Editorial

Raíces 

#InPerfecciones
“Tal vez la vida que yo creo vivir es una ilusión paranoica” Margaret Attwood

 

 

Alejandra Rivero / @a.n.dra._
alejandra.rivero@inperfecto.com.mx

Pareciera que el mundo va a terminar, que la tierra está cansada de nuestros dolorosos pasos a costa de ella, de sus ríos, lagos, lagunas, océanos, tierras fértiles, tierras de jardín, nubes grises, viento que lleva y trae el humo industrial y cancerígeno de nuestra ansiedad, los árboles talados en nombre del progreso, el pasto que dejo de crecer y se convirtió en pavimento, sin duda la naturaleza se impone cada que puede. Con justa y noble razón de recuperar aquellos espacios que le pertenecían desde un principio y que con descaro hemos usado y maquinado a nuestro favor. 

Los desastres naturales se justifican de muchas formas; es Dios que está molesto, fue la despenalización del aborto y por más absurdo que pueda llegar a sonar esa idea para muchas, es un pensamiento colectivo; condicionados a culparnos, culpar al otro, a ver desde afuera y olvidar constantemente lo que sucede adentro, que olvidamos raíces y dejamos de sembrar, no precisamente de forma literal, olvidamos que al ser parte de la tierra, somos plantas; el sol nos es necesario, el agua, tocar tierra, extender nuestras ramas en aquello que llamamos familia, sembrar algo más que violencia y sangre que se derrama constantemente; sangre que se castiga de acuerdo al género, incluso, se justifica y alienta a seguir sembrando y arando tierras ajenas de sangre. 

Ser mujer representa un símbolo de fertilidad, quienes podemos dar a luz una vida, quienes se han ocupado por siglos del cuidado del hogar, específicamente del cuidado; ser mujer ha representado un valor monetario, un hecho de culpa, un objeto de poco valor y sumisión. Sin embargo, llevamos en cada cadena una semilla, una lucha interna, un grito y una fuerza por continuar luchando constantemente, cuestionar y si es necesario ser la desviada que deja la vida y camino lleno abierto a continuar, aramos la tierra de nuestras abuelas, sin tantos prejuicios, estigmas y dogmas que se nos han impreso en la piel. Nos han tatuado y dictado que debemos ser y como sé llega a hacer mujer, como acto de costura, con metodología incluida. 

Y vivimos con miedo, juicios y culpa, tan inmersas en este océano sin fin, sin fondo, con raíces de siglos, viejas, desgastadas y llenas de fango, lodo y poder. Un terremoto, una sacudida; nos conectó al grado de saturar las líneas telefónicas, el odio y el rencor hacia otros pudo encontrar su salida, mientras nos damos cuenta de lo frágiles y débiles que somos, una fragilidad inexplicable, el miedo a morir, la confrontación que supone vivir en una tierra ajena que en cualquier momento decide cambiar y asimismo, la resistencia al cambio. Uso una metáfora, la cual no es una verdad, y nunca debería de serlo, simplemente otra forma de ver y sentir las catástrofes, tal vez para darme respuestas a mí misma, tal vez para darme cuenta que el desastre que está afuera, también habito mi mente, me sacudió, asusto, y sin embargo, me dejo la oportunidad de volver a pensarme, regarme un poquito de agua limpia, nueva, sin tanta basura, con más amor y mayor dedicación. 

A veces me gusta pensar que la tierra nos da mensajes, somos un ciclo que aún no comprendemos y que tal vez toda la tecnología ni todas las riquezas del mundo nos ayudarían a comprender que hacemos realmente acá, si existen vidas pasadas, ovnis y conspiraciones, ¿Qué hacemos? ¿Qué hacemos hoy? Las sacudidas y las confrontaciones me ayudan a pensar en todo aquello que debo soltar, reconociendo que no voy a huir, pero si me duele más de lo que me aporta, no debería retenerlo. Y no sé nada del amor o la vida, pero conozco de luchar y confrontaciones, y me otorgo la libertar de compartir ideas revueltas y de filosofías sacadas de la manga. 

 

#InPerfecto