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COBRAR SIN HACER NADA

#InPerfecciones
“Ver para creer, en México se le ha otorgado la potestad a un parásito para hablar de austeridad y humildad.”

 

 

Carlos Rosas Cancino / @CarlosRosas_C  
carlos.rc@inperfecto.com.mx

El Presidente López Obrador, ha puesto en la mesa uno de los clásicos de la narrativa nacional que se repite una y otra vez cada que acudimos a un desatino de los “profesionales” de la política, qué interesante es escuchar de boca del Presidente la frase “si no quieren trabajar, entonces que no cobren”, esto, en relación a la moratoria constitucional que la alianza opositora anunció como medida coercitiva –o chantajista-  para mostrar aunque sea un poco de carácter después del golpe de realidad que recibieron el pasado 5 de junio en las urnas, sin embargo, ésta exhibición de la narrativa que se apropian los políticos como el Presidente hablando el lenguaje del pueblo, tiene sus “asegunes” como se dice de manera muy coloquial; después de todo, si nos ponemos un poco rigoristas, habría que analizar si el trabajo que realizan los “especialistas” de la política y la burocracia de alto nivel merecen el sueldo que cobran, es decir, desde luego qué el ejercicio intelectual tiene un valor intrínseco porque ha significado un esfuerzo personal sin tomar en cuenta si ha sido honesto o no, sin embargo, pensar en el sueldo que se embolsan los políticos debe hacernos reflexionar sobre varias cosas.

 

Un político como López Obrador, que ha viajado por todo el país ha sido testigo de la desigualdad que priva en México, ha sido testigo del hambre y la marginación, de eso no nos debe quedar duda, de hecho, no hace falta que lleven como acarreados a los más desfavorecidos a sus mítines para aplaudirle, porque evidencia sobra en cualquier rincón del país; hace ya varios años que la escandalosa cifra que señalaba que buena parte de la población en México sobrevive con menos de un dólar al día se reveló como parte de una dolorosa realidad que se mantiene vigente, todos esos sobrevivientes tienen que trabajar en infames condiciones laborales por un miserable sueldo que sigue siendo miserable a pesar de los tan celebrados aumentos al salario mínimo que sigue siendo mínimo, por otro lado, ese andarín político que se daba sus baños de pueblo y que hoy es Presidente, con 200 pesos en la bolsa, sin chequera o tarjetas de crédito o débito, ha logrado solventar tres campañas presidenciales, situación que nos hace pensar que los milagros si existen, aunque no debemos olvidar que López Obrador no solo se ha dedicado a pasear por el país recogiendo los “sentimientos de la nación” y una que otra aportación en sobres, también se ha dedicado a escribir algunos clásicos de la literatura de sanitario tan socorridos si es que el papel higiénico escasea, por supuesto no podemos olvidar la prodigiosa Cartilla Moral que con tanto amor que derrocha debe ser muy suave al tacto.

 

Pero regresando al caminante transformador, la pregunta es si ¿la demagogia es un buen negocio?, y tal parece que si, no hay manera de negarlo después de dieciocho años de campaña, porque lo que sobran son oídos para escuchar a los malabaristas de la retórica política que estuvieron dispuestos a contribuir con una causa tan noble, pero la otra pregunta es si ¿ser demagogo es un trabajo?, y estrictamente si lo es, ser demagogo de carrera se convierte en un trabajo cuando se obtiene una remuneración por tal actividad, sin importar como se obtienen los recursos o el terreno que se pise o el esfuerzo que se tenga que hacer, incluida la hipocresía de besar niños y saludar a todos, tomarse fotos, etcétera, con los que le vitorean después de recetarles la promesa eterna de que por fin las cosas van a mejorar porque se terminará con la “robadera”, aunque engañar a los incautos pueda considerarse un robo amable si se obtiene lo que se desea por voluntad propia de la víctima.

 

De modo que, cuando el Presidente radicaliza su discurso para señalar que los políticos opositores a su régimen no cobren si no quieren trabajar, comete lo que en lenguaje coloquial o en buen español se llama “darse un balazo en el pie”, sobre todo si pensamos que el supuesto trabajo que hace el Jefe del Ejecutivo no dista mucho del trabajo que los políticos de la oposición hacen por muy ridículo que nos parezca, al final del día, es una actividad remunerada, aunque signifique no hacer nada, porque dar discursos “engañabobos” o lloriquear por lo perdido en una elección no sirve para nada al final de cuentas y aún así López Obrador sigue cobrando su muy austero sueldo.   

 

Claro que los más recalcitrantes defensores de su “santidad transformadora” saltarán con los nervios y la entraña henchidos de coraje por semejante aseveración, ¿como es posible que el que escribe ésta columna, tenga el atrevimiento de ser tan majadero con el Presidente más popular de todos los tiempos?, pero la pregunta para los crédulos de la transformación es si ¿acaso han volteado por curiosidad a revisar si el bienestar que les vendió el Presidente equivale al trabajo que dice realizar?, de ese modo podrían responder si son equiparables las palabras a la realidad, si bien no creen el PIB pero si en el Índice de Bienestar o el Índice de Felicidad, entonces trabajemos, pues, con el nivel de bienestar tan cacareado por el Presidente; basta con analizar la cantidad de esfuerzo que se realiza para obtener un salario mínimo en México y si ese salario mínimo alcanza para cubrir todas las necesidades personales o familiares comparado con el esfuerzo que hace el Presidente, su corte de bufones y hasta su oposición para obtener el sueldo que perciben y entonces ya podríamos hablar con “los pelos de la burra en la mano” si López Obrador o sus pares políticos merecen cobrar lo que cobran por hacer lo que hacen.

 

Toda la clase trabajadora que se tienen que “chingar” bien y bonito  a lo largo de toda una quincena para medio comer, medio vivir, medio vestir, medio curarse y medio atender sus deudas, podrían hablar de bienestar si percibieran el sueldo que cobra la clase política que se encuentra “tan preocupada” por el bienestar del pueblo y que no tiene que aplicar la pobreza franciscana a la hora de sentarse a la mesa, en ese caso tendríamos que cambiar la ecuación para que incluso el Presidente ganara un sueldo promedio y tuviera que pagar todos los servicios que consume; por eso para el “campeón” de la austeridad es tan fácil decir que con un par de zapatos es suficiente; ver para creer, en México se le ha otorgado la potestad a un parásito para hablar de austeridad y humildad.

 

Un político criticando a otros políticos por no querer trabajar es una paradoja, “el comal le dijo a la olla” versa la canción de Don Francisco Gabilondo Soler “Cri-Cri”, pero sabemos que el problema no es que la oposición no quiera trabajar, sino que han puesto en riesgo la estabilidad emocional del Jefe del Ejecutivo, ¿cómo se atreven a decirle por adelantado que no? ¿como se atreven a retar al intransigente que lleva dentro?, al final del día, de todas maneras la costumbre de ver a los políticos reclamarse airadamente entre ellos mientras no trabajan es el común denominador de los de antes y los de ahora aunque sean los mismos de antes; que cómodo es cobrar sin hacer nada, ¿verdad señor Presidente?

 

#InPerfecto 

 

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