Editorial

Aspiraciones blancas. Una regla en la política y el activismo juvenil en México.

#InPerfecciones
“En la política y el activismo juvenil, es tu color de piel el gran factor para saber si tu lugar está como representante y cara del movimiento o sólo estás para llenar eventos y repartir volantes”

 

 

Antonio Medina / @Anto_rivemed
antorivemedina@gmail.com

Postear, <<me gusta>> y compartir, es un proceso que muchos y muchas realizamos al concluir cualquier espacio donde las juventudes participemos y no es de extrañarse, el modo de comunicación en un mundo conectado y centralizado a las redes sociales nos obliga a publicar constantemente las participaciones, eventos y demás actos públicos, sin embargo, ¿cuál es la principal característica de la mayoría (para no decir todas) de las personas jóvenes que asisten y predominan las publicaciones de aquellos eventos? La respuesta es sencilla: jóvenes blancos y privilegiados. 

Es decir, si analizamos y damos una observación detenida a la mayoría de los eventos organizados desde las instituciones, organizaciones juveniles y activistas, podemos encontrar este patrón: jóvenes blancos, de alguna escuela de renombre, hombres y con una frase acompañada de “yo represento, yo hago, yo creo o yo lucharé por” y es notable, los procesos de involucramiento de las juventudes en la política han presentado una crisis en las bases partidistas, han mutado a formas muy diversas de implicación de carácter más bien puntual y episódico, en múltiples campos (desde los más tradicionales de actividad política hasta los vinculados a temas de solidaridad cívica u otros relacionados con nuevos espacios de expresión juvenil), refleja, en buena medida, los propios rasgos culturales de buena parte de la juventud actual (individualismo, orientación al consumo), así como la estrecha interrelación que existe con sus experiencias e intereses más cotidianos (Funes, 2006), a pesar de ello, el fenómeno del consumo, del atractivo visual y de la aspiración en la política que más sigue vigente es el de aquella blanquitud, aquel personaje de la política que emplea un heternormativa en el lenguaje, en la vestimenta y todo aquello que contempla el espectro de la blanquitud como lo “bueno”. 

Wessmontoya (Instagram: @Wessmontoya) del movimiento #PoderPrieto

Es aquella idea que llega a nuestras tierras en la época del México colonial y que se nos disfrazó en el discurso del mestizaje: las categorías raciales, con las personas indígenas en la escaña más baja y aquel español encima del indígena, proceso que termina consolidándose con la implementación de castas en la Nueva España; ubicaba a los españoles en la cima, con todos los derechos, y a los indígenas en el último peldaño. Las castas fueron “el producto de la mezcla de españoles con criollos, indígenas, mestizos y negros” (INAH 2009).

Este mismo discurso es el que permea y se transmuta al ámbito de la política y el activismo juvenil, siendo una estrategia más que refuerzan las ideologías segregacionistas, clasistas y racistas, y sin pensarlo, seguimos reproduciendo y consumiendo; esta idea es sencilla de identificar: lo blanquitud vende. Una blanquitud que se aprovecha de esta similitud de las marcas comerciales con los partidos políticos, ambos entes operando en condiciones de competencia, donde sus anuncios son herramientas que les permitan llegar a una posición más ventajosa de su competencia, siendo sus propios anuncios o marcas una representación imaginaria de la población objetivo, una población a la que se le vende, una vez más, la idea de lo blanco como lo correcto, como el progreso y como lo “bueno”. No es de extrañarse que en los medios de comunicación la imagen de una persona morena esté ligada a la clase baja, a la delincuencia y a la pobreza. 

Y es que en México, el tono de piel tiene una estrecha vinculación con varios elementos estructurales como la escolaridad, el empleo, la riqueza y su poder adquisitivo, donde las personas de tez oscura o morena solemos emplear posiciones nada equitativas a diferencia de las personas de tez blanca, así mismo, Hugo Nutini nos habla de la correlación entre la tez y el acceso a una movilidad social ascendente, entendiendo que las características socioculturales y las fenotípicas siempre llevan un vínculo en la exclusión social, económica y en las tomas de decisiones en la vida política en México, llegando a lo que, hoy día, llamamos “Racismo colorista” o pigmentocracia en la política juvenil, donde tu color de piel influye si tomas decisiones y eres cara del partido, de la organización o del movimiento, o bien, en el caso contrario, sólo estarás para llenar eventos o repartir volantes. 

Hay que decirlo de forma muy clara: Las bases militantes polítcas, las bases de organizaciones o movimientos de activismo juveniles se rigen bajo un racismo colorista, donde se premia socioeconómicamente a quienes imiten las normas de la blanquitud ideológica. 

Wessmontoya (Instagram: @Wessmontoya) del movimiento #PoderPrieto

¿Cuál es el mayor riesgo de esto?

Si bien, sabemos que el racismo estructural se (re)produce en la vida política y activista juvenil, esto genera una serie de problemas a los que, curiosamente, buscamos darle solución sin la perspectiva adecuada, dando entrada a la siguiente pregunta: 

¿Qué sucede con la poca participación de las juventudes en la vida pública y en la política de su comunidad y cuál es la relación con el racismo?

En un México sumamente adultocentrista, las personas jóvenes nos enfrentamos constantemente a la idea de aquella imagen del joven pasivo y desinteresado de todo lo que ocurre en el ámbito político, hay muchos factores que influyen en esta imagen y en esta (mal llamada) apatía, sin embargo, y aquí hago un gran cuestionamiento a las fuerzas políticas y a las organizaciones juveniles, ¿realmente representamos a las juventudes?, ¿realmente otorgamos espacios seguros? Y si sí, ¿Para qué juventudes son estos espacios?

En México, más del 80% de las personas jóvenes, somos de tez morena, afromexicanas y afromexicanos, indígenas o no cumplimos con la característica de una tez blanca, es decir, sólo 1 de cada 5 jóvenes son de tez blanca, también podemos sumarle el factor que sólo 1 de cada 3 jóvenes tenemos acceso a estudiar la universidad y un pequeño porcentaje de ese 30% tiene el privilegio de poder concluir sus estudios; las personas jóvenes en México sufrimos una serie de violencias sistemáticas y los espacios para poder acceder a las esferas donde se nos escucha (fuera de campañas políticas) están dominados por jóvenes blancos y privilegiados, donde, por osadía (o ignorancia) suelen postrarse en los eventos y autonombrarse representantes de las juventudes en México; ¿A qué jóvenes están representando aquellas personas blancas, universitarias y de familia académica o privilegiada en la política? No lo sabremos, pero puedo asegurar, que no a las juventudes en México. 

¿Queremos ser el verdadero cambio generacional? Empecemos por reconocer y desarticular el racismo de nuestras filas, empecemos a demostrar que los espacios de participación política juvenil son para todos, todas y todes, dejemos de autonombrarnos representantes de las y los jóvenes y hagamos que esas juventudes tengan voz en espacios seguros y dignos, que su voz sea reconocida y escuchada, porque de nada sirve una fotografía con muchos “me gusta” en redes sociales, de nada sirve proclamarte líder o lidereza juvenil, de nada sirve proclamar un relevo generacional si seguimos replicando las viejas prácticas políticas y/o de marketing en la política, y como consumidores, por favor, dejemos de crear influencers en la política juvenil. 

 

#InPerfecto.