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Reflexiones en torno a la Inteligencia Artificial

#InPerfecciones
Un mundo sin equivocaciones es imposible, los errores son inevitables. La Inteligencia Artificial (IA) es la promesa de un mundo sin errores.

 

 

Alejandro Animas Vargas / @alexanimas
animasalejandro@gmail.com

El pasado viernes 19 de julio vivimos un adelanto del futuro, o de un posible futuro: los sistemas informáticos sufrieron una caída a nivel global ocasionando la cancelación de vuelos desde Australia hasta México y la falta de accesos a los servicios hospitalarios en Alemania o Inglaterra, por señalar algunas de las consecuencias. La causa no fueron las máquinas tomando el control como en Odisea 2001, sino algo frecuente en la historia: un error humano al momento de programar una actualización del software de ciberseguridad para Microsoft. Un mal cálculo o simplemente una equivocación puso en caos a buena parte del mundo.

 

Un mundo sin equivocaciones es imposible, los errores son inevitables, y a lo más que aspiramos es a reducirlos o minimizarlos. El cerebro humano es una máquina perfecta capaz de desarrollar una inteligencia sin igual, pero, aun así, tiene límites y comete errores, a veces hasta absurdos. La Inteligencia Artificial (IA) es la promesa de un mundo sin errores.

 

En 1997 el campeón mundial de ajedrez, Gary Kasparov perdió una partida frente al programa Deep Blue, al cual previamente se le habían cargado las reglas del juego y miles de partidas previas para que la máquina eligiera las mejores respuestas. Podíamos decir que ese ya era un avance asombroso en términos de sistemas, pero cuando en 2016 se efectuó una competencia del milenario juego de tablero chino, Go (considerado mucho más complejo que el ajedrez), en que se enfrentaron 5 partidas entre el campeón del mundo, Lee Se-dol, contra el sistema AlphaGo, con el resultado final de 4-1 a favor de la máquina.

 

A diferencia de Deep Blue, AlphaGo no solo fue programado con las reglas, sino que lo pusieron a jugar contra sí mismo para que aprendiera la mejor manera de ganar. De hecho, la Inteligencia Artificial se puede definir como “la ciencia que enseña a las máquinas a aprender habilidades humanas”, de acuerdo con Mustafa Suleyman y Michael Bhaskar, en La Ola que viene.

 

Las ventajas de la IA es que reduce tiempos y amplifica la capacidad de búsqueda y análisis. Por ejemplo, los avances que se han logrado en el campo biológico han recortado años, y quizá hasta décadas de investigación. Si nos trasladamos a los terrenos de las artes, ya podemos escuchar canciones compuestas por la IA, o actores interpretándose a sí mismo en su versión más joven (algo imposible de lograr con maquillaje) o hasta actores fallecidos en nuevas interpretaciones (sí, como en el capítulo de Black Mirror protagonizado por Salma Hayek).

 

Henry Kissinger, junto con Eric Schmidt  president ejecutivo de Google y Daniel Huntterlocher de la Escuela Superior de Informatica del MIT, publicaron La era de la inteligencias artificial y nuestro futuro humano. En ella hacen una serie de cuestionamientos sobre las ventajas y las posibles consecuencias, buenas y malas, de la era que se nos avecina.

 

La IA hoy nos selecciona música, series, películas, videos. También, con su lenguaje predictivo nos adelanta la palabra que queremos escribir en los celulares, o incluso hasta hacer tareas “originales”. Organiza nuestras rutas de viaje y la información que recibimos en las redes sociales o en internet. Ayuda a médicos, arquitectos, ingenieros y abogados.

 

Por el contrario, es inevitable pensar que también tendrá un mal uso derivado, de la ambición y la codicia humana, y de la falta de límites éticos y morales de la IA. Lo primero me parece muy claro, lo segundo lo podemos imaginar de la siguiente forma: ¿qué pasaría si una IA decide que para salvar 100 personas deben morir 20? Por supuesto que dicha respuesta es inaceptable en el mundo real, pero la IA no tiene motivaciones ocultas, dobles intenciones, ni conoce el bien y el mal. De hecho aún no sabemos el impacto que tendrá la IA en los países, pero en la tercer ola adelantan que “el delicado pacto del Estado nación se verá sometido a inmensa presión justo en el momento en que más necesitaremos de sus instituciones”. Estaremos a merced de la desinformación

 

La humanidad ha tratado de contarrestar la inevitabilidad del error asiéndose de los dioses antiguos, de la idea platónica, del dios de San Agustín, de la Ilustración y el siglo de las luces, del positivismo comtiano o la elección racional. Ya sea derivado de nosotros en lo personal o lo colectivo, o apoyados en las deidades, buscamos esa solución.

 

“Embelesados por máquinas que aparecen como nuestros amigos, temerosos de bloquear su velocidad sobrehumana e incapaces de explicar sus nuevas conclusiones, los humanos pueden desarrollar una reverencia por los ordenadores cercana al misticismo. Los papeles de la historia, la moralidad, la justicia y el juicio humano en un mundo así no están claros”, apuntan Kissinger, Schmidt y Huntterlocher.

 

¿Qué pasa si podemos trasladar la inteligencia a un software? ¿dejaríamos de vernos como personas para asumirnos como un conjunto de algoritmos? ¿estaremos pasando de hombres a ser dioses? como lo apunta Hariri en la obra del mismo nombre y que lo catapultara a la fama, ¿la historia del mundo dejaría de ser desde la creación para pasar a “desde la programación”’?. Evidentemente este dilema filosófico y hasta teológico es mucho más profundo, pero sirva las preguntas para una incipiente reflexión.

 

El dilema también lo plantea Benjamín Labatut, tan de moda en estos días por ser uno de los cuatro escritores latinoamericanos en el listado de los 100 mejores libros del siglo, publicado por el New York Times, en su más reciente novela, Maniac, cuando dice que John Von Newman (personaje central y a quien algunos consideraban como la mente más brillante del siglo pasado, incluso por encima de Einstein) pensaba que “si nuestra especie iba a sobrevivir el siglo 20, necesitábamos llenar el enorme vacío dejado por la huida de los dioses, y  la única candidata viable para realizar esa extraña y esotérica transformación era la tecnología”.

 

#InPerfecto

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