#InPerfecciones
“En conclusión, el proceso electoral 2023-2024, que terminó el pasado 2 de junio, puso de manifiesto que el tradicionalismo político se sigue reproduciendo y legitimando”.
Carlos Rosas Cancino / @CarlosRosas_C
carlos.rc@inperfecto.com.mx
El poder en México ha sido otorgado, los victoriosos en las urnas celebran y se regocijan, para el oficialismo, ¡el pueblo ha hablado!; lejos de la suspicacia “sospechosista” provocada por el arbitro electoral, los números hablan y apuntalan el contundente triunfo del oficialismo; ¿el saldo? Visto desde el optimismo esperanzador que representa el sexenio entrante, resulta positivo hablar del triunfo de una mujer; política y socialmente significa la ruptura del cerco de género partidista que bloqueó y retrasó la llegada de una mujer al máximo cargo público del país por lo menos 30 años; por eso es positivo el resultado; la participación ciudadana organizando la elección y emitiendo su voto, nuevamente es la protagonista estrella, estrictamente, ellos son los ganadores indiscutibles de la jornada electoral del 2 de junio de 2024, quién celebra únicamente a las y los candidatos ganadores, acusa una parcialidad miope porque efectivamente y sin temor a equivocarnos y un tanto románticamente, el poder es de quien lo otorga y no de quien lo ejerce en términos simples, ese es el saldo más prometedor que deja la jornada electoral del pasado 2 de junio.
Pero el saldo positivo no debe nublarnos la vista, lo que debe quedarnos claro es que no hay encuesta ni pronostico que asegure un resultado electoral, sobre todo porque el comportamiento de los ciudadanos al momento de elegir se escapa a cualquier control o filtro hecho antes de la jornada electoral, sin embargo, vale la pena puntualizar aspectos que jugaron un papel preponderante a lo largo del proceso electoral; los actores de dicho proceso fueron posicionándose en momentos muy específicos con los recursos que tuvieron a su alcance aunque sería muy ingenuo pensar que el oficialismo fuera a desaprovechar la oportunidad de mantener el poder utilizando únicamente la posición de ventaja que tenia con la narrativa del “poder del pueblo” que se impone a los intereses mezquinos del neoliberalismo perfectamente bien controlada, sobre todo después haberla construido con los escombros que la hoy oposición dejó regados en el camino, porque no debe ser sorpresa para nadie que el mismo gobierno aproveche y disponga de los recursos del erario publico en promocionar su imagen.
Ese fue el gran acierto del oficialismo triunfante, terminar de apuntalar una narrativa en la que la retribución económica y social le “otorgase el poder a los más desposeídos” para que fuera el eje central de su política de gobierno, entonces ¿de quien es el poder? ¿de quién lo otorga o de quién lo ejerce?, siendo así, ¿entonces a quién pertenece el poder?, el juego de palabras es revelador porque la narrativa oficialista termina por otorgar el poder a los que menos tienen de elegir nuevamente al oficialismo para que ejerza el poder, sin duda una estratagema magistral en la que no hay desperdicio alguno.
Nada nuevo en el discurso pero si en los actos, de los pobres y su beneficio, los políticos siempre han hablado, sin embargo, no hay nada como poner en el centro de las implementaciones una derrama económica constante y sonante; de ese modo, no hay argumento que pueda derribar el hecho del beneficio tangible, porque la necesidad no sabe de índices bursátiles ni de indicadores de emergencia económicos, mucho menos de déficit fiscal, simplemente, el bienestar es poder y para la Cuarta Transformación otorgar bienestar significó retener el poder.
El capital político que consiguió la Cuarta Transformación tuvo su prueba de fuego y la rebasó con creces, el trabajo ideológico y la vulneración institucional rindieron los frutos esperados, el intervencionismo oficialista en el ámbito electoral poco importó y la presencia de actores emanados del periodo neoliberal que expiaron sus culpas rindiendo pleitesía al régimen en turno poco pesaron para cambiar el sentido del voto.
