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El peligro de la inocencia

#InPerfecciones
“Es a veces más peligroso actuar sin conocimiento que esperar el ocaso”

 

 

Pablo Ricardo Rivera Tejeda / @PabloRiveraRT
pricardo.rivera@gmail.com

 

Fuera de lo común. Así podríamos definir esta alocada semana en el contexto sociopolítico mexicano. Y es que, como me gusta mencionar siempre que tengo oportunidad, México es un país que parece tener una marea insaciable de ajetreo y confusión. Tenemos polémicas, crímenes, cinismo, ciudadanía, y lo que usted prefiera ordenar en el extenso menú citadino. 

 

Pero, a mi juicio, es esencial ser concretos en aquello de lo queremos hablar. Es por eso que me gustaría enfocarme en dos temas principales: el cinismo narco presidencial y el populismo llevado a su máximo esplendor. El primero, seguramente más reciente en los oídos mexicanos, y el segundo, popular por su alto nivel de controversia. 

 

La semana pasada, después de más tiempo del esperado, García Luna fue condenado por los cargos de los que se le acusaba en una corte de Nueva York. Me parece correcto decir que ésto no fue una sorpresa para nadie, todos sabíamos que la mano derecha de Calderón en la Guerra contra el Narco no era más que el claro ejemplo de una inminente contradicción. “Un narcotraficante se encargaba de enfrentar a sus compañeros de oficio”. Aun así, muchos podríamos no estar convencidos de tales acusaciones bajo el principio de presunción de inocencia que conceden las leyes y la moral. Sin embargo, los hechos no mienten; la evidencia tampoco.

 

Nunca he tenido el gusto de conversar con el expresidente Calderón, pero me parece que no es necesario hacerlo para afirmar que lo realizado en su gobierno fue un fracaso –no lo digo yo, lo dicen los miles de muertos en el país–. Ahora bien, esto no debería de ser motivo más que de tremenda alegría y satisfacción, la justicia puede tardar a veces en llegar, pero sin duda, cuando arremete contra las injusticias debe ser este un momento grato. Sin embargo, esto no es así. Lo que me resulta más intrigante es como el fanatismo nos ha cegado a tal punto que no podemos ya, ver con claridad. El yugo y la usanza del sometimiento nos han hecho crear convicciones débiles que se ven reflejadas en el país que habitamos. Cuántas personas, posterior a la sentencia de la Corte no se mostraron indignadas por dicho acontecimiento. No encuentro aún el porqué de esa extraña respuesta. Todo lo bueno o malo que ocurre –sin temor a equivocarme–, es culpa del neoliberalismo o del gobierno de López Obrador. Parece que los que critican al partido en el poder se quedan en el pasado como si éste hubiera sido el “Gran Milagro Mexicano”, o bien, los apoyadores de AMLO afirman que el futuro es la nueva ruta para el éxito global, dejando siempre las culpas a todos los que antecedieron el “trono”. 

 

García Luna, le pese a quien le pese, es culpable de todo lo que se imputa. Prueba de ello fue el resultado reciente. Y sí, puede que no confiemos del todo en las autoridades judiciales después de tantos escándalos que hemos presenciado, pero, si algo queda claro, es que las acciones tienen consecuencias, y aquellos actos que dejaron al país bañado en sangre mexicana, deben ser sancionados. Puede que seamos o no defensores de los gobiernos panistas, pero esto no nos exime de la responsabilidad de pensar críticamente, dejando de lado todos aquellos ídolos que nos impiden ver con claridad. Siendo sinceros, no creo que lo que expongo sea difícil de deducir. ¿Cómo es que un funcionario público puede tener un patrimonio completamente desproporcionado con aquello que recibe a manera de retribución? ¿Cómo es posible que una gran mayoría de los operativos contra el narco en el gobierno de Calderón fueran planeados de una manera irresponsable a tal punto de condenar a víctimas inocentes? 

