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“ESTE DOLOR NO COMENZÓ CONMIGO”.

#Sexualidad
“Si entiendo la raíz, la razón, la historia de ese dolor, entonces podré entender, nombrar, llorar o expresar lo que ese dolor para mí familia significó.”

 

 

Dr. Juan Manuel Carvajal Blancas.
Juanmanuel.carvajal@inperfecto.com.mx

 

Días antes  de la vivencia nativa y el encuentro con la medicina sagrada del Teonanacatl en las Montañas de San José del Pacífico, Oaxaca, sentía ya la presencia de mi padre con mucha fuerza e insistencia en mi piel y en mi Alma. Los sueños, los recuerdos, las charlas cotidianas que terminaban en llanto y las sensaciones de que algo quería decirme la parte de su ser que en mi vive,  me llevaban constantemente a la necesidad de evocarle, de preguntarle en mis sueños y preguntarme en mis días.

La preparación previa a la ceremonia del Teonanacatl cumplió su papel y llegó el domingo en San José del Pacífico. Un duelo en mi se abría nuevamente (o estaba ya abierto) y tras  unos minutos después de las primeras dosis de hongos sagrados,  las revelaciones  del Alma fueron abriendo camino, a través de salas multicolores de juego, arte,  música, recreación y erotismo, al tiempo que la naturaleza en su lenguaje cobijó mi presencia con amor. 

Mudé dos veces de lugar,  primero a contemplar al viejo abuelo fuego, que con calidez acompañaba y después a un viejo tronco que aguardaba para invitarme a compartir con él mi soledad deseada en ese momento. 

Ahí llegó Don Manuel,  Chamán y curandero a quien más hongos pedí: “Usted es el Chamán, el abuelo sabio… Quiero ir más lejos  más profundo. Don Manuelito -le dije- … miro en mí las manos de mi padre ocupando el espacio de las mías…”

Se fue Don Manuel y miré nuevamente las manos de mi padre ocupando el lugar de las mías y la voz de una anciana que amorosa, y generosa me acompañaba serena, sólo su voz escuchaba. Pensé entonces en ese momento en el libro que había yo encontrado unos días después de la muerte de mi padre (su reliquia de infancia)  y tuve necesidad de preguntar que hacer con él. 

 

Desde que era niño, recuerdo que mi padre guardaba celosamente, con orgullo y amor, ese viejo libro que de vez en cuando sacaba de uno de los cajones de su buró para mostrármelo y decirme que era su libro de lecturas cuando estudiaba la primaria. 

Nunca  en ese tiempo dimensióné lo que este libro significaba para él, sin embargo me compartía con su seriedad que le caracterizaba y sus ojos de nostalgia, que él amaba el estudio y que habría querido, después de terminar su primaria, seguir asistiendo al colegio. Sin embargo  la muerte de mi abuelo por pulmonía le haría abandonar ese afán y dedicarse a trabajar para apoyar a mi abuela y a su único hermano que era aún un niño.

Desde la más temprana edad de niño y hasta mi adolescencia mi padre me decía: “no esperas nada material de mí,  porque la única herencia que te dejaré será el estudio y eso lo haré, sólo hasta el bachillerato. Si quieres más, será por tu cuenta. Ya no tengo más para ti.”  Y lo cumplió, porque fue hasta el bachillerato y nada más hubo de él a su muerte que el hambre y la obsesión sembrada en mí por estudiar, por prepararme  e ir por más. 

Jamás me dejó trabajar de niño, ni de adolescente y si lo hice fue por mi propia rebeldía. “Tú estudia, que si trabajas, te gustará el dinero y abandonarás el deseo de ir a la escuela”, me decía.

Recién me percaté de un hecho curioso que me había pasado desapercibido: por una u otra razón, mi padre jamás quiso estar en una graduación mía, ni cuando concluí mi primaria, ni en la secundaria, ni al concluir el Bachillerato. Tampoco cuando terminé mi licenciatura, ni cuando  lo invité a mi ceremonia de Maestría. Poco después murió y ya no alcanzó a mirarme concluir mi Doctorado, ni todo lo que vendría después. 

Al morir, unos días después visité su casa y miré el cajón a lado de su cama. Ahí estaba el viejo libro de lecturas de su niñez, de su vida, de su amor por el estudio y sus sueños frustrados.  Lo abracé,  como abrazando a mi viejo y  traje el preciado libro de su infancia conmigo. 

Lo comprendí todo en ese momento. Él ya me había dado todo lo que yo necesitaba y lo hizo en vida. Me dio la pasión por el estudio, la libertad para llegar tan lejos como quisiera y  alas grandes para volar  cuando serio y firme, me dijo: “ya no tengo más para ti”.

Desde su muerte  había cargado con el libro preciado de mi padre y en mi experiencia con el Teonanacatl me preguntaba ahora que hacer con él.

¿El libro de mi padre? La joya en que se inspiró a partir de su dolor y de su frustración para empujarme  a estudiar. ¿Cómo me iba a deshacer de él? Tal vez lo haría -pensé-  y lo entregaría como un regalo de él…

Inmediatamente miré de la Tierra emerger de entre la maleza, brazos que amorosos y con voz suave me decían “entréganos a tu padre, él es de aquí y volverá a su lugar..” Lloré mucho en ese momento y empecé a comprender más que mi padre había partido de esta dimensión humana y sin embargo, CONTINUABA YO CARGÁNDOLO JUNTO CON SU DOLOR  DE TANTOS HOMBRES, DE TANTOS ANCESTROS…

Dicho esto le pregunté a la anciana ¿Qué hacia con las manos de mi padre que las sentía y miraba en ese momento ocupando las mías…?  ¿Cuál es el mensaje? 

