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LOS MEZQUINOS.

#InPerfecciones
“La mezquindad en un político resulta ser una característica propia de los que ejercen el poder y pretenden a toda costa conservarlo y llevarlo a todas partes.”

 

 

Carlos Rosas Cancino / @CarlosRosas_C 
carlos.rc@inperfecto.com.mx

Después de todo ¿qué sería de un Gobierno sin la crítica? Seguramente estaríamos ante un régimen al que todo le sale bien, no tendría necesidad de justificar absolutamente nada, nada de aburridas explicaciones, ni desaguisados o desencuentros con el periodismo u organizaciones civiles, en resumidas cuentas, no tendríamos la oportunidad de ver la magnitud ni la calaña de los profesionales de la política, porque todo estaría bien, con seguridad, el Presidente siempre estaría de buenas y no tendría la oportunidad de hacer el ridículo, es decir, todo sería miel sobre hojuelas, el romance perfecto atiborrado de cachondeo retórico.

 

La República amorosa en todo su esplendor protegida por los benevolentes maestros de las artes humanistas a los que no se les llamaría militares sino protectores del pueblo bueno, vamos, ni siquiera existiría la sospecha sobre acuerdos o pactos con el crimen organizado porque el crimen organizado sería el amigo del pueblo, la moral oficialista sería motivo de culto con bonitas procesiones convocadas por el máximo líder para acompañarlo en el camino hacia la santidad política ungido por el cariño de su rebaño al que conduciría por la senda del bienestar lejos de la oprobiosa maledicencia neoliberal que solo alimenta al individualismo.

 

Si, efectivamente sin la crítica no habría nada que corregir, nada que agregar, nada que discutir, nada que explicar, sin embargo, el escenario de los regímenes sin crítica si existe y el común denominador de todos ellos no es ni el bienestar ni la felicidad, los más recalcitrantes defensores del régimen “lopezobradoriano” trabajan todos los días para tratar de erradicar la crítica, se desgarran las vestiduras, manotean, descalifican, persiguen y señalan a los críticos como traidores a la patria, porque su búsqueda tiene como objetivo alcanzar ese nivel de felicidad en el que todo sea un bello sueño donde lo que balbucea el Santísimo Señor del Palacio sea elevado al nivel del dogma y como si estuviéramos en tiempos de las Cruzadas, la persecución de los infieles cobra sentido entre los fanáticos, fanáticos que prefieren la migaja segura a la exposición de las ideas.

 

Históricamente en nombre de la ideología dogmática que idolatra a los carismáticos  líderes engañabobos se han justificado atrocidades de toda índole y los que hablan de libertad se convierten en opresores porque no hay libertad más verdadera que la que se ha monopolizado a través de los manifiestos que sugieren una purga social de los infieles rebeldes que se atreven a señalar lo que se vende como justicia pero que no es más que una cadena ideológica que somete a la población a la voluntad de un selecto grupo de arribistas acomplejados que explotan a sus esbirros para mostrarse impolutos ante la opinión pública.

 

El Presidente López Obrador, ante la crítica se ha mostrado como lo que siempre ha sido, un mezquino arribista que lejos de obtener sabiduría con el paso de los años, manifiesta un limitado sentido de empatía y sentido común, siendo así, resulta muy claro percibir para que sirve la crítica, sirve para llevar al escenario de la verdadera forma y magnitud a los profesionales de la demagogia, esa crítica que reveló a Díaz Ordaz y a Luis Echeverría como los hijos malparidos del país que fueron, esa crítica que mostró los alcances de Ernesto Zedillo al reprimir a comunidades indígenas en Chiapas, esa critica que denunció a Enrique Peña Nieto por la persecución y flagrante violación a los derechos humanos en Atenco; no, la crítica al Gobierno no es para desestabilizar al país como lo señala López Obrador en ese afán y papel de víctima que le encanta personificar para lloriquear cada que se muestra como lo que es, porque resulta que todo se trata de él, todo es una conjura en su contra, todo es mentira, los muertos por violencia o enfermedad fallecen buscando desprestigiarlo, el uso de los comparativos religiosos termina por cerrar el cuadro de un nivel de esquizofrenia oficialista de alcances kafkianos.

 

Pero la mezquindad en un político resulta ser una característica propia de los que ejercen el poder y pretenden a toda costa conservarlo y llevarlo a todas partes como los coleópteros que envuelven en mierda el fruto de sus devaneos políticos y lo empujan a todas partes para protegerlo de los depredadores y proveerlo de alimento suficiente cuando eclosionen sus corcholatas que lucharan por la supervivencia política, esa mezquindad, ha permeado en la fanaticada porrista que aplaude la desaparición de activistas o periodistas críticos, que celebra los atentados o el silenciamiento de las voces que han señalado los actos de corrupción que conservan la vigencia de los regímenes anteriores, especulando y criminalizando al periodismo o al activismo que no le rinde pleitesía al paladín de la “autovictimización” que cínicamente ha señalado que al periodismo que no se porta bien, conocerá las consecuencias.

 

Quien celebra el silencio y la represión de baja intensidad hacia los medios de comunicación ejerce de manera extraordinaria su derecho a ser tan estúpido como se lo permita su limitada comprensión, si, la ignorancia es atrevida y existen muchos feligreses de ella, ser sumiso es fácil porque solo requiere dejar de lado la autocrítica y tirar por la borda la dignidad; el trabajo del Gobierno, para que quede muy claro, no es un favor que le hacen los políticos encumbrados a la población, se les elige para que cumplan con un mandato establecido en la ley, a los potentados de antes se les sumaron los potentados que manejan de manera discrecional las cuentas públicas del país, los nuevos ricos que organizan rifas y loterías para jinetear el dinero y solventar programas sociales que son una bomba de tiempo para la economía del país y que han elevado a grado constitucional la dependencia paternalista hacia el Gobierno, la compra de voluntades está de moda porque silencia la voz de la población y garantiza las victorias electorales por medio de la esclavitud ideológica y económica, también garantiza la atracción de sicarios de la fe “cuatroteísta”, policías de la nueva moral que persiguen infieles traidores a la patria de los nuevos terratenientes que los utilizan como herramientas represoras.

 

Para la nueva monarquía progresista nacional, no existe pueblo bueno amigo, solo secuaces colaboradores desechables, qué, cuando las mieles de su bienestar solo alcancen para los mafiosos enquistados en el poder, no dudarán en echarlos a la calle. Los que celebran el silencio de la crítica deberán tener una reserva de vergüenza muy grande por lo que fomentan y apuntalan en detrimento de la libertad de expresión y pensamiento, aunque quizá sea demasiado tarde porque la reserva de inteligencia y dignidad que dilapidaron solo les dejará en condición de mansedumbre. 

#InPerfecto

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