Cultura

El raciocinio de Denis Diderot y preguntas sin responder

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“Humanizar a Dios o a los Dioses, al buscar Su guía llega la duda”

 

 

Ricardo Sandoval / @LuisRSandoval5
luizandcar18@gmail.com 

Denis Diderot,  ateo consagrado y director de la Enciclopedia Francesa, por allá del Siglo XVIII, se dedicó a buscar la verdad, a estar en contra de los cultos  y sus “falsedades”, llenas de “falsedades y supersticiosas que alejan por el camino del bien a las personas”. De hecho, en su novela, La Religiosa, cuya curiosidad era que no se tomara en serio, nos narra las cartas escritas por Susana Simonin, quien le implora a un marqués para que los votos de ella sean anulados, al tiempo que hace una queja sobre el convento en el que vive. Dentro de este libro, Diderot usa un narrador femenino para, posteriormente, hacer una crítica a la religión católica, la corrupción que existía  y los problemas que las mujeres vivian dentro de dichos conventos.

 

Así mismo, eso me hizo pensar y escribir que la naturaleza humana es rebelde. Se resiste a creer en un Ser superior, pero al mismo tiempo, esa creencia se convierte a lo opuesto de tal magnitud que al ver el comportamiento de los demás hombres y mujeres, se deja de creer y se cuestiona todo lo que las iglesias le llaman como “creación de Dios”.

 

Humanizar a Dios o a los Dioses, al buscar Su guía llega la duda. Somos inconformes de todo. Aunque tengamos una respuesta clara frente a nosotros, nuestra propia naturaleza es la de negar, ya no cuestionar como originalmente se planteaba. Si algunas personas creen en supersticiones, como la brujería o la iglesia en sí, en cualquiera de sus variantes, las otras personas dicen que los creyentes son fácilmente manipulables por su fe.  Mientras tanto, los antiguos Griegos y Romanos con sus templos hacia sus Dioses, muchos de los cuales aún podemos visitar el día de hoy, son aceptados y estudiados hasta el fin por las enseñanzas, mitos que dejaron y las supersticiones.

 

En cambio, si no creen en esas supersticiones, esa misma negación a la superstición se vuelve en su contra. Es decir, que mientras una parte intenta buscar a Dios, la otra parte lo quiere evitar y usan el raciocinio para ello. Pero, ¿acaso la búsqueda de un Ser superior no es también una parte de ese razonamiento pero aplicado de manera diferente al académico?, ¿los no creyentes, saben de manera inconsciente, que en el fondo están equivocados?, ¿sucede al revés? 

 

Regresemos brevemente a Diderot por un momento. Este filosofo francés del siglo XVIII abre con esta cita irónica su libro titulado Pensées sur l’interprétation de la nature (Pensamientos a la interpretación de la naturaleza): “Joven, toma y lee. Si puedes llegar hasta el final de esta obra, no te costará comprender otra mejor. Como me he propuesto no tanto instruirte como ejercitarte, poco me importa que admitas mis ideas o que las rechaces, con tal de que ocupen toda tu atención. Alguien más capacitado te enseñará a conocer las fuerzas de la naturaleza; me bastará con haber puesto las tuyas a prueba. Adiós.”

 

Acorde a este pensamiento, esta ideología, es que se pudiera decir que no es culpa de Dios lo que hagan los hombres y mujeres con su tiempo en la Tierra, por eso es que nos dio el famoso libre albedrío. Lo que hagamos con esa libertad de acción y las consecuencias de nuestros actos es cosa nuestra. Sin embargo, el mal uso de esa libertad y culpar a la Deidad que nos la dio es la salida más fácil y muchas veces, para no causar gran “controversia”, las preguntas hechas con anterioridad se suelen desprestigiar con dichos como es que no aparece cuando lo llamo o si es un ser omnipotente y vengativo, ya me las verá cuando lo vea en el otro mundo, si es que existe. Lo culpamos por esa libertad que nos dio. Todas las novelas de aventuras que hemos leído en algún momento de nuestra vida, nos lleva a ver a los personajes a hacerse preguntas que nosotros nos hemos hecho. Tanto novelas clásicas, como las contemporáneas se valen de este recurso y nos hacen dudar sobre si es el autor el que habla en todo momento es un narrador(a).

 

Deseo subrayar que la culpa no es de Dios. La culpa la tienen las iglesias y los hombres que son los creadores de tales establecimientos. Nos limitan el contacto con Él. Nos imponen reglas para, según, encontrar la felicidad, pero en realidad, es un sistema de control de unos pocos hacia unos muchos, de ahí nace la ideología. Para dicha ideología se utiliza un recurso que actualmente se considera de pésimo gusto utilizar: la retórica. 

