#InPerfecciones
“Se habla mucho de la defensa de la soberanía de un país, cuando en principio lo que se debe atender es la soberanía y la libertad de los individuos.”
Carlos Rosas Cancino / @CarlosRosas_C
carlos.rc@inperfecto.com.mx
Hay historias que se cuentan mal, incluso aquellas historias que su contenido es interesante o edificante, si están mal contadas, pierden sentido, en México a menudo la historia se cuenta de mala manera, independientemente de la consigna de que la historia la cuentan los ganadores, desafortunadamente esos ganadores no precisamente han brillado por la inteligencia para saber contar la historia y pese a que en el discurso es el concepto de la verdad el que impulsa sus motivaciones, la utilidad que le han dado a la historia oficial ha sido para elevar a nivel de héroes y heroínas a toda clase de personajes que ocupan un lugar destacado en el panteón de la mitología nacional.
Ya se ha dicho en múltiples ocasiones que el simbolismo ocupa un nicho muy especial en la narrativa oficialista, el bonito y sentimental nacionalismo es la plataforma que se ocupa para despertar el patriótico sentimiento de defender a la patria hasta con la vida si es necesario, sin embargo, ese sentimiento de orgullo que experimentamos a través del nacionalismo debe pasar por el tamiz de la autocrítica, ciertamente muchos ciudadanos experimentan el sentido de pertenencia y se comprometen con esa idea, cumplen con sus obligaciones laborales, económicas y morales que le darán solidez al país, a muchos les gusta aprender de historia y sus personajes porque son ejemplo de solidez moral y gallardía en el campo de batalla o en el servicio público, la educación se esmera en no dejarnos olvidar la hazañas de probos y valientes personajes.
Pero es necesario hacer una pregunta indispensable ¿en que momento la historia se torció y dejó de ser épica o heroica? Parece ser que después de la “Robolución Mexicana”, el valor, la congruencia, la gallardía, el honor y otras virtudes dejaron de formar parte de la esencia del país para abrirle la puerta a una runfla de mafiosos que se reparten alegremente el poder, los disidentes dejaron de ser héroes para ser guerrilleros y después acreedores de cotos de poder, la burocracia se instauró como un mal perene y la punta de la pirámide de gobierno se llenó de gente sin escrúpulos, entonces cabe la pregunta ¿acaso el ejercicio y la lucha por el poder no ha sido siempre así? es decir ¿la reyerta encarnizada entre oponentes, qué, en su afán arribista se han disputado el mando del país, no ha sido el común denominador?
La diferencia radica en que la manera como nosotros aprendimos y percibimos la historia se encuentra inmerso en una burbuja de romanticismo nacionalista, a pesar de que el común denominador que encontramos en cada lucha por el poder es la búsqueda por la erradicación de las desigualdades y la pobreza –en teoría-, tristemente nos damos cuenta que llevamos –por lo menos- desde el inicio de la Guerra de Independencia, 212 años luchando por las mismas causa y solo hemos obtenido los mismos resultados, quizá algo no está funcionando.
Entonces, bajo estos términos, la pregunta es ¿evocar al pasado histórico tratando de revivirlo realmente funciona? O ¿simplemente es una argucia retórica para apuntalar un discurso que le permite a la clase política gobernante mantener el control ideológico sobre la población? el antecedente de las victorias ciudadanas que se tiene en México a través de la promulgación de leyes o de las diferentes constituciones deja muy claro que no toda la historia se ha tratado de arribistas y mafiosos, las buenas voluntades han conseguido cristalizar al menos en un documento oficial los derechos a los que toda la ciudadanía puede y debe acceder, amén de que en múltiples ocasiones la ley sea letra muerta y se ocupe como papel sanitario.
El problema radica en que consideramos a la historia como algo lejano y que solo atañe a los estudiosos y académicos, hemos dejado de sentir pertenencia y consideramos que el presente es lo único importante; por eso el concepto de “hacer historia” se lo han apropiado los que sin la participación de la población civil estarían condenados al olvido o a una celda. Lo más crítico es que la reinvención de la historia se apuntala con altas dosis de fanatismo, utilizando la evocación al pasado como caldo de cultivo para sazonar el culto al Presidente, aspecto que no es para nada descabellado que ocurra, sobre todo cuando el oficialismo histórico se ha encargado de mitificar a los personajes más deleznables de la política nacional para elevarlos al rango de héroes, por eso no es para nada sorpresivo que al Presidente López Obrador se le coloque al nivel de los personajes históricos de según el oficialismo nos dieron patria y libertad.
Por eso tampoco es para nada sorpresivo que los eventos masivos para que el Presidente reciba aplausos y vítores se realicen a costa de los ciudadanos, barnizándolos con el argumento de que es la “fiesta del pueblo”, qué, bajo esa consigna y atendiendo a la supuesta humildad y calidad moral del Presidente no tendrían que formar parte de la agenda pública cuando el resultado es una celebración encaminada a ungir al Presidente.
Se habla mucho de la defensa de la soberanía de un país, cuando en principio lo que se debe atender es la soberanía y la libertad de los individuos, de otro modo, el discurso de la soberanía es pura demagogia, sin embargo, un evento que dice celebrar la soberanía nacional dando muestra de sometimiento ideológico de las masas, es una contradicción, así como es una contradicción qué se fomente la violencia y la persecución política normalizándola y justificándola como algo que ya pasaba para victimizarse.
La historia en México la han hecho las generaciones de ciudadanos que a través del tiempo han tenido que soportar a toda la élite de gobierno, la población civil que ha tenido que aguantar todas la rapaces implementaciones que han provocado hambre, muerte e incertidumbre, es decir, los héroes de la historia de México son los que han resistido y resisten lo que un selecto grupo gobernante dispone como beneficios que terminan siendo errores y despropósitos; la paradoja abunda en un país que habla de exaltada soberanía mientras se apuntala todo un entramado de dependencia ideológica hacia un personaje más de la rancia política nacional que gusta del culto hacia su persona, este escenario es triste porque la dignidad de un pueblo se desdibuja detrás de un megalómano que el tiempo desnudará.
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