojo en el English National Ballet, donde pasó siete años. Fue Rojo, entonces directora artística de la compañía, quien lo trajo desde Amsterdam, donde había estado bailando con el Ballet Nacional de Holanda.
Con el paso del tiempo, Rojo también se convirtió en su pareja sentimental. La revelación de su relación causó revuelo en el mundo del ballet y generó cuestionamientos sobre el liderazgo de Rojo, que tanto la compañía como la pareja lograron superar. En 2021 tuvieron un hijo, Mateo, y al año siguiente, cuando Rojo aceptó la dirección artística del San Francisco Ballet, Hernández también se fue para allá. Entre otras cosas, comentó que le alegraba estar cerca de su hermano Esteban, que también es bailarín principal en San Francisco.
Pero este año, cuando llegó el momento de renovar su contrato, Hernández sintió que era el momento de seguir adelante, dijo, “tanto por razones personales como de oportunidad”. Rojo y él se han separado, dijo, aunque siguen criando juntos a Mateo desde costas opuestas.
Y Hernández es ambicioso: “Quería que mi carrera volviera a ser mi prioridad. Tengo un sentido del deber hacia mi carrera, hacia mi padre, hacia mis profesores, hacia desarrollar realmente mi potencial”.
Su trayectoria profesional refleja ese impulso. Isaac, uno de 11 hermanos, creció en Guadalajara y tomó clases de ballet con una barra improvisada en el patio trasero de su familia con la orientación de su padre, Héctor Hernández, antiguo bailarín del Dance Theater of Harlem y del Houston Ballet. A los 12 años, Isaac empezó a participar en competiciones internacionales y pronto acabó en la Rock School de Filadelfia.
“Desde entonces he estado en general por mi cuenta”, dijo. Tras un año en la compañía junior del Ballet Theater en 2007, se marchó a San Francisco para la primera de sus dos estancias en esa compañía. Cuatro años más tarde, cuando sintió que empezaba a estancarse, se trasladó al Ballet Nacional de Holanda, donde ascendió al rango de bailarín principal.
Luego llegó el English National Ballet, donde participó en la creación de obras como la Giselle contemporánea de Akram Khan y la reinterpretación de Raymonda de Rojo. “Durante mucho tiempo”, dijo Hernández, “mi prioridad ha sido trabajar para la visión artística de Tamara. Fue increíblemente significativo poder hacerlo juntos”.
Ahora, comentó, sentía que necesitaba un cambio. “Tenía muchas ganas de desafiarme”, dijo, “ponerme en situaciones realmente difíciles para ver de lo que soy capaz”.
Entre esas situaciones difíciles está la de dar sus primeros pasos como actor. Estuvo en la película El rey de todo el mundo, de Carlos Saura, y tuvo un papel importante en
Alguien tiene que morir
, una serie de Netflix para la que tuvo que hacer una escena desnudo. “Fue en mi primer día de rodaje”, dijo. “Creo que pensaron que eso rompería el hielo”. El año pasado rodó una historia de amor con Jessica Chastain, Dreams, que probablemente se estrenará el año que viene.
Hernández no se ha olvidado de las dificultades de crecer sin grandes recursos. Desde hace 10 años, Soul Arts, la productora mexicana creada por Hernández con su hermano Esteban y su hermana Emilia, produce el festival internacional de danza Despertares. “Todo el mundo me decía que a nadie le gustaba el ballet en México”, dijo. “Ahora lo presentamos en un recinto con 10.000 localidades”.
La organización también ofrece audiciones gratuitas en las que aspirantes a bailarines mexicanos pueden mostrar sus habilidades para escuelas y compañías internacionales.
Sin embargo, durante las últimas semanas Hernández se ha estado enfocando en su debut en el Ballet Theater, trabajando con entrenadores de ahí, especialmente con Kolpakova.
“Cuando alguien como Irina te enseña algo”, dijo, “es como abrir un libro de historia y ver la intención, el significado. Me recuerda a una versión muy antigua de la danza, increíblemente bella en su esencia”.
También ha estado trabajando para ser menos reservado sobre el escenario. “Durante mucho tiempo quise ser un poco más seco, porque creía que así el público se identificaba más”, dijo. Ahora se está abriendo.
“Tienes que sentirte príncipe”, le dijo Kolpakova durante un ensayo de Bayadère, levantándose y demostrando lo que quería decir: el pecho hacia delante, la mirada en alto.
“Ha cambiado mucho desde que llegó”, dijo Kolpakova, mientras él volvía a ensayar. “No todo el mundo puede”.
Tras el ensayo, Hernández comentó que ha sido “divertido ver hasta dónde” puede llevar las cosas. “Quiero permitirme la posibilidad de sorprenderme incluso a mí mismo”, dijo.