 

Antes de continuar con el texto, la ideología son, como lo dice su nombre, ideas que definen el pensamiento político, cultural, religioso, etc. Es decir, como maneja la sociedad determinada o la persona que maneja la ideología. Se podría considerar como algo a lo que no se puede refutar, pero, al ser creado por lo humano sí se puede refutar. Además, gracias a los avances científicos y médicos, se sabe que los pensamientos cambian, evolucionan constantemente. No hay una sola manera de ver la realidad. Un ejemplo es lo que está pasando en el este de Europa, donde, si se investiga un poco, se va a saber el porqué Rusia tomó dichas medidas contra Ucrania. El miedo es un arma muy grande y de doble filo. Si se sabe utilizar, el control mental y de raciocinio a las demás personas pasa desapercibido. Ya se ha dejado de creer ciegamente en la religión para ahora pasar a creer ciegamente lo que dicen las redes sociales.

 

¿Hay que temer a tal vez a los judíos?, porque si no, nos castigarán severamente. Recuerden que, según las escrituras, hechas por los propios hombres para guiar al rebaño perdido en pos de la salvación, hubo inundaciones que mataron a millones de inocentes. También hubo guerras en el nombre de Dios contra aquellos, que según la religión judeocristiana eran los no creyentes. Ha sometido a su pueblo judío a una esclavitud en Egipto y cuando fueron “libres”, vagaron por cuarenta años en el desierto a la tierra prometida para terminar con lo ocurrido a ellos en la Segunda Guerra Mundial y posteriormente, que los propios judíos hagan lo mismo con Palestina y que nadie haga nada al respecto.

 

El conflicto entre las religiones judeocristianas y la musulmana lleva desde hace mucho tiempo. El primero indica que Dios mandó a su hijo a expiar de los pecados del mundo a la humanidad, incluyendo el pecado original del saber y el conocimiento. En cambio, los musulmanes dicen que Jesucristo era un profeta, como lo fue el profeta Mahoma, salvo sea Su nombre (es una costumbre mía llamar así al profeta Mahoma, salvo sea Su nombre, aunque yo no sea en realidad musulmán, sino de una de las variantes judeocristiana y que viene de la parte reformada de la iglesia, la acortada iglesia mormona). 

 

En caso contrario y de manera irónica, demasiado control sobre el pueblo y causarles miedo, los ha dejado con una especie de inmunidad. El descontrol crece y se empiezan a cuestionar del porqué deben de seguir las ordenes de padres y sacerdotes que, según, tienen más facultad de hablar con Dios. Considero que todas las personas, en algún punto de su vida, buscan respuestas racionales y lógicas a lo que sucede. Incluso, tenemos esa necesidad, si se le puede llamar así, de acercarnos a Dios, pero no sabemos cómo hacerlo porque tenemos esa información de que Dios es enojón por naturaleza y me va a castigar por un pecado que cometa y de esa manera lo negamos y nos consideramos “ateos en el nombre de Dios”.

 

Oigo venir una objeción de los que se van a los extremos. Aquellos que dicen total, si Dios envió a su hijo a sacrificarse por nosotros, puedo hacer lo que quiera porque ya tengo la salvación eterna. ¡Divertíos, que la vida es única! Que ingenua me parece esa afirmación. Para dejar de creer en algo es porque primero debiste de creer mucho en ella. Son como los pseudo-ateos actuales, que dicen que no creen en Dios, solo porque el racionamiento es lo más importante y como no lo veo, no existe. Las pruebas científicas han hecho que se pueda comprobar su existencia, pero al mismo tiempo, que no se pueda comprobar. Y es ahí, en esta última parte donde muchas personas se enfocan, porque solo ven para creer.

 

Se puede hacer el contraargumento de pero si fuimos creados a imagen y semejanza de Él, entonces, también debe de tener todos los defectos que los humanos tenemos. Y admito que es un buen contraargumento.  Pero al final de cuentas, seremos nosotros mismos, con nuestro raciocinio, con nuestra lógica, con nuestros saberes y conocimientos, previos, actuales y futuros, lo que interpretemos y dictaminemos la manera de ver el mundo que nos rodea y eso incluye la frase de hace un momento. Aquí es donde entra en juego esa arma de doble filo que es el libre albedrio.

 

Para terminar, estoy seguro que a Dios le molesta que echen la culpa por algo que es netamente humano. Le molesta que usen su nombre en falsos razonamientos. En cambio, no le debe molestar a Él si lo cuestionamos, si lo retamos. Tampoco le molesta escucharnos, aunque debe ser difícil hacerlo por la cantidad de personas que habitamos el planeta en la actualidad y las múltiples religiones, mundiales y locales. Mucho menos considera una carga contestar a todas nuestras preguntas. A diferencia de los hombres que se molestan si los cuestionan, si se les echa la culpa y la echan a los demás, con “argumentos retóricos puros”. Se enojan al responder dudas de sus congéneres, hombres y mujeres, dudas que consideran básicas para la existencia humana pero que aún se está en búsqueda de ella. 

 

Diderot, con su implicación a la humanidad de la enciclopedia, terminó ayudando a buscar las respuestas a las preguntas planteadas al principio del texto y que yo las dejé abiertas, sin contestar a propósito, porque no hay una sola respuesta a lo planteado con anterioridad. 

 

¡Hasta la próxima!

 

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