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¡CUÁNTA FALTA HACE!

#InPerfecciones
“Un maestro es alguien que no busca escribir en el pizarrón, sino que escribe en tu alma todo aquello que enseña con pasión.”

 

 

Pablo Ricardo Rivera Tejeda / @PabloRiveraRT
pricardo.rivera@gmail.com

“Los jóvenes en la política” es uno de los titulares que recientemente ha adquirido mayor importancia para la opinión pública. Desde la reciente reforma que reducía la edad para ser elegido como representante del pueblo, la juventud mexicana ha sido una parte esencial del paisaje sociopolítico que se dibuja en el día a día. Con todo, cuestionar lo que el término “juventud” implica debe ser una empresa al menos conveniente y necesaria para los propios jóvenes mexicanos.

 

En el pasado, pocos hubieran pensado que los jóvenes tendrían un papel de tal magnitud como el que tienen hoy en las decisiones del país. Aquellas marchas del 68 que iban de México hasta París, eran una especie de respuesta oficialista a la amenaza que, para aquellos en el poder, representaba el “futuro”. Bien se dice que la fama corrompe y el tiempo amenaza, pero, por más acertado que sea el tiro, la flecha del hombre jamás podrá detener al batallón del mañana. Luego, aquellos que son jóvenes serán siempre el reemplazo de los viejos y es sólo responsabilidad de los últimos dejar un cielo despejado o un oscuro infierno.

 

¿A qué viene la anterior introducción? Creo que, de analizar brevemente nuestro entorno, podremos darnos cuenta de lo que sucede. Los políticos hoy en día son “los mejores amigos” de las juventudes, son sus impulsores y defienden a capa y espada todo aquello que se relacione con sus ideales. No obstante, es válido preguntarse qué tan sincera es tal postura.

 

Hoy, tenemos a una aspirante a la gubernatura del EDOMEX que en su gestión como cabeza de la SEP no hizo más que dejar a incontables alumnos sin acceso a la educación y con un nivel sumamente alto de analfabetismo. Todas aquellas figuras políticas que se jactan de tener grupos juveniles y un espacio siempre abierto al diálogo, no hacen más que amenazar y castigar la diferencia de opiniones o los cuestionamientos con respecto a su actuar. Aquellos senadores que fingen ser partidarios de la docencia, afirman ser de izquierda cuando tienen una vida de derecha y, sobre todo, una incongruencia de tamaño incalculable. Es decir, hoy, más que nunca, los jóvenes son el estandarte sostenido por un asta llena de hipocresía y de inhumana vileza.

 

Ahora bien, sería contradictorio sólo criticar y quedarme, como muchos personajes de la “dorada burocracia”, sólo en denostar lo que veo. Este lunes festejamos la característica fecha del día del maestro, el afamado “15 de mayo”. Se ha hecho trivial el que una persona se pare frente a diversos alumnos y comience a hablar sobre los más diversos temas, pero en el mismo sentido, la rutina ha denostado la categoría de único, pues no todo docente es maestro y no todo maestro es docente.

 

Desde tiempos antigüos, el quehacer de la enseñanza era menester en cualquier lugar, ciudad o sociedad. Antes, los sofistas eran los encargados de transmitir el conocimiento y dotar de herramientas como la retórica a los ciudadanos de la “polis”. Sin embargo, es éste el ejemplo perfecto de la diferencia entre docente y maestro. Sócrates –mediante la pluma de Platón– afirmaba que esta labor, la de enseñar sin ser partidario de la verdad o la de adoctrinar sin interesarse por el espíritu del estudiante, era un completo engaño; una labor, como se dice hoy, sofística.

 

De este modo, la juventud en el presente, se enfrenta a una gran cantidad de retos; desde la polarización actual hasta los muchos problemas sociales que nos aquejan. Por tanto, si los arquitectos del mañana no somos preparados de manera completa y con visión a futuro, entonces mucho de lo que buscamos se habrá perdido.

 

Es por esto que, esta columna no busca más que felicitar a aquellos que verdaderamente son maestros en la vida de las personas; tanto de jóvenes como de adultos, pues son ellos quienes permiten que cada día mejoremos en nuestra calidad de perfectibles. Así, un maestro es quien en cada paso del camino, sin importar que la duda sea personal o laboral, atiende con cariño y amabilidad tu llamado para hacer de ti una mejor persona. Un maestro es aquel que, a pesar de conocer los riesgos de la crítica, no duda en corregirte cuando es necesario y comparte contigo su experiencia para que los errores sean cada vez menos frecuentes. Un maestro, por tanto, es una persona que incluso en la colina más inclinada, escala contigo; alguien que no busca escribir en el pizarrón, sino que escribe en tu alma todo aquello que enseña con pasión.

 

Finalmente, celebremos a todas las personas que son auténticos maestros, pues sin ellos, mucho de lo que hacemos no sería tan siquiera posible de pensar. Abracemos a todos aquellos quienes nos acompañaron en los momentos difíciles y sobre todo a quienes, siendo conscientes de sus errores, lograron imprimir en nosotros, su mejor obra de arte.

#InPerfecto

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