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La nada 

#InPerfecciones
“El peor enemigo de México es la nada mexicana.” – Maximiliano de Habsburgo

 

 

Pablo Ricardo Rivera Tejeda / @PabloRiveraRT
pricardo.rivera@gmail.com

 

El cielo se ha opacado y las nubes son lo único visible. En aquel lugar lleno de objetos de lujo y grandes comodidades, la discordia se respira en al aire y los monstruos voraces que visten elegantemente devoran sin cesar lo que deberían preservar. Las sillas y escritorios están empapados de venenosa saliva que ha sido escupida por aquellos seres. Fuera del recinto, las calles están llenas de sangre y la basura ahora ha sustituido lo que alguna vez fueron árboles o matorrales. Ahí mismo, otros seres se muestran demacrados, con andrajos y con lágrimas que no bastan para expresar lo que sienten. Desde lo alto del recinto, los monstruos escupen las sobras de comida y éstas caen en la cara de los más dolidos. Curioso es que algunos de los que se encuentran afuera aplauden las sobras de comida que caen del cielo, y cubiertos por una venda de lija su visión es cada vez más reducida y sus ojos van perdiendo poco a poco el color. 

 

Sin duda leer lo anterior es curioso, incluso podría decirse sombrío. Parece que estuviéramos leyendo un libro de ficción distópica en el que nuestro mundo está próximo a extinguirse. ¿Qué pensarías si te dijera que esa historia no es otra que la de nuestro país? 

 

Es bien sabido que las últimas semanas han sido de gran importancia para el futuro político de México; desde discusiones de gran importancia en el Congreso de la Unión hasta la publicación de trabajos que atentan contra la credibilidad del Ejecutivo Federal. Lo cierto es que los hechos dejan mucho que desear y los errores que como país hemos arrastrado desde hace tiempo no han desaparecido en lo más mínimo.

 

El pasado fin de semana, en un encuentro con jóvenes a los que les interesa la política, tuvo lugar un tema de conversación sumamente interesante: la seriedad política de nuestro país. Creo que si tú, lector, eres mexicano, sabrás a lo que me refiero. En recientes discusiones la calidad del debate al menos en el ámbito político deja mucho que desear. Es normal que terminemos coléricos tras ver a una senadora como Lilly Téllez hacerse famosa y favorita por su amplio repertorio de insultos y descalificaciones. Es curioso que ésta senadora sean tan aplaudida por actos dignos de un payaso de circo. Sus propuestas son escasas, en cambio, sus apariciones en medios de comunicación son recurrentes no por el cumplimiento de su deber sino por su bajeza profesional. Puedo perfectamente entender que la Señora no simpatice con las ideas de Morena, pero decirle a una senadora que “sólo busca comida”, no creo que sea del todo válido. 

 

No obstante, su cinismo es de tal magnitud que cuando se le critica de manera certera y con evidencia en mano, muestra una impensable arrogancia y terquedad. Me sirve de ejemplo el artículo que publicó recientemente Viridiana Ríos sobre la senadora, en el que expone de manera precisa su actuar como legisladora. ¿Qué pasó?, bueno, la senadora Téllez la confrontó en redes sociales y todo concluyó como siempre, en una inservible confrontación de egos.

 

Qué bello sería decir que sólo una senadora es la que atenta contra los principios del país, empero, en México sucede todo lo contrario. Casos similares son el de la legisladora Sandra Luévano o la diputada María Clemente García, que debo decirlo, han dejado a nuestro país como un programa de comedia barato y hecho con lo peor de lo peor. Ambas figuras no hacen más que trabajar en la creación de constantes polémicas que sólo dividen y aumentan el odio de los mexicanos. ¡Cómo es posible que una diputada suba un video pornográfico en sus redes sociales públicas! Perdón, pero poco me importa que su trabajo sea prestarse para actos sexuales, lo que menos necesitan los ciudadanos es ese tipo de bromas y actos de enfermo fanatismo. ¡Cómo busca que se le respete si ella no respeta la labor que le fue conferida! Me pregunto cómo es que lucirse con pornografía hará que México progrese. 

 

Lo mismo sucede con la diputada Sandra Luévano, que busca terminar con las ideologías de odio y represoras de la Iglesia mediante más odio y estupidez. No entiendo cómo es que buscan que sus creencias –no hechos o evidencia– sean respetadas cuando ellos mismos se burlan de las de los demás. Cualquiera, siguiendo ésta lógica se podría burlar de la fe, y por ende, las personas de fe se podrían burlar de su orientación sexual.

 

No es triste, es dantesco que la realidad política en México se reduzca a insultos, gritos e ideologías que superan lo decadente. No es fácil de creer pero, que cierto es que –en palabras de Maximiliano de Habsburgo en su monólogo teatral Imperio–, el peor enemigo de México es la nada mexicana. “Homo homini lupus”, el hombre es el lobo para el hombre; en este caso, el mexicano es el peor enemigo del mexicano.

 

#InPerfecto

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