Yo aun sin comprender le escuché decir a la anciana: “tienes que ir a la fogata y acercar las manos lo más posible al fuego  y hasta que el dolor sea tanto e insoportable, entonces sacudirás tus manos con fuerza. 

Así lo hice y fui a  la hoguera. Tal como la voz de la anciana lo pedía coloqué mis manos al fuego y cuando el dolor fue insoportable, un alarido entremezclado  con miedo, tristeza, dolor del alma,  rabia y frustración se liberó de mi pecho con tal fuerza desconocida  y pude mirar, como en una veloz película,  mi infancia enmudecida tantas noches y días sin permitirme llorar, sin poder  escapar, aterrado de llanto guardado en el silencio de mi pecho. Pasaron en segundos las imágenes y vivencias cargadas de mi terror de niño,  mirando a mi padre golpear a mi madre, amenazarla de muerte. Pasaron frente a mí las escenas de aquel niño enmudecido bajo sus sábanas mientras mi padre ofendía y gritaba, a todas horas a mi madre, escenas donde lo miraba alcoholizado,  tirando nuestra comida, imponente él e impotente yo de dolor. Miré entonces el dolor de otros hombres antes de mí y de mi padre igualmente maltratados, violentados,  tragándose su dolor y sus lágrimas. Sacudí mis manos con fuerza y en todas las ocasiones que lo hice, ráfagas delgadas de fuego brotaban de ellas  mientras notaba que se aligeraban.  Fue entonces que los cantos y sonidos armónicos con colores de infancia e inocencia  vinieron a través de Lupita (la Chamana), de Iris y Gaby arrullándome con otras caricias y sonidos, en otro tiempo y en otro universo de mi infancia. Sentí entonces, en medio de esa calma, detrás de mi a todas las mujeres y a los hombres de mi historia, sólo que ya sin dolor, ni miedo, sólo a mis espaldas mirándome ahora, sintiendo su fuerza,  agradeciéndoles los precios pagados en sus historias, para que yo ahora tenga una vida mejor,  mientras la voz de Simón cantando, se entremezclaba con el momento  “porque mi padre era fuerte,  era muy inteligente, era mejor ninguno…”

Me sentía cansado y me dirigí entonces a recostarme y mientras lo hacía, noté que mis manos habían dejado de pesarme y se habían transformado  ahora en dos  hermosas formas. Las descubrí nuevas, suaves, generosas , dispuestas a acariciar  con una ternura hasta entonces desconocida.

“Ahora puedes ya acariciar, con manos nuevas y amorosas a los seres que amas,  a tus hijos, a quienes sirves, tienes manos nuevas…. Ellos te esperan”, me dijo con su paz la voz de la anciana que a mi Alma acompañaba. Fue la última vez que la escuché hablarme.

 

Comprendí en ese momento el simbolismo de las manos. Mis puntos de contacto con el mundo. Pensé en tantas veces que habría tocado a quienes cerca de mí convivían, sin darme cuenta del dolor con el que lo hacía. Así tocaba el mundo, mi servicio, desde el dolor enmudecido, heredado e invisibilizado de mi Alma párvula  

 

Tras la vivencia, lo que después vino fue increíble, sanador, sorprendente. Jamás había tocado con amor consciente a mis hijos, con la fuerza,  la ternura y el vigor de mis nuevas manos. Parecía que una nueva puerta también  se abría y mi padre quedaría, para siempre en el lugar al que pertenece: la muerte y los brazos amorosos de la tierra. 

No más cargas,  no mas tributos. La historia de dolor de él y de tantos hombres, termina en el momento en que  su legado de sufrimiento muere junto con él. 

 

Cuanta razón, cuando recién leía a mi apreciada colega Counselor Patricia Camino  citando a Susy Landa.: “Este dolor no comenzó conmigo… Si entiendo la raíz, la razón, la historia de ese dolor, entonces podré entender, nombrar, llorar o expresar lo que ese dolor para mí familia significó.” 

 

Inconscientemente y con frecuencia, los seres humanos cargamos en nuestros hombros el dolor de nuestros ancestros, de mujeres y hombres que sufrieron frustraciones, maltratos, abusos, violaciones, miseria y humillaciones. Seres que heredaron a las generaciones siguientes sus frustraciones y sus cargas. Sus descendientes, sin darnos cuenta, tocamos en el presente y a través de sus manos a las personas que amamos, incluso con la mejor de las intenciones, porque buscamos sanar el dolor de muchas vidas, incluída la nuestra. 

 

Detener esa herencia de dolor y unas manos nuevas para acariciarme, para tocar mi mundo,  ha sido uno de los regalos más preciosos que la vivencia nativa de Maliollin, el encuentro con el Teonanacatl y su medicina sagrada, me han dado. 

 

Dr. Juan Manuel Carvajal Blancas 

Doctor en psicología y 

Psicoterapeuta Humanista 

Contacto: 951 226 29 13

Agosto 15 del 2022

Regalos sagrados de San José del Pacífico Vivencia Nativa Maliollin Medicina Tradicional Zapoteca 2022

 

#InPerfecto 

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