Editorial

Se vende belleza

#InPerfecciones
¿Cuántas veces nos hemos considerado inperfectos? Si, con n, porque la norma no me importa.

 

 

Alejandra Rivero / @a.n.dra._
alejandra.rivero@inperfecto.com.mx

 

¿Cuántas veces decidimos ser bonitas? Hace poco hablaba con mi madre sobre los estándares de belleza y lo mucho que nos han lastimado, aprendimos a asociar la piel blanca, ojos de color, cabello rubio, labios gruesos, ojos grandes o rasgados, cinturas pequeñas, glúteos definidos, piernas estilizadas, espaldas delgadas, tacones, vestidos cortos, pestañas largas, cabello largo, piel suave y tersa, sin vello, sin estrías, sin arrugas como un sinónimo de belleza. ¿Cuántas veces como mujeres hemos sido bombardeadas de encabezados que nos incitan a reprobar nuestro cuerpo? Revistas de moda que nos señalan todo aquello que está mal, a reducir cintura, esculpir nuestros cuerpos, usar masajes linfáticos para entrar en el vestido, fajas, rastrillos, cera, depilación láser, dietas que prometen hacernos más delgadas a costa del placer.

Tratamientos que nos permitan retar la edad, botox, cirugías que prometen subir nuestro autoestima si corregimos aquello que nos hace ver “feas”, la industria de la belleza se fortalece de inseguridades y señalamientos ocultos en “cuidado personal”. No me malentiendan, no recrimino y repruebo las cirugías, recrimino las críticas y el bombardeo constante hacia el cuerpo femenino.

Nadie nos ha enseñado a sentirnos bonitas sin necesidad de recibir un halago o hacer cosas extras por nuestro exterior. Somos cuerpo, indudablemente es nuestra primera impresión en un mundo rodeado de imágenes. Nadie nos enseñó ni nos dijo que podíamos ser bonitas cuando nos procuramos mental y emocionalmente. Que somos bonitas cuando gritamos y exigimos aquello que nos corresponde, porque la rabia y el enojo no son dignas de una mujer bonita. Ya que el silencio es sinónimo de belleza y dignidad, voltear la otra mejilla y continuar con el ciclo de violencia.

Le dije a mi madre que se veía preciosa cuando se siente y es libre sin importar todo aquello con lo que ha crecido. Con aquellas palabras que parecen no desaparecer de esta cadena imaginaria que nos ata a demasiadas inseguridades, a cubrirnos, depilarnos, mirarnos y no gustarnos. Luchando constantemente con estas ideas y palabras, millones de dientas, vasos de agua con limón en ayunas, retos de 15 días, ejercicios que prometen modificar el cuerpo, quitar celulitis, borrar estrías, cicatrices, chaparreras y pareciera que el dolor ajeno, burlas y críticas alimentan empresas y revistas que prometen cuerpos perfectos.

Que bonitas nos vemos cuando vamos en contra, cuando decidimos usar, quitar y hacer cuando no es un mandato y se vuelve un gusto, mirarnos y reconocernos con y sin maquillaje, mirar dentro de nosotras la fortaleza de ser y existir en un mundo de normas donde los cuerpos reales no caben. Hacernos espacio y hacernos notar con todo aquello que nos dijeron estaba mal.

Que bonitas somos cuando ponemos límites, escuchamos y abrazamos nuestros procesos, sin comparación, a nuestros tiempos, a lo que tenemos acceso, al paso simple y sencillo de existir, hablar y reír. Que bellos somos cuando nos da igual lo que pasa o se ve en el cuerpo ajeno.