Lapidariamente la historia termina dando cátedra y aparentemente son los errores los que deberían hacernos comprender su proceso y consecuencias, empero, tal parece que nuestra educación política se encuentra inacabada porque no terminamos por entender que la concentración absoluta de poder en manos de un solo grupo termina por distorsionar el concepto de democracia, 90 años de hegemonía partidista parece que no fueron suficientes para advertir que en el pluralismo se podría encontrar la vía para conseguir gobiernos más eficientes.
La construcción de un sistema partidista que tuviera límites mediante un ente autónomo al Gobierno Federal tampoco pareció suficiente y se terminó por aplaudir en las urnas su debilitamiento, por consecuencia, regresamos a esa hegemonía partidista en manos de un solo grupo de élite que habrá de decidir el destino de un país y la legitimidad en las urnas ahí está, esa es la “voz del pueblo” que necesitaba la Cuarta Transformación; si, efectivamente la violencia, el precario sistema de salud, la baja calidad educativa, el índice inflacionario, la militarización y el endeudamiento se legitimó en las urnas y la mayoría así lo dispuso al apuntalar la continuidad; siendo así, bajo las reglas del “juego democrático”, entonces ese es el país y el gobierno que se quiere, el país que normalizó la minimización e invisibilidad de los problemas, el país de la negación y la precarización del sentido común, quienes resultaron ganadores el 2 de junio así lo trabajaron y así lo postularon, su victoria, revela más la necesidad de mansedumbre monetizada que el despertar de las conciencias.
Los perdedores ahora lo son porque tardía e ingenuamente posicionaron a una mujer no militante a los partidos que conformaron la alianza opositora, no por la convicción de apuntalar la igualdad de género, sino por la necesidad utilitaria de colgarse de una mujer para lavarse la cara, la alianza más suigeneris de todos los tiempos significó un “menage a trois” político que terminó montando un soberbio espectáculo de “cachondeo” cupular partidista que hace mucho tiempo abandonó la inteligencia política y que ofreció en sacrificio a una mujer para que diera la cara por esos tres “hermanitos” de la cobardía política, ellos le abrieron la puerta de par en par a la continuidad transformadora, porque la alianza opositora a la postre solo iba a ser un “sparring” sin posibilidad de ganar la narrativa y mucho menos la elección, los líderes partidistas lo sabían y solo le apostaron a la supervivencia política, apuesta que perdió el Partido de la Revolución Democrática, que se despide de la política mexicana de una manera por demás bochornosa; para el Revolucionario Institucional y Acción Nacional, solo quedan las migajas de lo que dilapidaron políticamente.
La era del radicalismo político discursivo se ha instaurado y así la era de la reinvención de la historia contada a través de los intelectuales transformadores dará pié al regreso del control federal del órgano electoral y la pírrica división de poderes, la era de la “neo hegemonía” del pensamiento horizontal verá sus años dorados mientras haya recursos para intercambiar lealtad por votos
El escenario político con una mujer a la cabeza del Gobierno Federal representa, si, una ventana de oportunidad solo si Claudia Sheinbaum logra desmarcarse del peso político del “lopezobradorismo”, que perseguirá a la Doctora Sheinbaum Pardo vigilando que la agenda del oriundo de Macuspana se cumpla al pie de la letra, ya que de no ser así, el sector “lopezobradoriano” más recalcitrante se convertirá en la piedra en el zapato de la primer Presidenta de México.
En conclusión, el proceso electoral 2023-2024, que terminó el pasado 2 de junio, puso de manifiesto que el tradicionalismo político se sigue reproduciendo y legitimando a través del la utilización del sector más pauperizado del país y que continuará bajo esa condición porque representa el capital político más valioso de la izquierda oficialista, de modo que sacarlo de esa condición supondría el colapso de un régimen que curiosamente hace lo mismo que el neoliberalismo al que tanto fustiga y que fundamenta la acumulación de riqueza y poder a través de la explotación de la clase más desposeída; bajo este razonamiento, en realidad ya no importa si la democracia se entiende o no, tampoco importa si la división de poderes es efectiva o no, porque no hay contrapesos, lo que diga el selecto y creativo grupo en el poder será ley aunque no esté escrita, sin embargo, eso fue lo que se votó y técnicamente lo que se eligió fue el color de la correa que el régimen utilizará para mantener el “status quo” transformador.
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