 

Platón afirmaba que el arte no debería existir en la República. Para él, el arte no era válido dada la degradación ontológica de las ideas puras. En sí, el filósofo encontraba el desacierto en replicar de manera imperfecta algo que era perfecto y sempiterno. En este sentido, el gran pecado de los mexicanos ha sido imitar las mismas imperfecciones que los políticos para propagar la necrosis de la corrupción. Hemos degradado a tal punto la política, que una carta de un presidente que se ha demostrado –estaba al tanto de las actividades de García Luna–, no hace más que defenderse diciendo que está orgulloso de todo lo sucedido en su administración. Para mí, no puede haber muestra más grande de vileza y cinismo que sentirse orgulloso del mal que se hace a los demás, y pero aun, que eso sirva para alimentar a las bestias que fielmente le siguen en cada cosa que realiza. Repito, no creo que en la medida de lo más mínimo estemos en un gobierno deseable, pero a mi juicio, defender lo indefendible, es un pecado aún más cruel.  No creamos todo lo que se dice, y seamos empáticos con la historia de los demás, para no caer en sus mismos errores. 

 

Ahora bien, no en vano creo que es válido mencionar la decadencia de nuestra política contemporánea. Y, hoy, un claro ejemplo de ello son las propuestas del diputado Miguel Torruco, quien hace no mucho afirmó que lo mejor para México sería que los jóvenes pudieran ejercer el voto desde los dieciséis años de edad. A primera vista suena algo digno de aplaudir, qué mejor que los jóvenes puedan participar en la vida política desde una temprana edad. Sin embargo, al analizarlo críticamente, las cosas no son como parecen. 

 

No puedo mentir. Desde hace tiempo he apoyado con entusiasmo muchas de las iniciativas para que los jóvenes puedan tener un papel protagónico en el actuar político del país, sin embargo, es esencial como presente y futuro de México el reconocer que hay cosas para las que necesitamos experiencia, y es a veces más peligroso actuar sin conocimiento que esperar el ocaso. Los jóvenes, hoy en día, estamos expuestos a una gran cantidad de ideologías que no nos permiten pensar con claridad; es imperante que, con el paso del tiempo, y mediante la ayuda de los demás, no desarrollar un juicio que meramente esté viciado por la incertidumbre de la conveniencia y el engaño. Por eso, creo que no es correcto impulsar a los jóvenes a tales tareas, sino prepararlos verdaderamente para objetivos que, a futuro, sean más duraderos que el efímero éxito infundado.

 

Es extraño que el diputado, en un evento que tiene como finalidad impulsar las ideas de los jóvenes a la realidad política, haga esta notoria propuesta. Habría que ser, tristemente, demasiado ingenuos para pensar que ésto no tiene un interés más profundo que subyace al engaño. El señor Torruco, sin tener que ser expertos, no busca mas que conseguir votos que son esenciales para su triunfo en las próximas elecciones. Es lamentable que personas que se encuentran bajo el ojo público no hagan más que utilizar su fama e influencia para lograr los intereses de pocos en perjuicio de muchos. Ahora bien, sería al menos deseable que dicho tipo de acontecimientos sucedieran al menos en la menor cantidad de ocasiones, empero, ésto es algo que sobrepasa a lo recurrente. ¿Por qué el poder político, una vez más, no puede ser utilizado para aquello que fue destinado? La costumbre ha normalizado el que funcionarios lleguen al éxito a costo de la inocencia e incapacidad de muchos. Diputados que lanzan propuestas sin fundamento, senadores que promueven talleres legislativos cuando no les podría interesar menos la formación de los jóvenes. Pero, por si no fuera poco, al apocalipsis terrenal se le suman las opiniones de los idolatrados. Jóvenes en TikTok que dicen: “bonito día”, no hacen más que venderse para beneficio de aquello que parecieran sus amos. Qué razón tendría pues Hegel al afirmar que estamos en gran medida fundados por el reconocimiento del otro; tal como en la dialéctica del esclavo y el maestro. 

 

En fin, qué otra cosa puedo decir más que recalcar el llanto de la verdad, que hoy más que nunca, ve su existencia corrompida por los oscuros corazones de quienes parecerían llenos de bondad. Seamos personas que analizan los hechos a profundidad, y por más atractivo que parezca el poder, no dejemos que los demás encumbren a los inmorales; porque no hay peor cosa que una realidad construida por las mentiras de los demás. 

 

¡Un abrazo!

 

#InPerfecto

 

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