#InPerfecciones
“La Ministra Presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación se atrevió a mancillar la santa presencia del Santo patrono de la transformación.”
Carlos Rosas Cancino / @CarlosRosas_C
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Febrero, mes del amor y la amistad, el romance como antesala de la primavera y la demostración del mismo es la prueba patente de que nos encontramos en un momento álgido de la República Amorosa, si, esa república que reparte cariño a diestra y siniestra comenzando por los abrazos al crimen organizado, porque la pobreza los ha obligado a buscar el sustento en cualquier actividad aunque sea ilícita, sin duda, esas transformaciones no las tiene ni Biden, sin embargo, en el sueño nacional que experimentamos día a día, el amor se percibe de lejos, tan lejos como se puede estar de Palacio Nacional detrás de las vallas metálicas que pertrechan la morada del santo transformador López Obrador, qué, al estilo del medievo, el perímetro del castillo del monarca se encuentra asegurado para que no vayan a importunar al “señorcito” mientras deleita a su feligresía con la perorata matutina que bien conocemos.
La República amorosa y transformadora, se prepara para la fiesta grande, la fiesta electoral que tanto nervio despierta entre las corcholatas, aún no hay nada definido y cada una tiene sus números y encuestas que las pone a la cabeza de las preferencias electorales aunque todos sepan que la nueva versión del dedazo habrá de estrenarse en tiempos de la pseudo democrática monarquía que no reparte pastelillos como la acéfala María Antonieta, pero que si reparte demagogia y circo para la audiencia, pero, ¿por qué estamos hablando de monarquía, si todo este tiempo se ha vendido la transformación como un modelo democrático? Muy bien, en realidad la democracia que se supone debe recoger la opinión de todos los ciudadanos para que esta se traduzca en más y mejores implementaciones, en México, no estamos cerca de conseguir que todas las voces sean escuchadas porque para empezar, si no inclinas ante el poder transformador, entonces tu voz será descalificada y relegada, por eso la izquierda dejó de ser izquierda porque la fracción de ésta que se instaló en el poder dejó de escuchar a todo aquel que no se santigüe cada que Don Monarquita Obrador dicta su sermón, por eso hubo tanto ruido el pasado 5 de Febrero cuando la Ministra Presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación se atrevió a mancillar la santa presencia del Santo patrono de la transformación, que demostración tan baja la de no rendirle pleitesía al ciudadano Presidente, afortunadamente San López Obrador, se encontraba flanqueado por sus vasallos favoritos, los consentidos militares, que, muy dóciles acompañaron al militarista más demócrata de todos los tiempos, ese que los pone a barrer y trapear no sin antes lustrarles la bayoneta para que muy derechitos le digan a todo que si.
La romántica división de poderes en México pasa por un momento clave de cara al ejercicio electoral de 2024, contrario a lo que creímos superado, la lealtad a la patria ha cambiado de nicho para insertarse en el nicho de la lealtad al Presidente, el servilismo se premia y la crítica se castiga, no importa si la crítica se apoya en la Carta Magna, porque ya lo dijo el de Macuspana, “no me vengan con que la ley es la ley”, esa frase solo puede emanar de un esquizofrénico que percibe a la ley como un adversario más, porque el espíritu de esa ley que juró cumplir y hacer cumplir no le rinde pleitesía y aunque la narrativa Presidencial hable de que esto ha sido posible gracias a la benevolencia “lopezoboradorista”, el disgusto es evidente, y es que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 posee una virtud en menoscabo de esta clase personajes que se auto idolatran, y es que a pesar de gozar de todas las prerrogativas de su encargo, no dejan de ser comunes y muy corrientes ciudadanos; quienes los ponen en un altar y se masturban ideológicamente con su figura, equivocadamente creen que gozan de libertad, sin darse cuenta que han entregado su dignidad; para que quede muy claro, a ningún político se le debe pleitesía, su trabajo es una encomienda que debe cumplir a cabalidad, no son seres extraordinarios, no son mesías y deben ceñirse a lo que la ley dice, solo son simples ciudadanos que no son más que nadie, creer lo contrario, aplaudirles y entregarles la dignidad personal e ideológica traiciona los postulados de una constitución que nos otorga igualdad como ciudadanos, por eso al poder se le cuestiona y ese poder está obligado a rendir cuentas, el Presidente que en lugar de cuentas se acicala frente a los ciudadanos solo es un monarca vanidoso y petulante.
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