#InPerfecciones
Lo más divertido es que es el mismo López Obrador el que desmiente las cifras oficiales de su Gobierno, y lo hace justo cuando se ve exhibido.
Carlos Rosas Cancino / @CarlosRosas_C
carlos.rc@inperfecto.com.mx
La verdad es que si es bien bonito celebrar, sobre todo cuando se consigue un objetivo tan anhelado como el de llegar al poder después de tantos años de esfuerzo, obviamente lo que sobran son pretextos para recordar una y otra vez aquel momento donde el premio por fin llegó. Para el Presidente resulta estimulante tachar en su calendario las fechas donde el recuerdo de aquel 2018 le permitan recetarle a México sendos discursos llenos de esperanza, optimismo y sobre todo de “resultados”, después de todo debemos comprender que es su momento de fama, su momento de desahogo después de tantos corajes que sus adversarios le hicieron pasar.
Instalado en el poder –y en Palacio Nacional-, López Obrador aprovecha los reflectores que el erario público le otorga para sacarle brillo a su figura y lucirse frente a sus cuates en un ejercicio propio de aquellos añejos y priistas años donde el Presidente era interrumpido por una andanada de aplausos y vítores cada que las cifras y los datos daban cuenta de lo bien que iban las cosas, nada más que ahora para ponerle “saborcito” a lo que han llamado la Cuarta Transformación, se adornan los discursos con títulos sonoramente rimbombantes como “Tercer año de la victoria democrática del pueblo y por el pueblo” –por inventar algo que ejemplifique- para que el impacto ideológico sea mucho más profundo.
Sin embargo, ya si nos vamos al análisis del discurso, entonces resulta que nos encontramos con que lo que celebra el Presidente y compañía son una serie de datos que le hacen competencia a la sección recién inaugurada en la mañanera sobre el “quién es quien en las mentiras de la semana”, de modo que resulta muy interesante preguntarse ¿cual de los “mentirómetros” es el bueno?, porque por un lado señala que la incidencia delictiva ha disminuido, después dice que si pero poquito y otras veces que les ha costado mucho trabajo porque la herencia neoliberal les dejó ese fruto podrido, es decir, el Presidente no admite competencia de nadie –ni siquiera de si mismo- para ganar si o si el primer lugar de las mentiras, de hecho sería “estúpido” no aprovechar todos y cada uno de los espacios donde amerite reforzar la narrativa de Gobierno y apuntalar la burbuja de cristal donde vive el Jefe del Ejecutivo.
Lo más divertido es que es el mismo López Obrador el que desmiente las cifras oficiales de su Gobierno, y lo hace justo cuando se ve exhibido y en peligro de parecer un tipo deshonesto porque ser deshonesto es propio de los políticos y López Obrador no se asume como político sino como “pueblo”, de tal manera que cuando el periodista Jorge Ramos le cuestiona sobre la estrategia de seguridad y la estrategia de salud en México con datos oficiales, el Presidente enloquece y alega desinformación, descalifica y asume una postura propia de quién se niega a debatir para no quedar en ridículo, una postura propia de quién sufre delirio de persecución y que se encuentra en franco estado de negación.
El Presidente celebró tres años de su triunfo en las urnas con “sus otros datos”, en México ya no hay masacres ni se han organizado nuevos grupos delictivos, los pobres ya no son tan pobres, no se ha contratado deuda, los medicamentos están asegurados y lo mejor es que la encuesta telefónica elaborada por la 4T le da un porcentaje de aprobación que no lo tiene ni Biden, vamos, las cosas están tan bien que el Presidente se atreve a declarar que crearan una nueva corriente del pensamiento inspirada en lo mejor que México ha dado al mundo, solo esperemos que no se apoyen en sus “otros datos” para revelar que la frase de Madero “Sufragio efectivo, no reelección” en realidad era “Sufragio efectivo, no reelección siempre y cuando el pueblo bueno diga que me quede”.